—Ven conmigo, Yuri, hay algo que necesito que hagas —dijo César.
Yuri y Nikolai fueron rápidos en seguirlo y, al salir de la sala, el señor Sergey los observó, sus hombros subiendo y bajando en evidente enojo.
—¿Ha perdido la mente el alfa supremo por esa humana? —preguntó el señor Tuchev, frunciendo el ceño profundamente—. Esto es completamente inacepta-
—¡Oye, viejo! —Roman le gruñó—. Si quieres soltar la lengua como una perra, hazlo frente a él. ¿Pero detrás de él? ¡Yo te la cerraré! —advirtió, echando una mirada a su padre—. Y en cuanto a ti, papá, sé que no te detendrás, pero quizás solo termines arrepintiéndote de ir en contra de César.
—Estoy seguro de que te preguntas qué pasó con tu pequeña lacaya omegana, Diana —Una risa ronca retumbó en su garganta—. Ve a preguntarle en el infierno. Tal vez ella te dé algunas ideas sobre el camino que estás recorriendo.
Con eso, se dio la vuelta y salió de la sala pasando una mano por su cabello oscuro.
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