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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · 奇幻言情
分數不夠
48 Chs

40. Fortaleza y compañerismo

No fue muy difícil dar con la cocina. El monasterio era enorme, pero apenas unos pasillos estaban en buenas condiciones. Solo tuvieron que recorrer dos de ellos para llegar a la cocina. El olor de un guiso de carne llegaba hasta ella bastantes metros antes de llegar a la cocina. Adoraba ese guiso de carne de Elías.

Cuando abrió la puerta de la cocina, se encontró a Clara y Marina metiendo madera en el horno de leña; estaban horneando pan y unos dulces. Zalvulb y Blogusz pegaban saltos intentando ver el contenido de la enorme olla donde se estaba haciendo el guiso de carne, mientras Roberto la iba removiendo. Elías estaba supervisándolo todo, pero al escuchar la puerta miró hacia esta y, poniendo los brazos en jarra, la miraba enfadado.

—Por fin la señorita decide venir a ayudar con la comida —Elías no pudo aguantar mucho el gesto; en realidad, solo estaba bromeando—. Anda, ven aquí que te dé un abrazo.

Sylvia se acercó a él y se dejó abrazar con cariño.

—Siento preocuparte, pero seguiré haciéndolo durante una buena temporada.

Elías le acarició el pelo a Sylvia de forma cariñosa.

—Tranquila, lo sé. Tienes una tarea enorme por delante y a Nerthys es mejor no desagradarla.

Seraphina, desde la entrada, miró a su pupila sonreír. La había escuchado hablar de modo cariñoso sobre Elías en innumerables ocasiones, pero durante el viaje no la había observado interactuar mucho con él.

Cuando se separaron, Sylvia observó la enorme cocina.

—Es una cocina preciosa. No te quejarás como durante el camino hasta aquí de la falta de herramientas.

La cocina del monasterio era un vasto espacio que se extendía a lo largo de gran parte del ala sur del edificio. Sus techos altos y abovedados, soportados por vigas de madera robustas, daban una sensación de amplitud y grandeza. Las paredes de piedra, sólidas y ligeramente ennegrecidas por el humo de años de cocción, reflejaban la luz cálida de las numerosas antorchas y lámparas de aceite colocadas estratégicamente para iluminar todo el espacio.

A lo largo de una de las paredes principales, se alineaban varios hornos de leña, cada uno de ellos lo suficientemente grande como para asar varios cerdos o cocer una docena de panes simultáneamente. Los hornos, construidos en piedra y ladrillo, tenían aberturas arqueadas y robustas puertas de hierro que retenían el calor, permitiendo que la leña ardiera de manera eficiente y continua. El calor de estos hornos impregnaba la cocina, creando un ambiente acogedor incluso en los días más fríos.

En el centro de la cocina se encontraba una serie de fuegos para cocinar, dispuestos en largas filas. Cada uno de estos fogones era una estructura de hierro forjado, con grandes parrillas sobre las cuales se podían colocar calderos y sartenes. La leña, cuidadosamente apilada debajo de estos fogones, se alimentaba a través de compartimentos inferiores, similares a las cocinas modernas pero adaptados para el uso de madera en lugar de gas o electricidad. Estos compartimentos estaban diseñados con compuertas que se podían abrir y cerrar para regular la entrada de aire y, por ende, la intensidad del fuego.

En una esquina, se alzaba una gran mesa de preparación de madera maciza, lo suficientemente amplia como para que varios cocineros trabajaran simultáneamente. Sobre la mesa, un surtido de cuchillos, utensilios de cocina y tablas de cortar estaba dispuesto de manera ordenada. Encima, colgaban ganchos de metal que sostenían una variedad de hierbas secas, listas para ser usadas en la preparación de los alimentos.

A lo largo de otra pared, grandes estantes de madera contenían innumerables barriles, sacos de harina, legumbres y especias. Los barriles estaban etiquetados cuidadosamente, indicando su contenido: vino, aceite, miel y otros ingredientes esenciales para la cocina. Junto a los estantes, varios cofres de madera almacenaban utensilios de cocina adicionales y vajilla de cerámica, suficiente para servir a los trescientos comensales del monasterio.

En el extremo opuesto de la cocina, se encontraba una enorme chimenea que no solo servía para cocinar en grandes asadores giratorios, sino también para calentar agua en grandes calderos. Esta chimenea, con su amplio tiro, aseguraba que el humo se evacuara de manera eficiente, manteniendo el aire de la cocina relativamente limpio.

El suelo de la cocina, hecho de grandes losas de piedra, estaba ligeramente inclinado hacia una serie de desagües, permitiendo que cualquier derrame o exceso de agua se escurriera fácilmente. Esto mantenía la cocina limpia y minimizaba el riesgo de accidentes.

La cocina del monasterio, con su diseño avanzado y funcionalidad, era un testimonio del ingenio y la habilidad de sus constructores. Cada detalle estaba pensado para facilitar el trabajo de los cocineros y asegurar que pudieran preparar grandes cantidades de comida de manera eficiente y segura. El aroma de los guisos, panes recién horneados y especias llenaba el aire, haciendo de este espacio el corazón palpitante del monasterio.

—Es más pequeña, pero estos extraños aparatos para cocinar en lugar de los simples fuegos en el suelo son todo un lujo. Si volvemos al monasterio de la Rosa Ensangrentada pediré su construcción —comentó Elías, y Sylvia notó un tono de nostalgia. Habían dejado muchos amigos atrás y Elías era alguien muy querido en el monasterio. Siempre estaba dispuesto a dar un buen consejo o una palabra de ánimo para cualquier persona.

—¿En qué podemos ayudar? —intervino Seraphina, avanzando.

—Me da vergüenza tener a la sacerdotisa suprema de Olpao como una simple ayudante —sonrió Elías—, pero estaría bien si vais llevando la vajilla al comedor y al menos preparando una mesa para veintitrés comensales; creo que un par de guerreros se quedarán vigilando el puente de entrada —miró a los dos goblins saltarines y añadió—: Vosotros, dejad de saltar y ayudad a Sylvia y Seraphina.

Sylvia y Seraphina, acompañadas por los dos goblins, comenzaron a llevar la vajilla al comedor del monasterio. El comedor del monasterio era un vasto salón que ocupaba gran parte del ala oeste del edificio, diseñado para acoger a todos los miembros de la comunidad en un solo espacio. Sus techos altos y abovedados estaban adornados con intrincadas molduras de madera, cuidadosamente talladas con motivos religiosos y escenas de la vida cotidiana de las hermanas del monasterio. Las paredes de piedra, sólidas y robustas, estaban decoradas con tapices de colores vivos que representaban escenas religiosas y la historia del monasterio.

A lo largo del comedor, se disponían varias filas de largas mesas de roble macizo, pulidas por el uso y el tiempo. Cada mesa estaba flanqueada por bancos del mismo material, capaces de acomodar a cientos de comensales. Las mesas, alineadas en filas ordenadas, permitían una eficiente circulación de los sirvientes que llevaban los platos desde la cocina.

En la parte delantera del comedor, elevada en un estrado, se encontraba la mesa principal donde se sentaban las líderes del monasterio durante las comidas. Esta mesa, más elaborada y decorada que las demás, estaba adornada con manteles bordados y candelabros de hierro forjado. Detrás de ella, una gran vidriera dejaba entrar la luz del sol, creando un juego de colores en el suelo de piedra del salón.

A lo largo de las paredes laterales del comedor, se situaban grandes chimeneas que no solo proporcionaban calor en los días fríos, sino que también añadían un ambiente acogedor y reconfortante. Las chimeneas, con sus amplios hogares de piedra, en el pasado estaban siempre bien provistas de leña, asegurando que el comedor se mantuviera cálido y acogedor incluso en los inviernos más duros, pero ahora esos fuegos permanecían apagados.

Las lámparas de aceite y candelabros colgaban del techo, distribuían una luz cálida y suave que iluminaba todo el salón. Estas fuentes de luz, junto con las antorchas montadas en las paredes, creaban una atmósfera acogedora y tranquila durante las comidas nocturnas.

El suelo del comedor estaba cubierto con grandes losas de piedra, cuidadosamente colocadas para permitir una fácil limpieza. A lo largo de los pasillos entre las mesas, se veían alfombras de colores que amortiguaban el sonido de los pasos y añadían un toque de calidez al ambiente.

En una esquina del comedor, se encontraba un pequeño escenario con un atril, desde donde se leían las escrituras o se daban discursos durante las comidas importantes. Aquí, las líderes del monasterio podían dirigirse a toda la comunidad, proporcionando inspiración y guía.

Grandes ventanas arqueadas, con cristales emplomados, adornaban las paredes, permitiendo la entrada de la luz natural durante el día y ofreciendo vistas al paisaje circundante. Estas ventanas, con sus intrincados diseños de plomo, representaban escenas de la vida monástica y los dioses a los que el monasterio rendía culto, en especial a Nerthys.

En los laterales del comedor, se situaban aparadores y credencias donde se almacenaban los utensilios de servicio, vajilla de cerámica, jarras de vino y agua, y grandes bandejas de plata para servir la comida. Estos muebles, elaborados con madera oscura y decorados con tallas detalladas, eran tan funcionales como estéticamente agradables.

El comedor del monasterio, con su diseño majestuoso y atención al detalle, era un espacio que reflejaba la grandeza y la solemnidad de la vida monástica. Aquí, los miembros de la comunidad se reunían no solo para alimentarse, sino para compartir en espíritu de hermandad y devoción. El murmullo de las conversaciones, el tintineo de los cubiertos y el aroma de la comida recién servida llenaban el aire, haciendo de cada comida un momento de comunión y reflexión.

Mientras preparaban una de las grandes mesas para dar cabida a todos los comensales, varios espectros de las hermanas asesinadas se paseaban por el comedor observando con curiosidad la escena. Seraphina tuvo duda de cuál de las dos Grandes Maestres debería ocupar la cabecera de la mesa, por lo cual decidió no poner menaje en ese punto de la mesa. Por otro lado, la mesa presidencial, siendo tan pocos, le pareció absurdo ocuparla. Conocía bien a Morwen y le gustaba mezclarse con el resto de hermanas. Keira, aunque no la conocía bien, no le había parecido tampoco una mujer altiva. Ello lo había deducido de no haber cuestionado el mando de Morwen a pesar de estar en su monasterio.

Morwen y Keira fueron las primeras en llegar al comedor. Seraphina rápidamente se aproximó hacia ellas.

—Grandes Maestres, perdonen mi atrevimiento al montar una sola mesa, pero siendo tan pocos me pareció mejor la cercanía.

—Has obrado bien. Además, todavía quedan muchas decisiones por tomar, como son los escalafones —contestó Keira.

—Sí, tenemos que ver cuándo las hermanas de este monasterio empiecen a ser un número importante, cómo ponemos la estructura de mando. Ahora mismo somos una familia grande —añadió Morwen, pensando en cómo enfocar la dualidad de posiciones.

Cuando todos terminaron de aparecer y Sylvia se sentó a comer, echó de menos a Evildark y Günter. Nunca le había pasado hasta ahora eso en el antiguo monasterio, pero supuso que al ser muchos más hermanos no le habría tocado guardia a sus compañeros o simplemente estaban asignados a otras tareas al igual que ella.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Marina, viéndola jugar con la comida en lugar de comer.

—Sí, pensaba en Günter y Evildark. Creo que les llevaré un bocadillo cuando termine de comer.

—¿Buscando cómo volver a escaquearte? —bromeó Roberto, con un pellizco de celos. Sylvia lo había dejado totalmente de lado en favor de Günter y no podía entender el motivo.

—Después de comer creo que voy a resucitar otra hermana, por lo cual es igual. Seguramente perderé el conocimiento, por unos minutos no creo que sea muy importante el aumento de la espera de la hermana fallecida. —Iba a intentar resucitar a la niña, pero después de ver el estado del monasterio se preguntó si no sería mejor escuchar a Morwen y Keira.

—Si resucitas otra hechicera estaría genial —intervino de forma animada Harry—. Aurthil es increíble, no sabía el conjuro para restaurar, pero fue enseñárselo Lyanna y es increíble. Ojalá yo tuviera una mínima parte de su poder.

Cuando terminó de comer, Sylvia se acercó a la cabecera e inclinando la cabeza esperó autorización para hablar.

Keira y Morwen la vieron y sonrieron. Estaba decidida a resucitar a la pequeña aun a costa de su salud. Sylvia comenzaba a ponerse nerviosa. Sabía perfectamente que la habían visto, pero no le daban permiso para hablar a pesar de no estar manteniendo ella ninguna conversación.

—Puedes hablar, Sylvia —le dio permiso Morwen tras hacerla esperar un buen rato.

—Me gustaría llevar algo de comer y beber a Evildark y Günter. Tengo entendido que están de guardia en la puerta del puente. Después, si lo consideráis bien, estoy disponible para intentar resucitar a quien consideréis oportuno. Esta mañana fui un tanto caprichosa sin tener en cuenta las necesidades de la comunidad.

Sylvia seguía deseando resucitar a la niña, pero era lógico priorizar la restauración del monasterio a sus caprichos. Morwen y Keira la miraron orgullosas, por lo cual le dieron permiso y le ordenaron volver al comedor para acudir con ellas. Mientras tanto, ellas hablarían con los demás sacerdotes para ver cuáles eran las prioridades a cubrir.

Realizó varias reverencias de cabeza y salió con paso firme hacia la cocina. Cogió un botijo, lo llenó de agua, preparó un par de platos del guiso de carne, lo metió todo en una caja y salió disparada para el portón del puente.

Sylvia caminaba por el pasillo que conducía a la puerta de la muralla con una caja de comida en las manos, el aroma del guiso de carne llenando el aire a su alrededor. El camino era relativamente corto, pero su mente estaba ocupada pensando en los detalles de la reconstrucción y la seguridad del monasterio. Cuando llegó a la puerta de la muralla, se detuvo, impresionada por la majestuosidad de la estructura ahora restaurada.

La puerta de la muralla que daba acceso al puente era una obra maestra de la arquitectura medieval, que se alzaba imponente ante ella. Flanqueada por dos robustos torreones de piedra, cada uno coronado con almenas y dotado de ventanas estrechas para arqueros, la puerta parecía invulnerable. Las enormes puertas de madera, reforzadas con bandas de hierro forjado, estaban cerradas en ese momento, protegiendo la entrada principal al monasterio. Los intrincados grabados en las puertas representaban escenas de batallas y figuras mitológicas, destacando la historia y el poder de quienes habían construido y defendido este lugar.

Los torreones laterales, conectados a la muralla, permitían a los guardianes subir a las almenas y vigilar desde una posición elevada. Las escaleras internas, talladas en la piedra, llevaban a las plataformas superiores desde donde se podía ver todo el entorno del monasterio y más allá, hacia el puente que conectaba la isla con la costa maldita.

Sylvia se quedó asombrada por un momento, admirando los detalles de la reconstrucción. La solidez de la estructura y la belleza de los grabados le hicieron darse cuenta del esfuerzo y la habilidad necesarios para devolverle su antigua gloria.

Sin embargo, no vio a Günter ni a Evildark por ningún lado. Alzó la voz para llamarlos, su voz resonando en el aire fresco del exterior.

—¡Günter! ¡Evildark! ¡He traído comida!

Unos momentos después, las figuras de Günter y Evildark aparecieron en lo alto de la muralla, asomándose desde las almenas. Ambos estaban vigilantes, observando el horizonte y el puente con ojos atentos.

—¡Sylvia! —gritó Günter desde arriba—. ¡Sube aquí, la vista es impresionante!

Sylvia asintió y se dirigió hacia una de las escaleras internas en el torreón izquierdo. Mientras subía, el eco de sus pasos resonaba en la piedra, y una brisa fresca le acariciaba el rostro al llegar a la cima.

Desde su posición elevada, podía ver el puente extendiéndose hacia la costa maldita, sus piedras antiguas y gastadas por el tiempo pero aún sólidas. El horizonte se extendía ante ellos, y la posición elevada permitía una vista clara de cualquier posible acercamiento.

Günter y Evildark estaban junto a las almenas, sus expresiones serias mientras observaban el paisaje. Sylvia les entregó la caja de comida a Evildark y pasó sus brazos por el cuello de Günter.

—Me merezco un beso por haberos traído la comida —susurró con voz melosa.

Evildark negó con la cabeza al ver cómo había cambiado su amigo, mientras Günter la besaba apasionadamente.

—No me han permitido compartir habitación contigo —refunfuñó Günter mientras acariciaba las caderas de Sylvia por encima del vestido—. Hubiéramos podido divertirnos.

—Seguro, pero conociéndote a lo mejor me hacías dormir en el suelo después de divertirnos o de divertirte sin pensar en mi diversión —sonrió Sylvia.

—Te estás subiendo mucho desde que eres la elegida de Nerthys. Voy a tener que volver a tratarte mal —intentó de ser serio Günter, aunque a Sylvia le produjo risa su pobre intento.

—Sylvia estará muy caliente, pero se te enfría el plato —cortó Evildark, cansado ya de oír los arrumacos de ambos.

Günter dejó a Sylvia y cogió el plato restante mientras Sylvia se asomaba al borde de la muralla para ver las vistas.

—Esta puerta es impresionante —dijo Sylvia, mirando alrededor—. La han reconstruido a la perfección.

—Sí, es un buen trabajo —respondió Evildark—. Nos sentimos seguros aquí, y desde esta altura, podemos ver cualquier cosa que se acerque.

Sylvia asintió, sintiendo una renovada sensación de seguridad y admiración por el trabajo realizado. La puerta de la muralla no solo era una barrera física, sino también un símbolo de su fuerza y determinación para proteger el monasterio y todo lo que representaba. Sin duda, debía ser otra hechicera la elegida para terminar de levantar lo más rápido posible el resto de la muralla de la isla. ¿Qué estarían pensando en ese momento en el comedor?