William Cole regresó a la habitación de Chloe Anderson.
En este momento, el rostro de Chloe era negro como el carbón, como una figura de carbón, yacía en la cama.
Varios médicos estaban de pie sin poder hacer nada.
La condición de Chloe era peor de lo que William había imaginado, y frunció el ceño preocupado.
Al ver esto, Tommy Booth se rió complacido:
—¿No estabas alardeando hace un momento? —preguntó burlón—. ¿Dijiste que tu aguja de plata podía salvar personas? ¿Por qué no estás haciendo nada ahora? Te dije, ¡no puedes salvar a la Srta. Anderson!
Tommy simplemente sacudió la cabeza, riendo.
La cara de Jack Anderson se volvió extremadamente sombría. Su voz helada resonó:
—¿Te divierte que la vida de mi hermana esté en peligro?
—Sr. Anderson, yo... —Tommy se sorprendió. Su cuerpo se cubrió de un sudor frío como si fuera el objetivo de una serpiente venenosa.
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