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Al final, Serefina tuvo que conducir otra larga hora antes de que el sol desapareciera en el horizonte y decidieron dar por terminado el día.
Serefina llevó el coche hasta el aparcamiento de una posada y salió del vehículo estirando su cuerpo entumecido, por conducir durante demasiado tiempo.
Para ese momento, Kace ya se había calmado, pero aún estaba completamente alerta.
Lo primero que hizo al salir del coche fue levantar la nariz y oler el aire, buscando cualquier aroma extraño que pudiera ser una amenaza para los tres.
Cuando estuvo seguro de que no había nada raro, tomó su mochila y caminó hacia el interior de la posada con Serefina siguiéndole después de haber lanzado algún hechizo alrededor de la zona.
A Kace le complacían las precauciones que Serefina tomaba para asegurar su seguridad. No quería encontrarse con Gula ni con otras criaturas que no deseaba ver.
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