Al día siguiente, es el turno de Ken. En lugar de esperarla en mi cabaña, salgo después de entrenar. Y me voy a la de mis pervertidas. Cuando entro, están las tres. Vestidas con la misma ropa modesta e inocente. Resultan de lo más chocante. Están preciosas.
–Hola, mis inocentes niñas. ¿Me estabais esperando?– las saludo.
–¿Quién eres tú y qué haces aquí?– responde Bei Liu, queriendo parecer asustada.
–¡Tenemos que escapar! ¡Es un pervertido!– exclama Bi Lang.
–¡Huid vosotras! ¡Yo me sacrificaré para que escapéis!– se adelanta Ken, haciéndose la heroína.
–Así que tú eres la primera. Pero no te preocupes, ellas no escaparán– aseguro, con un tono que quiere parecer malvado.
–––¡¡¡NOOOO!!!
Cabe decir que no se resisten mucho. Ken es especialmente apasionada. Y esta vez todas llevan ropa interior. Tanga y sujetadores que cubren más bien poco. Son los que compré para ellas. Las tres casi iguales. Contrasta con la ropa modesta.
Nos quedamos hablando y riendo. Después de una larga sesión de pasión.
–¡Ai y Shu no me dijeron nada! ¡Me las pagarán!– amenaza Ken, después de ver los de Sai y sus hermanas.
–La próxima vez, me aseguraré de que seas la primera– le aseguro.
–¿La próxima vez? ¿Qué tramas?– me mira acusadoramente.
–Aún nada, pero algo se me ocurrirá. Estoy abierto a sugerencias– sonrío.
–Mmm… Pensaré en algo…– amenaza.
–¡Yo también!
–¡Y yo!
–¿A espaldas de Kong?
–Eso sería interesante.
–Habrá que planearlo bien.
Sus amigas se apuntan. Y empiezan a conspirar contra mí.
–Os estoy oyendo…– me quejo.
Las tres se giran y me sacan la lengua. Traviesas. Adorables. Aunque puedo ver la tristeza en el rostro de mis pervertidas cuando su amiga se tiene que ir. Cargada de troncos.
Por suerte, hay cosas que hacer. Así que resulta fácil conseguir levantarles el ánimo.
–¿Hay que hacer algo para mañana?– pregunto.
–¡Claro! ¡Ayúdanos a poner los adornos!– se levanta Bei Liu.
–¿No deberías vestirte primero?– sugiero. Aunque, a decir verdad, no me importa si lo hace desnuda.
–¡Así estamos más sexis! ¿O no puedes resistirlo?– me guiña un ojo Bi Lang.
–¿Y qué haréis si no puedo resistirlo?– pregunto con claras segundas intenciones.
–Rendirnos a las circunstancias, por supuesto– asegura su amiga, moviéndose sensualmente.
Así que, al final, vamos poniendo los adornos. Los tres desnudos. Con muchos roces. Varios besos. No pocas caricias. Cuando acabamos, las cojo por sorpresa y las llevo a la cama.
–Vuestro castigo por ser tan desvergonzadas– las condeno.
–¡No! ¡Socorro! ¡Nos portaremos bien!
–¡Por favor! ¡No más! ¡Nos portaremos mal!
Las dos gritan y patalean. Aunque, cuando las dejo sobre la cama, son ellas las que me cogen y arrastran hacia sus cuerpos. Toca una última y sensual ronda.
—————
Al día siguiente, llevo a las chicas al mercado. Como venganza, han decidido comprarme ropa cada una. Y voy a tener que llevarlas para ellas, una cada día. No puedo negarme. Quizás sea un gasto excesivo de puntos. Pero no es mucho comparado con los que tengo. Y ellas no me han dejado decir que no. Dicen que también tengo que comprar para mí.
Por la tarde, tengo una fiesta de cumpleaños. Estoy charlando y esperando con Fen Huan, Pen y Ye Bi. Mis pervertidas se han ido a buscarla. No sé muy bien con qué excusa la traen. No creo que se lo espere.
–Ya llegan– avisa Pen.
Lleva el vestido que le compré. Está preciosa. Es un vestido más bien de fiesta. Así que se lo ha puesto cuando ha llegado. Fen Huan también lleva el suyo. Le da un aspecto salvaje. Quizás, aguerrido. Le queda bien.
Nos quedamos en completo silencio. Esperando a que entren.
–¡Liu'er! ¿¡Por qué me tapas los ojos!?– se queja Yan Xiulan cuando abren la puerta.
––––¡¡Feliz Cumpleaños!!–––– exclamamos todos a la vez.
–Ah… ¿Todos…? ¿Cómo… lo habéis sabido?– pregunta ella.
Se la ve totalmente anonadada, incapaz de reaccionar. No se lo esperaba. Ha valido la pena la sorpresa. Me encanta la cara que ha puesto.
–Le preguntamos a tus padres. ¿No vas a saludar a los invitados?– la empuja Bi Lang.
–Sí, claro… ¿Cómo que mis padres? No los conocéis– sigue desconcertada, mientras abraza a Pen.
–Sabíamos la ciudad. Así que enviamos una carta a los joyeros– sonríe Bei Liu, orgullosa. No le importa revelarlo. Más bien, lo contrario.
Yan Xiulan está aún está desorientada. Tanto, que me acaba abrazando sin darse cuenta. Eso la hace reaccionar. Se separa de repente, roja. Las chicas se ríen. Lo han provocado.
No le dejan pensar en ello. Las que quedan, la abrazan también mientras la felicitan. Le hacen soplar el pastel. No tiene tiempo de pensar en nada. Acaba sonriendo como una niña.
Mis pervertidas han desaparecido un momento. Y aparecen con los vestidos que les regalé.
–Por el gran qi. No parecéis vosotras– se asombra Ye Bi.
–Nos los regaló Kong. El muy pervertido… Es vergonzoso salir con ellos– explica Bi Lang.
–También el mío y el de Huan'er– añade Pen.
–Ah, qué suerte…– expresa sin darse cuenta Ye Bi.
No lo hace como protesta. Creo. Sabe la relación que tenemos. Así que es normal que les haga algún regalo. Aunque ese tipo de respuesta es el que estaban esperando.
–Bueno, parece que tuvo fiebre y compró para todas. Ya que lo pide, ¿por qué no les das el suyo?– sugiere Bei Liu.
–¿Eh? ¿Para mí también?– se sorprende Ye Bi.
–Y para Xiulan'er. Vamos, Kong, dáselos–pide Bi Lang.
–Voy, voy.
Miro de reojo a mi joyera. Está sorprendida. Y está enrojeciendo por momentos. Saco los vestidos. Son de una pieza los dos. De diferentes colores y diseños. Aunque ambos aptos para llevar por la calle.
El de Ye Bi es verde. Hace juego con su cabello. El de Yan Xiulan es rosa, su color preferido. Las dos se quedan mirando el suyo. Parecen sorprendidas. Pero las chicas no les dan tiempo para pensar.
–Venid, probároslos– coge Bei Liu a Ye Bi.
–Vamos– hace lo mismo Bi Lang con Yan Xiulan.
–¿Aquí? ¿Ahora?– casi entra en pánico nuestra joyera.
–Claro. Tranquila, no puede vernos detrás de la cortina– asegura Bi Lang.
–Nosotras nos aseguramos de que no mire– se ofrece Pen.
Fen Huan asiente. Me mira amenazante. Está graciosa.
–Ni que fuera a mirar. ¿Por quién me tomáis?– me quejo.
–¡Por un pervertido!– me critica Bei Liu.
Las demás se ríen. Y le dan la razón. Mejor no digo nada. Estoy en clara desventaja numérica.
Ye Bi también se ríe. Me guiña un ojo antes de ir con ellas. Yan Xiulan no me mira. Está roja. Pen me besa.
–Te tenemos que entretener para que no mires– se defiende.
Fen Huan se suma. Solo besos y caricias. Nada demasiado atrevido.
–¡No pienso ponerme eso!– se oye a Yan Xiulan.
–¡Pero si te quedaría genial! Va a juego con el vestido. Las hemos comprado para ti. Te quedaría monísimo el sujetador. Estas bragas son preciosas. Seguro que a Kong le encanta– intenta tentarla Bi Lang.
–¡No tapan nada! ¡Ni hablar!– se niega con rotundidad.
–Entonces, ¿se las enseñarías si taparan?
–¡Yo no he dicho eso!
Ya veo. Así que decidieron comprarle ropa interior. Les encanta molestarla.
–Vale, vale. Pero son tuyas. Llévatelas. Póntelas otro día– se oye a Bei Liu.
–¿Y para mí no hay?– bromea Ye Bi.
–No es tu cumpleaños– se oye a Bi Lang.
–Lástima. Estaría muy sexy con algo así– sigue bromeando la hacedora de talismanes.
Finalmente, salen. Ye Bi se mueve y se da la vuelta. A Yan Xiulan, la tienen casi que obligar.
–¿Qué tal?– pregunta Bei Liu.
–Están realmente preciosas. Tengo que reconocer que tengo buen gusto con la ropa– bromeo.
–Ja, ja. ¡Presumido!– me pellizca Pen.
–¡Ay!
–Aunque es verdad que les queda bien– asegura Fen Huan.
–¿Qué tal un baile para estrenarlos?– sugiere Bi Lang.
–¡Buena idea! ¡La del cumpleaños la primera con Kong!– exclama Bei Liu.
Yan Xiulan quiere negarse. Ya estaba roja. Pero no la dejan. La obligan a acercarse. Cuando tiendo mi mano, ella ya no tiene fuerzas para negarse. La coge. Mirando la mano, pero no a mis ojos.
No es tan incómodo como la primera vez. Nos han hecho bailar en cada cumpleaños. Aunque rara vez me mira directamente a los ojos desde tan cerca.
–Gracias por el vestido– dice en un murmullo mientras bailamos.
–Gracias a ti por aceptar mi pequeño capricho. Te queda realmente bien– la halago.
No responde. No me mira en todo el baile. Ni deja de estar roja.
Ye Bi es mucho más alegre. Incluso atrevida. Aunque nunca demasiado íntima. Se divierte estando con nosotros. Incluso coquetea. Es una buena amiga. Pero nada más. Suficiente tiene con su familia y su medio prometido medio acosador. No sé cómo podríamos ayudarla. Solo podemos estar para lo que nos necesita.
Las otras cuatro son mucho más íntimas. Incluso me besan en algún momento. Puedo ver que todas han estado hablando con Yan Xiulan. Parece haberse tranquilizado un poco. Aunque aún aparta la mirada cuando se encuentra con la mía.
No es hasta un trozo de pastel después, y ganarme en un juego de cartas, que parece haberse recobrado. Sigue tímida, pero es normal en ella. Incluso me besa la mejilla cuando se va. Ambas con sus vestidos nuevos. Están preciosas las seis.
–Recogemos todo esto prim… ¡¡Eeeehh!!– me ofrezco, antes de ser arrastrado.
Me desnudan. Entre risas. Mientras que ellas se quedan semi desvestidas. Mostrando la ropa interior que también les compré. Acusándome de pervertido. Pero llenándome a besos, caricias y sexo.
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Por la mañana del día siguiente, Hong sube a 7. Ya está habituada a ser cultivadora. Y ha hecho progresos más que notables con el hacha. Ya hace tiempo que puede manejarla con soltura. Le queda mucho por aprender. Pero tiene mucho interés. No quiere ser una ama de cría débil e indefensa.
Como siempre, voy a hacer copias y hablo con los esclavos. Lo más relevante son los rumores sobre la desaparición de los hermanos Zhi. Nadie los ha visto desde hace días.
No me extrañaría que algunos de sus conocidos sospecharan de mí. Igual, esa Chu Hua sabía qué tramaba. Aunque, con suerte, esperaría a decírselo después. Total, no podía estar seguro de si caería en su trampa. Si es así, ya no lo sabrá nunca.
Sin duda, nos confiamos mucho. Creíamos que con vigilarlo a través de los esclavos sería suficiente. No previmos que él pudiera simularlo para engañarnos. Que supiera o supusiera que le estábamos vigilando. Tendremos que ir con más cuidado.
No sabemos si otros admiradores de Chu Hua me tienen en su punto de mira. Por suerte, la secta debería estar fuera del alcance de Dai Fen. No sé si le quedaran contactos dentro, pero su familia no tiene influencia aquí. Y su cultivación no era tan alta cuando era estudiante. Son ricos fuera, pero eso es todo. Para la secta, no son nada.
Es cierto que hay otros a los que no caigo bien. Pero, por ahora, no parecen ser tan hostiles como para quererme matar. Aunque eso no significa que no tengamos que vigilarlos.
Tengo también que reconocer que estoy entrenando con más ganas de lo habitual. Es divertido hacerlo con alguna de las chicas. E interesante intentar usar el qi sobrante con una habilidad como Bastón Fantasma.
Quizás, lo peor es que van vestidas. Dicen que, si no, me distraigo demasiado. Es una pena, pero tienen razón. Resulta difícil no mirar a sus pechos botando. A su tersa piel bañada por el sudor.
Por desgracia, la sugerencia de que fueran desnudas para entrenar mi concentración ha sido desestimada. Más bien, se han reído y burlado. Tenía que intentarlo. Aunque casi me cuesta ir desnudo solo yo.
De todas formas, eso no significa que no pueda abrazarlas y besarlas cuando acabamos. Incluso manosearlas un poco. O ellas manosearme a mí.
Lo mejor es que el progreso puede notarse. No es como otras veces, que hasta que no llegas a un mínimo, no parece haberlo. La ilusión de alargar el bastón se va viendo cada vez más clara. Aunque no aún tangible. Ni de más de un par de centímetros.
Puedo usar la habilidad con mi propio qi normalmente. Lo que me falta es usarla con el qi producto del impacto entre nuestras armas. Manipularlo. Darle forma. Más adelante, vendrá cuando nos peleemos por el qi, para usarlo cada uno y quitárselo al otro.
O cuando lo mezclemos con nuestro propio qi. De esta forma, aunque lancemos la habilidad con nuestro qi, ahorraremos lo que aprovechemos del otro. La dificultad estará en unir diferentes qis para hacer lo mismo. Bueno, eso será más adelante. Por ahora, aún estamos en la primera fase.
Llamo a Ning. Necesito recuperar qi. Y ella está más que dispuesta a colaborar. Abriendo lujuriosamente sus piernas. Acariciándose sus pechos provocativamente.