El agudo y punzante dolor en el cuerpo de Simyón estaba empezando a calmarse un poco. Estaba agradecido al arete y a sus poderes por haberlo protegido; de lo contrario, si no tuviera el cuerpo de metal poco común, ya se imaginaba la mano de Mantis atravesando su estómago esa vez. Lamentablemente para él, cada vez que cerraba los ojos y los abría, consiguiendo dormir unos pocos minutos, la imagen aparecía en su cabeza. Se despertaba cubierto de sudor mientras miraba al techo. «Maldita sea, ¿por qué sigo encontrándome con gente problemática? Primero fue Ricktor de la Academia Oscura, y ahora ese tipo del Tigre Negro de la Academia Demoníaca».
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