Salgo por el pasadizo. Delante de mí está Pu Rong. No está muy contenta. No importa. Cuando salimos, nos esperan siete estudiantes. Como Bronceada había dicho, hay dos en la etapa nueve y dos en la ocho. La empujo hacia ellos.
–Podéis charlar con ella.
Es el trato que hemos hecho. Aunque no esperamos que lo cumplan. Por lo menos, los distraerá un rato.
–Pero mira a quién tenemos aquí. ¿No es la putita de Rong? Te echaba de menos– la saluda Ma Lie.
Con una mano le agarra la muñeca. Con la otra, un pecho. Con rudeza.
–Oh, sí, me acuerdo de esta zorra. Daba buenas mamadas– añade el otro en la etapa nueve, bajándose el pantalón. Supongo que los más fuertes van primero.
–No te olvides de nosotros– hacen lo mismo los de la ocho.
–Daros prisa. También queremos nuestro turno– protestan el resto, entre risas.
Aún de pie, la obligan a doblarse hacia delante. A meterse el miembro en la boca. Sus otras dos manos cogen los de la etapa ocho. Ma Lie le abre la ropa. Las piernas. Se frota contra ella. Y enseguida la penetra. No creo que estuviera del todo mojada. Son unos brutos.
–Ah, tan apretada como siempre. Echaba de menos tu coñito– exclama Ma Lie, despectivo.
Enseguida empieza a moverse violentamente dentro de ella. Le debe doler. Si es que no tiene alguna técnica para evitarlo. Yo estoy justo en la entrada del túnel. Como queriendo asegurarme de que puedo huir dentro. Mi etapa esta sellada en la siete. Aunque es un sello muy débil. Tiene la ventaja de que se puede romper rápidamente. La desventaja es que cuesta mantenerlo. Pero es ideal para este momento.
Con piedras de diferentes colores, marco la posición de los diferentes discípulos dentro de la Residencia. Para informar a las chicas de la situación exacta. Blanca para los de nueve. Negra para los de ocho. Otras para el resto. Una verde para Rong. Que está siendo follado con brutalidad.
–¡¡Aaah!! Eres buena con la lengua– exclama uno de ellos, corriéndose en su boca.
Ma Lie no tarda mucho más. No duran mucho. Empuja unas veces más dentro de ella, satisfecho. Mirándola con prepotencia.
–¿Ya me toca?– ríe otro de ellos, desde atrás. Pero pronto deja de reír.
–¡¡Aaaaaaarghhhh!!– grita de dolor el primero de la etapa nueve.
Song lo ha atravesado con la lanza. Yo me lanzo hacia Ma Lie, mientras Liang le dispara. Solo está en la etapa dos, pero es una buena distracción. La dejo con Pan Ning. Por si tiene que defenderla.
Las hermanas van a por los que están en la etapa siete. Ma Lang va con ellas. Shi y Rui a por los de la ocho. Con Wan no podemos contar. No sabe luchar. Y de Bronceada no nos fiamos.
Ma Lie, que se acaba de correr, recibe la punta de mi bastón en el rostro, con qi. Lo acabo de sacar del Almacén. Le rompo la nariz. Cae al suelo. El siguiente golpe es en su miembro. Uno de sus testículos explota. Debe de doler. Vuelvo a golpearle en la cabeza. Cae inconsciente. Está como yo, en la nueve. Pero lo he pillado totalmente por sorpresa. Y con los pantalones bajados.
Song saca la lanza y la vuelve a clavar. Está una etapa por debajo, pero lo ha pillado por sorpresa. Totalmente indefenso. El primer ataque le ha atravesado la espalda, saliendo por el estómago. El segundo, la rodilla. No se podrá mover.
A los de la ocho, los pillan con la polla fuera de sus pantalones. A uno incluso con los ojos cerrados. Apenas tienen tiempo de reaccionar. Shi le ha cortado el miembro. Está retorciéndose en el suelo. Lo remata atravesándole el cuello. Nunca, nunca, nunca hacer enfadar a Shi.
Rui ha apuñalado al otro en el costado cuando intentaba empuñar su arma. Este ha intentado apartarse. Pero no es fácil con los pantalones bajados. Quizás se ha movido lo suficiente para evitar ser herido en un punto vital. Pero ha tropezado. En el suelo y sangrando, está en demasiada desventaja. Cuando empuña la espada, ha perdido de vista a Rui. Está a su espalda. Esta vez le atraviesa el corazón. Con precisión, entre las costillas.
Las gemelas son quienes lo tienen más difícil. Estaban más lejos. Y estos no estaban en medio del sexo. Pero solo tienen que aguantar hasta que lleguemos los demás. Eso sería suficiente. Pero diría que no tienen esas intenciones.
Van cada una hacia uno. Sus ataque son bloqueados y retroceden. Las dos se vuelven, intercambiando adversarios. Confundidos, no saben de quién defenderse. Uno de ellos salta hacia atrás. El otro logra bloquear, pero ha perdido la iniciativa. Yi le ataca por el costado, atrayendo su atracción hacia allí. Yu está libre por un momento. Su adversario ha retrocedido. Así que apuñala al de su hermana por la espalda. Luego salta hacia el suyo.
La herida es grave. No sé si letal. Lo que es letal es la distracción que provoca. El que se vuelva un momento. Yi lo estaba esperando. Le atraviesa la mano con la que coge el arma. La espada cae al suelo. Le clava la otra daga en el cuello. Cae muerto. Yi va a apoyar a su hermana. Es un dos contra uno. Y no tarda en aparecer Rui.
Lang solo logra contener al otro. Su habilidad y experiencia no es muy alta. Se quedan mirando un rato. Sin atreverse ninguno de los dos a atacar. Esperando un error. Ella con sus dos espadas. Él con hacha y daga. A Lang ya le va bien retrasarlo.
Llega Shi cuando no han intercambiado ni un golpe. Contra las dos, no tiene nada que hacer. Shi ataca. La bloquea con dificultad. No ha usado ninguna habilidad. Solo la fuerza de su etapa, superior a su adversario. Lo mantiene bajo presión de su fuerza superior. Las armas entrecruzadas. Lang solo tiene que rematar desde el costado.
El otro, cae ante las gemelas y Rui. Lleno de cortes. No está muerto. Aún. Pero tiene varios tendones cortados. No puede moverse.
Miro a Rong. Se ve extremadamente miserable. Supongo que debe sentirse humillada y enfadada. Aunque no sé si con ellos o con nosotros. Conmigo. Quizás con todos. Tendrá que aceptar que es una esclava. Que la podemos usar como queramos. Así hemos sido siempre los esclavos. Me acercó a ella y le doy un cuchillo.
–Puedes hacer con ellos lo que quieras– le doy la oportunidad desahogarse.
Ella me mira. Coge el cuchillo. Se gira hacia Ma Lie. Está en el suelo. Con la cabeza abierta. La pierna rota. Pero aún respira. Le clava el cuchillo justo bajo el hombro.
–¡¡Aaaaaarrgh!! ¡Zorra! ¡Te voy a…!– despierta de golpe.
Pero no solo está muy herido, sino que no le dejo moverse. Le rompo el brazo con el bastón. Sin poder defenderse, con qi y el brazo contra la roca, el hueso se parte con facilidad.
–¡Cabrón! ¡Muérete!– grita Rong.
Le clava varias veces el cuchillo. Al menos diez. Ninguna mortal. No inmediatamente. Lo mira mientras recobra el aliento. Luego una sonrisa cruel aparece en su rostro.
–¡Aaaaagh! ¡Nooo! ¡¡¡AAAaaaaaaaaaaggrrrh!!!
Ha llevado el cuchillo a su entrepierna. Le ha cortado el miembro. Ha tardado unos quince segundos en hacerlo. Lo deja allí, agonizando. Se levanta y se va hacia el otro en la etapa nueve. Aún respira. Aunque su estómago está agujereado. No vivirá mucho
Le corta el miembro a todos los que quedaban vivos. Dejándolos agonizar. Siento un sudor frío. Es una escena un tanto macabra. Shi se acerca y le coge el cuchillo con suavidad. No opone resistencia.
–Que se lave y descanse– le ordena a Ning.
Me mira. Las mando a las dos dentro. Aunque primero hago que Ning ponga una barrera más. Para que el olor a sangre no salga de la cueva. Al menos hasta que nos vayamos. Luego pondré otra para insonorizarnos del todo. No puede volver a pasar. También devuelvo a Rui. Solo queda uno. Agonizante. Song lo remata. Guardo los cuerpos. Sus pertenencias ya las revisarán mañana.
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Entro mientras las chicas se lavan. Liang se queda conmigo. Lavándome. Pone especial énfasis en mi entrepierna. La miro como indignado. Acaba conmigo en la bañera. Más bien, en la cuba, donde follamos. Mientras las otras le explican a Wan lo sucedido. No sé con cuánto detalle. Tampoco me preocupa mucho. Estoy ocupado con la boca de Liang.
Está sentada sobre mí. Besándome. Agarro su culo. La ayudo a moverse arriba y abajo. Es tan delicada. Tan tierna. Tan apretada. Me sonríe cuando nos dejamos de besar. Se muerde el labio cuando el placer aumenta. Grita mi nombre cuando se corre. Cuando la lleno. Nos quedamos abrazados un rato. Pero el resto se está impacientando.
La devuelvo y llamo a Yu. Hoy toca una a una. Estaba haciendo pucheros. Le aprieto las mejillas antes de que pueda reaccionar.
–¡Kong!– exclama enojada.
Como una niña pequeña. Una niña algo crecida. Con un precioso culo redondeado. Y unos pechos deliciosos. Me gusta mordisquearlos. Como sus labios. Está sobre mí. Dándome la espalda. Casi recostada sobre mí. Pero sin llegar a tocarme con la espalda. Yo acaricio sus caderas. Ella se mueve y jadea. Yo también me muevo. Sincronizados.
–¡Espera Kong! ¡Aún no! ¡¡Ahhh!! ¡¡¡HAAAAAaaahhh!!! ¡¡Sí!! ¡¡Ahora!! ¡¡¡Aaaaaaahhh!!! ¡¡¡Vamos!!! ¡¡¡¡AAaaaaaaaaaaaaAAAHHHH!!!!
Cae sobre mí cuando la lleno. La abrazo. Aprovecho para acariciar sus pechos. Para besarla en el cuello. Disfrutamos de nuestra calidez un rato.
La siguiente es Lang. Aún es algo tímida. Sobre todo si está a solas conmigo. La pongo sobre la cama. Yo de pie fuera. Sus piernas abiertas. Que se acaban cerrando tras de mí. Sus manos en mi cuello. De vez en cuando me pide que la bese. Incluso me aguanta la mirada unos segundos antes de sonrojarse. Ha aceptado su situación muy rápido. Y no parece lamentarse.
Cada vez que empujo hasta el fondo, sus pechos rebotan lascivamente. Cada vez que la beso, se estremece. Cuando acabamos, me quedo un rato acariciándole el pelo castaño. Sus trenzas. Besando suavemente sus mejillas. Sus labios. Ella está roja. Pero no huye de mis caricias.
A Shi también la follo sobre la cama y yo fuera. Pero bocabajo. Bombeando dentro de ella. Atacando sus orejas y su cuello con mis dientes y mis labios.
–¡Ahh! Kong ¡Así! ¡¡Aaah!! ¡¡Dame fuerte!! ¡¡¡Aaaah!!!
De hecho, se ha puesto en esa posición cuando ha llegado. Mirándome sugerente. Moviendo su culo. La he azotado una par de veces como a una niña traviesa. Con suavidad. Luego he estado acariciándola hasta que se ha mojado lo suficiente.
–Entonces, di que eres mía– la provoco.
–¡¡Aaah!! ¡Soy tuya! ¡Por hoy!– responde, riendo y jadeando. Sé que me hará decir esas misma palabras otro día.
Tras el segundo orgasmo, empujo más lentamente. Con suavidad. Disfrutando de su interior. De su piel. De sus formas. La amo. Como a todas. Y un poco más. Me siento satisfecho cuando la lleno. Saboreo el tiempo que tenemos para estar abrazados.
A Yi la follo con su cabeza en el suelo. Sobre un cojín. Yo de pie. Sus piernas estiradas tras de mí. Su culo alzado. Ella inclinada. Quejándose y jadeando. Mirándome.
–¡Ah! ¡Kong! ¡Así es…! ¡¡¡¡AAAAAAAaaaahh!!!!
No puedo besarla ni jugar con sus pechos. Pero si con sus nalgas. Mirarla a sus ojos verdes. Ver como su cuerpo vibra. Su pelo rubio desparramado por el suelo. Sus mejillas sonrojadas del placer. Quizás algo de vergüenza.
Luego nos quedamos sentados. Abrazados. Ella sobre mí. Yo prometiéndole no contarle nada a su hermana. Son adorables.
Song contra la cama. Yo sobre ella. Con las piernas presionadas contra su cuerpo hasta las rodillas. Disfrutando de sus pechos grandes y pecosos. De sus labios juguetones. De esos ojos adorables. De esa sonrisa traviesa. Me muerde el labio cuando me despisto. Me lame la oreja. Se mueve a veces a mi compás. Aprieta a ratos su interior, buscando causarme placer. Sorprenderme.
La miro y me encuentro con el profundo verde de sus ojos. No puedo evitar besarla de nuevo. Mis labios se encuentran con los suyos a medio camino. Esta vez soy yo quien le muerde.
–Malo. Rencoroso– ríe, antes de que su lengua encuentre la mía.
Cuando nos corremos, nos quedamos mirándonos un rato. Su pelo pelirrojo está pegado a su rostro por el sudor. Es preciosa. Nos quedamos abrazados. Hasta que es hora de llamar al resto. Liang y Yi duermen conmigo. Hoy las gemelas están enfadadas, así que se han separado. Algo habitual.
Tenemos que descansar. Mañana comienza el viaje de vuelta. Por territorio inexplorado.