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El diario de un Tirano

Si aún después de perderlo todo, la vida te da otra oportunidad de recobrarlo ¿La tomarías? O ¿La dejarías pasar? Nacido en un tiempo olvidado, de padres desconocidos y abandonado a su suerte en un lugar a lo que él llama: El laberinto. Años, talvez siglos de intentos por escapar han dado como resultado a una mente templada por la soledad, un cuerpo desarrollado para el combate, una agilidad inigualable, pero con una personalidad perversa. Luego de lograr escapar de su pesadilla, juró a los cielos vengarse de aquellos que lo encerraron en ese infernal lugar, con la única ayuda que logró hacerse en el laberinto: sus habilidades que desafían el equilibrio universal.

JFL · 军事
分數不夠
165 Chs

Progreso

Caminó hacia su escritorio, sentándose sobre su silla designada con una calma que dejaba a los presentes con una mala sensación.

--¿Estás satisfecho con tu trabajo actual?

Astra fue despertado de sus pensamientos, regresando a mirar a su señor con una mirada complicada, demostrando con sus ojos que no había entendido la pregunta.

--Sí, por supuesto. --No se atrevió a preguntar por su duda. Asintió, forzando una sonrisa.

--¿De verdad? No lo parece --Su tono sufrió un cambio en el grosor, cambiando su mirada entre hermano y hermana--. Entenderé que desees desistir, no voy a castigarte, no a ti. Solo pido sinceridad.

Astra hizo una mueca de dolor profundo, algo sentimental que su corazón trataba de soportar. La fuerza desapareció de sus piernas, no logrando evitar caer de rodillas y, entre sollozos dirigió su atención a su señor.

--Lo lamento mucho, señor --Se quebró su voz--. Puedo entender su enfado y, merezco sufrir las consecuencias sobre mi bajo rendimiento, pero, por favor, no me quite mi título, amo lo que hago y, me siento extremadamente feliz al servirlo, solo... solo...

--Limpia tus lágrimas --Dijo Fira con un tono duro--. Juraste lealtad y estuviste jugando al enamorado, nuestro señor fue indulgente al no castigarte hace tiempo, pero la escena de esta mañana mancha la reputación del señor de Tanyer...

--Suficiente Fira --Interrumpió con un tono solemne--, no es necesario.

La dama asintió, retrocediendo un par de pasos y tragándose el fuerte enojo que estaba sintiendo, no podía creer que su hermano estuviera en tal miserable estado, él, que mientras estuvieron en cautiverio mostró una fortaleza muy pocas veces vistas, que la hizo olvidar por momentos las tormentosas noches con los guardias, las brutales palizas, los días sin comida, todo, pero, parecía que ese hombre de la que estaba tan orgullosa había desaparecido, ahora solo parecía un niño desorientado, al que le hacía falta un buen escarmiento y, aunque le dolió pronunciar aquellas duras palabras, tenía la certeza de que podía repetirlas las veces fueran necesarias con tal de hacerlo entender.

Astra no le quitó de encima la mirada a Fira, ya se sentía bastante desdichado como para qué la persona que más amaba en el mundo también le arrojara piedras y, aunque muy en el fondo entendía su intención, ahora su razonamiento no era lógico, por lo que creía que ella había olvidado la promesa que habían hecho en el momento que fueron enjaulados.

--No voy a quitarte el título --Interrumpió el silencio--, pero creo que será para mejor que tengas un ayudante y, he escogido la candidata perfecta para ello.

El Ministro agachó la cabeza, asintiendo con pocas ganas. Después de haber recibido su título, su inteligencia sufrió una sustancial mejora, logrando intuir que aquella dama que lo ayudaría, podría ser su remplazo si seguía con un mal rendimiento.

--Gracias, señor Orion.

--Acércate. --Ordenó.

Asintió, obedeciendo. El alto hombre se colocó de pie, rodeando la mesa para colocarse al frente de su subordinado y, con una actitud determinada activó su habilidad [Instruir]. Astra abrió los ojos repentinamente, ahora no hubo algo fantasioso en la escena, sin embargo, no por ello fue menos impactante lo que sintió, teniendo que forzar su respiración al experimentar un fuerte dolor recorrer todo su cuerpo, eran punzaciones poderosas, pero entre más intensas, más podía percibir la libertad, como si las cadenas con las que había estado atado fueran desapareciendo poco a poco.

•~•

- Nombre: Astra.

- Edad: 18 ernas (años)

- Estatus: Subordinado de [Orion]

- Sangre: Herencia del Bosque.

- Potencial: Prodigioso.

- Título: Ministro de asuntos internos y externos.

- Lealtad: Máxima.

- Habilidad especial: Voz de mando, mirada rápida, tiro certero.

~•~•

Orion sonrió al ver su nuevo estado, no estaba muy seguro de que funcionaría, sin embargo, después de haber despertado la sangre de su hermana estuvo meditando la posibilidad sobre si podría hacerlo igualmente con él, teniendo un resultado muy satisfactorio al realizarlo.

--Astra, no me decepciones. --Le miró seriamente, dejando descansar su mano sobre el hombro de su subordinado.

El Ministro asintió con determinación, mostrando nuevamente el fuego en sus ojos, aquel fuego de pasión por cumplir las órdenes de su señor.

--Sí, señor Orion.

∆∆∆

La oscuridad fue robando protagonismo, provocando que los lugareños encendieran las velas, quinqués, antorchas, o cualquier artefacto que permitiera iluminar sus hogares, así mismo ocurrió en el castillo, donde un hombre con arrugas de sorpresa y comisuras marcadas sonreía de oreja a oreja, sentando sobre el suelo tapizado por papeles con dibujos extraños y libros de pastas gruesas abiertos. Sus manos estaban cubiertas por tinta negra, al igual que algunas partes de sus mejillas, su túnica era un completo desorden, acompañada por el color grisáceo del polvo que no se había dignado a limpiar mínimo por un par de días.

--¿Algo nuevo?

Borol, el Investigador en jefe alzó el rostro, asintiendo al encontrarse con la mirada del señor del castillo.

--Señor Orion --Dijo al levantarse, mientras su expresión mostraba el dolor que su espalda le causaba, tal vez por el entumecimiento de estar bastante tiempo en una mala posición--, es un honor permitir verlo.

Orion había recibido hace poco tiempo una notificación por parte de su interfaz sobre la finalización de la investigación y, al encontrar un momento de paz en su apretada agenda, se decidió por acercarse a la sala donde el progreso de sus territorios se desarrollaban.

Borol se acercó a una de las mesas, sujetando el plano recientemente obtenido y, con una sonrisa se lo mostró a Orion. El señor del castillo no necesitó acercarse para vislumbrar con claridad su contenido, logrando apreciar la imagen en su interfaz. Era una ballesta de gran alcance, de largas y gruesas lanzas como proyectiles, su tamaño era considerable y, los materiales para su construcción no parecían ser comunes, dándole al joven una cosa más por la cual preocuparse.

Expandió los detalles en la sección de "Investigación", logrando apreciar cuáles investigaciones podía comenzar de inmediato, al igual que, ser consciente de las que aún no podía investigar.

--Comienza con esta. --Dijo, entregándole un plano en blanco y un nuevo libro de enorme contenido que aparecieron repentinamente en sus manos. Los presentes se sorprendieron levemente por el acto mágico, pero rápidamente recuperaron las composturas.

Borol asintió, sonriente, pero con la mirada perdida por la falta de sueño, sus profundas ojeras y marcadas bolsas en sus párpados delataban su gran esfuerzo en el trabajo encomendado, pero parecía que, aunque se le ordenara que se detuviera, no habían muchas probabilidades de que aceptara.

--Con gusto, señor Orion. --Dijo, arrebatándole el plano de sus manos con mucho respeto y volviendo de inmediato a su tarea.

Orion volteó de inmediato y, cuando lo hizo, una silueta negra apareció ante él, arrodillado y con la cabeza gacha.

--Señor Barlok, tenemos información de los exploradores.

Mujina apretó la empuñadura de su espada con una expresión imperturbable, pero con la insatisfacción en su corazón, la forma en como aparecían aquellos que se hacían llamar Los Búhos todavía le resultaba un poco difícil de prevenir y, sabiendo que debía estar preparada para todo, la sensación empeoraba cada vez que lo hacían.

--¿Por qué eres tú el mensajero? --Preguntó seriamente.

--Señor Barlok, señor, el explorador en cuestión llegó hace un momento a la fortaleza y, por mi velocidad sentí que era el apropiado para darle el mensaje cuanto antes.

--Bien --Dijo al estar de acuerdo con su razonamiento--. Habla.

--El ejército enemigo ha llegado, señor Barlok y, ha montado su campamento a un día de aquí.

Orion inspiró, mirando a la nada con una sonrisa sin emoción y un impulso asesino burbujeando en su interior.

--Fira, da la orden, que todos estén preparados.

--Sí, señor.