Esperanza sintió una cálida luz que se filtraba a través de sus párpados cerrados. Pero no lo suficientemente brillante como para lastimar sus ojos, mientras otra chispa danzaba en su mano izquierda.
Esperanza gimió suavemente cuando un dolor repentino le atravesó el cuello, lágrimas se acumularon en sus ojos. Dolía tanto…
Esperanza intentó levantar su mano para tocar su cuello, pero alguien la sostuvo suavemente y una voz dulce susurró en sus oídos.
—Ssstt, está bien Esperanza, estás bien…
Esperanza gimió débilmente. Le dolía el cuello.
Entonces, Esperanza sintió algo fresco y húmedo presionado contra su palpitante cuello. Le dio un poco de comodidad, pero no pudo evitar llorar aunque no abriera los ojos. Dolía tanto. Esperanza sollozó.
—Está bien, Esperanza, cálmate, no llores… —aunque su voz sonaba dulce, estaba teñida de pánico cuando gritó hacia la puerta—. ¡SEREFINA!
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