—¿Estás enojado? —preguntó Raine.
—Hmm —fue la respuesta de Torak.
—¿Conmigo? —Raine levantó una ceja—. ¿Cómo podía Torak estar enojado con ella cuando ella fue la que fue mordida por su bestia?
Torak negó con la cabeza—. Conmigo mismo.
—¿Por qué? —Raine no sentía sueño, aunque la noche ya estaba muy avanzada y la luz de la luna ya había iluminado la habitación a través del cristal de la ventana.
—Porque te hice daño —dijo Torak en un tono muy directo.
—No fue intencional —intentó razonar Raine. Se acurrucó más cerca de Torak, pero su movimiento solo causó un dolor agudo en su cuello que la hizo hacer una mueca.
—Por favor... no te muevas —Torak frunció el ceño, apretó los dientes al ver la mueca de dolor que cruzó el rostro de Raine. No se atrevió a tocarle el cuello ni ninguna otra parte de su cuerpo, temiendo añadir a su miseria—. Llamaré a Zafiro.
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