—Serefina —Kace llamó su nombre cuando avistó a la bruja pelirroja, parada distraidamente en la orilla del río, mirando con una mirada apagada e inalterable el cráter que había creado unos momentos atrás.
Kace y Esperanza corrieron hacia la bruja. Sin embargo, parecía que ella ni siquiera se daba cuenta de que se acercaban hacia ella.
—Serefina, ¿estás bien? —Esperanza tocó sus mangas con cautela. En sus diecinueve años de vida, nunca había visto a Serefina así. Era como alguien que había perdido su alma. Estaba allí como una muñeca sin vida que hacía que los corazones de las personas que la miraban temblaran de agonía.
En ese momento, las cuatro campanas sonaron a través de toda la ciudad, indicando que la reina había entrado a la sala del trono para unirse con el rey.
—Realmente se acabó... realmente ya terminó... —Serefina murmuraba repetidamente en un tono devastador y tembloroso.
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