—Dudo que este muerto...—Contestó Dante con desconfianza
El viejo recordaba tener un día estresante por la supuesta visita de su hijo y luego se fue a dormir con normalidad. Mientras Dante dormía no sintió nada raro, por lo cual desconfiaba de que esta extraña criatura le dijera la verdad.
—Que momento incómodo...—Comentó el juguetero con vergüenza.
Acto seguido, el cuello del juguetero comenzó a girar dándole la espalda a Dante. Parecía que al juguetero le importaba más el juguete en la mesa que el intruso que se había colado en su cabaña.
—Sé que los observadores se vuelven erráticos al enterarse de que su obsesión murió—Comentó el juguetero trabajando en la mesa; tratando de ignorar a Dante—Te recomendaría que busques otra persona en los pisos cercanos y ver si su vida te interesa. Por cierto, estás en el piso 950, así que no hay mucha gente por este bosque: trata de ir al piso 0 ahí está lleno de gente.
Dante trató de despertarse, pero notó que no lograba despertarse, por lo que comenzó a asustarse y preguntó con miedo:
—¿Qué ocurre si muero en este lugar?
—Eres un observador: tú no puedes morir, solo observarás hasta la eternidad...—Comentó el juguetero algo feliz por no tener que sufrir el mismo destino—Por eso es que tu raza está llena de dementes que buscan algo para obsesionarse y así pasar su tiempo.
—Tú pareces obsesionado con estos juguetes...—Comentó Dante notando que la otra persona no paró de trabajar desde que comenzó la charla.
—Si, pero yo me divierto haciéndolos...—Dijo el juguetero con tono feliz—En cambio, tú sufres tu existencia y por eso disfrutas más de la vida de los demás que de tu propia vida.
—Lo dudo, soy feliz siendo un viejo en un manicomio...—Comentó Dante con algo de nervios, pensando en la cantidad de veces que se escapó de la cama donde dormía con su esposa para ir al infierno tras la puerta—... No tengo dudas de que soy feliz...
—Eso es lo que diría alguien infeliz con su vida—Comentó el juguetero con ironía—Si pierdes la cordura, al menos ten la amabilidad de irte a otro piso y no molestarme. Para la mayoría de criaturas tu raza es una plaga y yo no soy la excepción que cree lo contrario.
—¿Cómo regreso al manicomio?—preguntó Dante con dudas, llevaba unos minutos pellizcando, tocando y oliendo cosas en la habitación, pero todo parecía ser demasiado real para ser un sueño y cada vez estaba más seguro que de alguna forma extraña se metió con su verdadero cuerpo a este mundo.
—Si quieres ir a un piso con humanos, solo tienes que ir hasta el piso 0—Respondió el juguetero, mientras una de sus manos empujaba a Dante para abrir un cajón debajo de él—Suerte con eso y recuerda no regresar a este piso si lo logras.
—¿Dónde están las escaleras para subir pisos?—preguntó Dante con preocupación; esta criatura no buscaba atacar: de verdad parecía que buscaba que se fuera de su casa y esto lo estaba incomodando.
—Ni idea: nací en este piso y supongo que moriré en este piso—Comentó el juguetero con pereza sin prestarle mucha atención a la conversación con Dante—Pero debe andar por el bosque, lejos de mi casa: ¡muy lejos de mi casa!
—¿Nunca saliste de este piso? ¿Ni siquiera para ver los juguetes que usan los niños del otro mundo?—Preguntó Dante con sospechas—Muchos de tus juguetes se parecen a los del otro mundo...
—Por eso cazó a los humanos y en general ellos vienen a este piso: ¿Para qué ir a buscarlos...?—Comentó el juguetero con pereza—Solo alguien inmortal como vos perdería el tiempo de semejante manera.
—¡Pero vives en este piso!—Gritó Dante con preocupación—¿Cómo es que ni siquiera conoces rumores acerca de las escaleras para subir a los pisos superiores?
El viejo podría probar matándose, pero Dante no se animaba con su cuerpo real a apostar con su vida de esa manera.
—Te estás confundiendo...—Comentó el juguetero con calma sin importarle el grito—Piso 950 no es un orden: es un nombre. Hay escaleras que te mandan del piso 0 al 10000 y al subir la misma escalera viajas del 10000 al 30. Otras escaleras suben del piso 30 al piso 500.
—¡Entonces cómo voy a saber como encontrar el piso 0!—Gritó Dante con desesperación al entender la locura de este sitio.
Antes Dante nunca se puso a explorar estos lugares, el viejo solo cruzaba su puerta y miraba que hacían los seres humanos. Cuando todos morían o lograban salir con vida para irse a otro sitio poco interesante, Dante volvía a casa con su familia y disfrutaba de la comodidad de su hogar.
El juguetero respondió enojado porque la plaga lo estaba interrumpiendo con su trabajo:
—Te daré la primera pista: sube las escaleras de este piso y si la criatura de los pisos superiores te dice que bajes para llegar al piso 0 te está mintiendo. Suerte en el infierno. ¡Ahora vete!
Acto seguido, el juguetero tomó una aguja de la mesa y la levantó apuntándole al cráneo de Dante.
*Wush* La aguja salió disparada a la velocidad de una bala y atravesó el cráneo de Dante, haciendo que el anciano cayera al suelo con los ojos incrédulos por el ataque repentino.
No pasó un minuto y Dante volvió a aparecer corriendo por la puerta de la habitación. Con aturdimiento al ver su propio cadáver en el suelo, el viejo grito con desesperación:
—¡¿Cómo? ¡¿Cómo entré a este sitio sin darme cuenta?! ¡¿Cómo?!
—Moriste...—Comentó el juguetero empujando con una de sus manos a Dante tratando de sacarlo de su habitación, como si se tratara de una rata que se coló en su cuarto—Ahora vete a busca personas a la cual observar: ¡Fuera de mi casa, plaga!