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La tribu y sus costumbres familiares

Narra Kemal Sus ojos traviesos marrones me observaban, sus labios se curvaron en una maliciosa sonrisa.La tensión se extendió a mi entrepierna y sentí cómo mi pene se endurecía lentamente.¡Oh Dios!Lamí mis labios cuando vi que una gota de leche se había derramado desde sus labios hasta su barbilla y que era totalmente intencional, ya que terminó de derramar la leche sobre sus pequeños pechos redondeados. La leche adornaba el color rosa de sus erectos pezones. Pasó su mano por sus pechos empapándose más del líquido y no dejaba de mirarme y morder sus labios.—¿Te gusta?Temblé cuando el sonido de su voz provocativa llegó a mi oído, destrozando la estabilidad en mi entrepierna. Mi erección saltó de manera repentina en mi pantalón, dolía no estar dentro embistiendo a mi mujer.—Sí—respondí—. Cada gesto que venía de ella, incluso el más virtuoso o recatado, me volvía loco de pasión.—¿Quieres follarme las tetas?—sus cejas se levantaron cuando volvió a sonreír con picardía, luego su ceño se frunció ligeramente y con la punta de la lengua lamió su labio superior. Y su pelo mojado la hacía adquirir más sensualidad, porque se veía aún más oscuro y esas cejas pobladas... Era tan bella.—Sí, pero primero quiero follarme esa linda boca, preciosa—dije mientras mis dedos acariciaban su mentón.Sonrió como si esa propuesta le gustara más que la anterior.—Y luego, después de que me folle esa rica boca—hablé después de una larga pausa—voy a venirme dentro de ella.—Me encanta el sabor de tu polla... Desabroché mi pantalón sin dejar de mirarme desde abajo de rodillas.Acarició de arriba hacia abajo mi pene y cerré los ojos, sintiendo ese leve cosquilleo cuando con sus caricias hacía que el prepucio hiciera contacto con mi sensible glande.—Mírame—pidió con voz seductora y demandante—no cierres los ojos. Quiero que me mires cuando lo haga.Dejó de acariciar mi pene y, con ayuda de sus manos, lo levantó un poco y se acercó tentadoramente a mis testículos. Los lamió y yo estremecí al contacto de su lengua delicada y tibia. Un calor conocido recorrió cada rincón de mi cuerpo y tensé la mandíbula al sentir esa lengua moviéndose circularmente en mis pelotas, era exquisito, pero aún más cuando ella succionó esa parte sensible varias veces, no pude más y comencé a jadear con cada lamida y cada succión.Después de que decidió pasar la lengua por mi pene, me descontrolé, y ella se lo llevó a la boca de repente, hasta la garganta, dándome una porción grande de ese placer. Pero no era solo yo que lo estaba disfrutando, no. Ella también lo hacía, cuando comenzó a mover la cabeza de arriba hacia abajo sin parar, chupando, lamiendo y llevándolo a la garganta quise morir de placer al sentir esa estrechez húmeda dentro de su cueva bucal.Tomé su cabello e hice una cola de caballo con mis manos mientras por inercia me mecía con rudeza en esa boca, sin piedad hasta el fin.Tiré fuerte de su cabello y guié yo mismo sus movimientos.Mi respiración estaba descontrolada, me centré en esos sonidos que emanaban desde lo más profundo de su garganta y el cosquilleo placentero comenzó a intensificarse conforme lo hacía con más rapidez.Gruñí cuando me sentí palpitar, cuando mi corazón palpitó ferozmente de placer y no me detuve, ella, al saber que estaba viniendo, me succionó varias veces mientras deslizaba con vehemencia.Abrí los ojos desconcertado, y descubrí mi cuerpo de la sábana al sentir esa humedad por debajo de mi cuerpo, muy cerca de mi entrepierna. Tomé una bocanada de aire al comprender lo que me pasó. Tuve un orgasmo mientras dormía.—No sales de mi cabeza ni siquiera en mis sueños—me dije a mí mismo— ¿qué podría hacer para sacarte de mis pensamientos?Me levanté de la cama y vi que Samira no se encontraba acostada a mi lado y la busqué con la mirada alrededor de la habitación.Entré a la ducha a bañarme y luego de salir quité las sábanas antes de que pudieran verlas y me puse un nuevo pantalón de pijama para bajar al almacén y ponerlas en la lavadora.Al dejar en el almacén las sábanas, subí nuevamente las escaleras y me encontré con mamá en el pasillo.Me dedicó una sonrisa tierna.—Buenos días, mi amor—dijo.—Buenos días—respondí devolviendo la sonrisa.—Me quedé muy preocupada, anoche no bajaste a cenar.—Sí, es que no me sentía muy bien. Estuve algo cansado—me excusé mintiendo, la verdad era que estaba evitando a toda costa a Bahar.Me dedicó una mirada entre preocupada y furiosa.—Samira me dijo que te dolía la cabeza. ¿Cómo te sientes?—acarició mi mano.—Ya estoy mejor.—Qué bueno—dijo y apartó su mano de la mía—fíjate, estaba pensando en darte esto.Vi que sacó una pequeña cajita y me mostré algo curioso.—¿Qué es?—inquirí cuando me lo tendió.—Era de mi abuela—dijo—tómalo para que se lo regales a Samira. Es tradicional que la futura esposa sea ataviada con diamantes.—Qué espléndida eres, mamá—le dije—no tienes por qué hacerlo. De seguro es una prenda muy especial para ti. No puedo aceptarlo.Hizo un ademán con la mano restando importancia.—No es nada, Kemal. Samira pronto será parte de nuestra familia formalmente. Son tradiciones. Con su ayuda extendió mi mano, colocó la pequeña caja en ella e hizo que la apretara. Sé que ya le diste un anillo y no dudo que no puedas darle otro, sin embargo, como futura suegra, debo dar abundancia. Me gusta consentir a mis nueras, es normal en mí.—Gracias, mamá. Sin duda, sé que lo va a apreciar.Nos quedamos en silencio. Tenía curiosidad de preguntarle por la situación del día anterior con Bahar, sin embargo, por más que intentaba hablar, no me salían las palabras porque no sabía cómo preguntarle. No sabía qué era lo que ella sabía, si Bahar me mintió a mí, supuse que también lo hizo con ella.Me rasqué la nuca sin saber cómo hablar del tema.—Bien, iré a darme un baño. Te veré en el desayuno.Se giró sobre sus talones. No sé qué me hizo tomar valentía y hablé, despacio y con la voz temblorosa.—¿Tú sabías sobre Dafne?—cuestioné. Mi mamá se detuvo en seco y se quedó de espaldas, aún pensativa. Parecía que ya sabía del tema.Se giró en mi dirección.—¿De qué hablas?Tragó saliva y bajó la cabeza, pero al mirarla buscando algún gesto de nerviosismo, volvió a subirla. Su respiración se incrementó y movió los ojos hacia otra parte.—Sobre la hija no nacida de Bahar—volví a hablar—Mamá, ayer lo supe y me pareció muy raro que mi hermana tuviera una pérdida y yo no lo supiera.Resopló.—Kemal, no puedes culpar a nadie de eso, tú te distanciaste de ella. Y todavía no entiendo por qué. ¿Acaso hubo algo que ella hizo que te molestara?Sabía lo que estaba haciendo, estaba desviando toda mi atención, pero no iba a lograrlo.—Mamá, ¿qué le pasó?—la interrumpí con insistencia.Parpadeó varias veces y luego tomó una bocanada de aire.—Kemal, a ti no puedo mentirte— se acercó para murmurar—y sé que tienes la mente muy abierta. Bahar estuvo embarazada de alguien más. Por desgracia, tuvo que interrumpir ese embarazo. Yo le dije que no, que no lo hiciera, sin embargo, ella no me puso atención. Al final, ella entró en razón y se dio cuenta de que debía casarse con su esposo y que ese bebé para ella fue un estorbo, al igual que ese hombre que la embarazó.Hubiera preferido no escuchar eso; sin embargo, era la realidad y no me podía cerrar a ella. Mamá decía la verdad, esa verdad que yo muchas veces hubiera querido que fuese una equivocación, pero que al final solo era nada más que la cruda realidad.—Le prometí que no le diría a nadie, sin embargo, tú lo descubriste y sé que guardarás ese secreto. Sé que no eres como los demás, tú la quieres mucho. No la juzgues, Kemal, ella siente mucha culpa por su pecado. Por eso siempre le lleva flores de vez en cuando.Me quedé en silencio sintiendo cómo el pecho me pesaba y mi respiración se volvió caótica. Intenté no mostrarlo ante ella, esa noticia que me había afectado, pero era difícil no sentirme destrozado nuevamente por algo que yo sabía, porque tenía la esperanza de que me dijeran que no era verdad.—Está bien, mamá, no te preocupes—sonreí con debilidad—su secreto estará a salvo conmigo....Narra Bahar.Quedamos en que con Samira iríamos al spa, así que, junto con Gül, nos levantamos temprano para hacer varias actividades, aprovechando que el tío Burak se había ido al pueblo por cuestiones de trabajo.Gül sintió alivio porque, finalmente, se había quitado los ojos de su padre por aproximadamente un mes. Últimamente se sentía demasiado presionada, ya que sentía que él esperaba más de lo normal de ella.—No sabes el alivio que siento—habló Gül mientras entrelazaba su brazo con el mío como en el pasado, cuando éramos dos adolescentes—ahora que mi padre se fue, voy a poder tener más libertad.Samira le quitó la mirada de encima a una prenda de ropa que había llamado su atención y miró a Gül.—¿Tu padre es muy estricto? ¿Qué edad tienes?Intenté no mirarla con desprecio y poner mi mejor cara. No la soportaba, y era muy difícil acercarme a ella, sin embargo, debía hacerlo como buena anfitriona que era.—Tengo veintiséis años—respondió—solo faltan seis meses para los veintisiete.—¿Sabes? Tu padre no debería decirte cómo vivir tu vida. Creo que debes hablar con él y establecer límites.Estaba claro que ella era una ignorante. Era una chica de ciudad que no tenía idea de lo que significaba la tradición y lo que nos pasaba si intentábamos compartirla con ella.—No conoces nuestra cultura, Samira—le dije pausadamente y con seriedad. Ella me observó de la misma manera, Gül apretó mi brazo al ver que no faltaba mucho para que mi verdadero yo hiciera efecto de aparición. Así que sonreí con hipocresía, sin embargo, la severidad de mi mirada no cambió.—Tienes razón—habló después—¿Por qué no me hablan de sus tradiciones familiares?Desvió la mirada y noté que hizo un gesto con los ojos, como si estuviera harta de aguantar mi presencia. Si las cosas seguían así, estaba segura de que pronto íbamos a estar en guerra.—Bueno—dijo Gül—no fuimos criadas en Estambul. Esta ciudad no nos vio crecer... Sabes que cada pueblo tiene sus costumbres. Éramos como una tribu familiar. Nuestra tribu se llama takdir y nos caracterizamos por ser integrantes fieles a la tradición.—¿Una tribu? Pensé que estaban extintas.—No. A pesar de que partimos de ese pueblo, no abandonamos nuestras costumbres, y de vez en cuando visitamos a nuestras familias.Se mostró intrigada.—Vaya, toda mi vida he ignorado todo eso a pesar de mi procedencia.—No te culpo, Samira. Es normal cuando creces lejos. Algunos que han crecido lejos de los pueblos desconocen nuestras costumbres.—¿Qué tal si ya dejamos de hablar de eso?—propuse algo incómoda—Gül, acuérdate que no podemos dar información a personas que no forman parte de la familia.Samira se sintió incómoda con mi comentario, como si estuviera dolida por no pertenecer a la familia. Al final, ella era la prometida de Kemal y ni siquiera estaba casada con él.—Cuando ella se case con mi hermano—hice énfasis en esa palabra—, entonces tal vez podamos compartir información.—¿Tienes algún problema conmigo? Creo que hay tensión en el aire.Negué con la cabeza.—No, no me malinterpretes, pero... Una vez, una periodista intentó hacer un documental sobre nuestras costumbres y por eso no podemos dar información.Levantó una ceja.—A veces las tribus someten a personas, en especial a las mujeres. Creo que si ustedes estuvieran siendo sometidas, sería una suerte que todo saliera a la luz. ¿No creen?—opinó. Tenía razón; hubiera querido eso, así, las reglas obsoletas las habría dejado atrás. Lástima que era posible que hubiera llegado mi muerte más que esa posibilidad.—Creo que yo no podría pertenecer a una tribu que me someta.—Samira, si deseas pertenecer a esta familia, debes acoplarte a lo que hay aquí. Es tu decisión. Sé que eres cristiana, no te extrañes si te ves obligada a cambiar tu religión.—¿Qué dices?—se mostró sorprendida.—¿Qué serías capaz de hacer por Kemal? ¿Cambiarías tus creencias?—cuestioné con malicia, lanzando veneno para saber en qué medida estaba dispuesta a sacrificarse.—Bahar—me detuvo Gül—no la asustes.Pero sabía que ella estaba de mi parte y solo era para provocar más tensión.—No voy a responder a esa pregunta—dio por terminada la conversación....Hice una compra millonaria. Me compré relojes de diamantes, perlas, un juego de collares bañados en oro con piedras de esmeralda.Lo único que adoraba de esto era que podía comprar lo que quisiera. La felicidad que sentía, aunque fuera temporal, me reconfortaba por varios días.Esa vez solo quise molestar a mi esposo. Lo hice por rebeldía, para que pagara con enojo todo lo que me hizo con anterioridad.—Escoge algo, Gül—le pedí—algo extravagante.—¿Estás segura?Asentí.—Quisiera una motocicleta—reveló—donde pueda pasear a toda velocidad.Reí.—Siempre lo supe, Gül, siempre supe que eras aficionada con el metal y esas cosas.Al regresar a casa acomodé todo en mi armario y entré a la ducha nuevamente. Aunque me había dado unos buenos masajes en el spa, me sentía tensa.Esa...todavía no me había declarado la guerra y estaba algo impaciente. Ya quería hacer maldades. El sentimiento de tristeza y duelo ya había terminado, era hora de hacer travesuras.Narra Kemal.Noté que la puerta de la habitación de Bahar se encontraba medio cerrada. Mis ojos observaron la puerta de su habitación y caminé en dirección hacia ella, me detuve para mirar por la rendija.Quería hablar con ella y, más que eso, verla. Esta necesidad que tenía de correr tras ella, de mirar sus ojos, de poder estar a su lado, no menguaba. Mi pecho latía desquiciado. Tragué saliva nervioso; ese desprecio y ese deseo que sentía, no sabía qué era más peor.Respiré hondo Y entré a su habitación. La busqué con la mirada pero no la encontré. Pude escuchar el agua del baño cayendo y comprendí que ella se estaba bañando.Qué demonios estaba haciendo, qué le iba a decir... Después de que le dije que era un monstruo, después de que la noche anterior me dije a mí mismo que debía poner distancia con ella. Después de que prácticamente la culpé de querer romper mi relación con Samira cuando yo también había correspondido a ese beso y cuando también había estado siendo infiel con la mente.Pero ella me mintió, ella me dijo que no era nuestra hija.Sin embargo, ya debía pasar página con esa situación. Comprendí que lo nuestro nunca tendría futuro y que ella siempre iba a ser mi hermana. Era hora de hacer las paces y hablar con ella sobre el tema.Cerré los ojos aspirando el olor, ese aroma a fresas que desprendía su habitación, ligado con ese olor característico de su cuerpo. Imaginé cómo sus manos se deslizaban por su cuerpo y su piel suave y tersa, húmeda con las gotas de agua descendiendo por toda su piel.Abrí los ojos y me tensé cuando el agua dejó de caer.La luz tenue me dejó ver sus movimientos. Sus sandalias chirriaban contra sus pies mojados y la toalla hacía sonidos cuando estrujaba y secaba su pelo mojado.Cuando levantó la mirada se sobresaltó y dejó caer la toalla alrededor de sus pies, se quedó mirándome. Yo no pude dejar mi mirada en su rostro. No, mi mirada bajó a su desnudez y se me hizo agua la boca. Lamí mis labios cuando mis ojos se desviaron a ese monte de Venus.—¿Qué quieres?— preguntó con seriedad —¿Qué haces aquí?Cerré los ojos, estaba tan nervioso tenerla así no era fácil. Además, no se cubría, solo se quedó atenta a mi expresión facial. Hice un esfuerzo y desvié la mirada hacia su cara.—Quiero hablar contigo sobre ayer— le dije.Rió sin gracia. Con la toalla que tenía en sus manos cubrió su desnudez y se agachó a recoger la que estaba en el suelo. Aun cuando quiso cubrirse, ni siquiera pudo porque la toalla no cubría por completo sus grandes caderas. Mi mirada fue descendiendo hasta esas pequeñas piernas voluptuosas y esas grandes caderas redondeadas. Sus pechos eran firmes y más grandes que la última vez que los vi. Mi erección quería crecer en mis pantalones, mi miembro dolía tanto porque era una tortura tenerla semidesnuda y cerca y no poder tocar esa piel y deslizarme en esos estrechos músculos cálidos.Acomodó su cabello largo el cual caía por sus caderas, descubriendo su delicado cuello el cual me tentaba.Su mirada no tenía ninguna emoción suave, su mirada era desdeñosa como si le molestara mi presencia.—No tenemos nada de qué hablar, ya lo dijiste todo. Soy un monstruo y utilizo a las personas— repitió con amargura.Bajé la cabeza.—Bahar... Yo hablé con mamá sobre lo que pasó.Frunció el ceño y caminó hacia mí con rapidez, estaba nerviosa.—¿Qué le dijiste?— me presionó.—Me lo dijo todo... Me dijo lo que no quisiste decir ayer en el cementerio. Me dijo que abortaste por voluntad propia.—¿Ella te dijo eso?— preguntó con seriedad intentando esconder lo sorpresiva que fue la noticia, seguramente al entender que mi madre no iba a solapar las cosas.Asentí.—Sí, me lo dijo.—¿Qué ganas con venir aquí y querer restregarme mis errores y mis decisiones? Eres un atrevido. Bien, lo soy, soy un monstruo para ti, ya lo sé. Si crees que lo soy, ¿por qué estás aquí?Me quedé en silencio sin saber cómo responder a esa pregunta porque yo estaba ahí no solo para decirle cuánto me molestaba lo que hizo y cuánto me lastimó, sino también porque no aguantaba las ganas de mirar sus ojos y oler su aroma.—Tal vez ya deberíamos cerrar el ciclo— le propuse —Esto no tiene ningún sentido—resoplé— al final eres mi hermana Nürbahar y no voy a guardarte ningún resentimiento. Yo te quiero mucho. Eres muy importante para mí.—Después de barrer el suelo conmigo quieres hacer las paces. ¿No es así?—Perdí el control, pero quiero pedirte perdón por cómo te hablé ayer... No medí lo que hice y te hablé como si lo nuestro algún día hubiera tenido futuro. Debí ser alguien maduro y entender que no fue fácil para ti. No quiero decirlo pero... Creo que si tu decisión fue interrumpir el embarazo, no debí opinar en eso, ya que era tu decisión.Su mirada se suavizó y me acerqué hasta ella.—Es mejor que te vayas— me pidió —vete.Cerró los ojos cuando mi mano acarició su mejilla. No podía dejar de pensar en ese sueño que tuve, lo que sentía por ella era fuerte, ¿a quién quería engañar? Ella podría hacer lo que quisiera y yo la iba a perdonar, porque la amaba muchísimo. Aún si ella no me pedía mi perdón yo se lo otorgaría sin dudarlo.Dios, qué toxicidad, pero aún así me importaba un maldito bledo.—Kemal, por favor, no lo hagas más difícil.Levantó la mirada mientras me acercaba lentamente a ella. Mis brazos se enredaron en su cintura y los de ella no se quedaron quietos, ellos se enredaron alrededor de mi cuello.—Soy una tentación para ti. ¿No es así?Mi mano se deslizó por su muslo y aproveché para levantar una de sus piernas a mi alrededor; jadeó por lo brusco que fui. Me pegué más a ella queriendo demostrar que estaba duro.—No lo dudes.—¿Me harás el amor? ¿será una despedida? pero sabes lo que pasará después. No vamos a poder parar y lo sabes. Mientras más me tocas, más se intensifica este deseo.