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Promesa (II)

Después de comerme, me montan una tras otra. Yo sobre la mesa. Sometido totalmente a ellas. Dejándolas hacer conmigo lo que quieran. Aparte de acariciarlas. De pelear contra sus lenguas. De añadir un poco de qi.

Tras ello, nos movemos a la cama. Desnudos. Ellas tumbadas sobre mí. Hablando. Están realmente contentas por haber subido tan rápido. No es espectacular, pero sí un buen tiempo. Me aseguré de ello.

Dicen que quizás es gracias a mí. Obtuvieron una técnica de cultivación dual. Más bien básica. No como la de Tai Feng. Les permite limpiarse después del sexo, absorbiendo mi semen. Y usando un poco para cultivar. Es más bien un complemento que una técnica exclusiva.

Es una buena explicación de por qué ahora van más rápidas. Y una buena excusa para mí. Fue una buena sugerencia.

Mientras hablamos, no sobran caricias. Tampoco besos. Lo que nos acaba llevando de nuevo a sexo. Esta vez, se someten a mis caprichos. Más que complacidas. Siendo folladas a cuatro patas. Y castigadas con azotes en las nalgas, que son más bien caricias. Aunque hacen como si gritaran de dolor. Les encanta jugar.

No somos demasiado intensos. Tenemos todo el día. Queremos disfrutar de nuestra compañía. De nuestro contacto. Antes, tenía la cabeza sobre el regazo de una. Los pies sobre el de la otra. Ahora, están las dos recostadas sobre mi pecho.

Están decididas a intentar hacer prendas mágicas. Con runas. Aunque les interesa sobre todo los diseños. Por ahora, solo ayudan en la confección de la tela. Hasta llegar a Alma, no pueden ser más que aprendices. Aunque han ido aprendiendo algo de runas con ayuda de Yan Xiulan. Cuando quieren, se esfuerzan.

De repente, llaman a la puerta.

–¿Quién será …? ¡Kong!– protesta Bei Liu cuando le tapo los ojos. También a su amiga.

–Cerradlos. No los abráis hasta que yo diga– les ordeno.

–Vale...– acepta Bi Lang.

Su amiga asiente. Saco la mano. Los tienen cerrados. Las dos confían plenamente en mí. Yo me levanto. Me pongo por encima la sábana. Por si alguien más me ve. Aunque no me importa si es la que está en la puerta. Abro. Pongo mi dedo en mis labios. Indicando silencio.

Ken asiente y sonríe. Me sigue dentro. Las ve a las dos con los ojos cerrados. Sonríe traviesa. Me besa suavemente en los labios. Se acerca a ellas.

–¡Felicidades!– exclama, a la vez que se lanza en la cama y las abraza.

–¡Ken!– le devuelve el abrazo Bei Liu después de la sorpresa.

–¡Kong es muy malo! ¡No nos había dicho nada!– también la abraza Bi Lang.

–¡Kong! ¡Qué haces!– protesta entonces Ken.

–Igualándote a todos. No puedes ser la única que esté vestida.

–¡Cierto!– me ayuda Bi Lang.

–¡Por supuesto!– también se une Bei Liu.

–¡Traidoras!– protesta Ken, pero no se resiste.

Así que estamos un rato los cuatro hablando. Bueno, yo solo puedo hacerlo entre sexo y sexo. Ellas pueden hacerlo las dos que están libres. Si es que no deciden molestarme.

Cuando le conté la promesa a Ken y le sugerí que viniera, fue la primera en proponer cómo. Habló con sus amigas para poder cambiarse. No sabíamos cuándo mis pervertidas iban a volver. Sé que les ha encantado la sorpresa.

El tiempo que puede estar con nosotros es limitado. Pero es extremadamente valioso. Me encanta tenerlas a las tres conmigo. Me encanta verlas juntas. Incluso cuando conspiran contra mí.

Les quedaba algo de comida. Así que han invitado a Ken. Y me ha obligado a "ser el mantel" otra vez. Se ha reído mucho. Y ha sido muy sensual.

–Ser malas con él por mí– se despide cuando se tiene que ir.

–Solo porque nos lo pides– se hace Bei Liu la remolona.

–¡Le daremos su merecido!– amenaza Bi Lang.

–Sé también malo con ellas– me pide también a mí, besándome.

–Faltaría más– aseguro.

–¡Traidora!– la acusa Bei Liu.

–¡Eso, que sea malo con nosotras!– ríe Bi Lang.

Todos nos reímos. Siempre resulta triste verla marcharse. Así que es mejor hacerlo con una sonrisa. Y Ken lo sabe. Nos conoce bien. Se merece más.

Pasamos el resto de la tarde riendo, follando, hablando, haciendo planes. Quizás, es cierto cumpleaños el más controvertido.

–Es imposible que sea sorpresa cuando lo estás esperando– suspira Bei Liu.

–El tuyo fue sorpresa…– refunfuña Bi Lang.

–¿Y cómo hacemos que te olvides para que sea sorpresa?– se exaspera su amiga.

–Que Kong me folle hasta que se me olvide– sugiere la otra.

–¡Pero entonces se me olvidaría a mí también!– se burla Bei Liu.

–Pervertidas…– las acuso.

–Lo dice el que lo tiene tieso– me delata Bi Lang.

–Quizás, si tu mano no fuera tan traviesa…– me defiendo.

–Excusas… Ahora tendremos que bajarlo– suspira Bei Liu, más bien excitada.

–¡Es mi turno!– reclama su amiga.

–Tch. Se ha acordado…– hace la otra como si estuviera decepcionada.

–No pienses que te vas a escapar. Tú eres la siguiente– la trato de intimidar.

–¿Cómo me voy a escapar de ti?– pregunta seductora, besándome.

Así que, una tras otra, volvemos a tener sexo. Esta vez yo sentado. Y ellas sentadas sobre mí. Una de espaldas. La otra de cara. Ambas apasionadas.

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Pasamos sensualmente la tarde juntos, hasta que llaman a la puerta. Esta vez, soy yo quien tengo que cerrar los ojos. Supongo que yo también me fío de ellas.

Oigo pasos. Oigo el sonido que parece el de la ropa deslizarse. Dos presencias suben a la cama. Me besan cada una a un lado. Reconozco su olor. Incluso su forma de respirar.

–Pen'r, Huan'er, bienvenidas– las saludo.

–Os dije que lo acertaría– ríe y me besa Pen, esta vez en los labios.

Fen Huan también me besa. Y mis pervertidas se acercan.

–¿Cuál es mi premio por acertar?– exijo.

––––Nosotras–––– dicen a la vez las cuatro, sensualmente. ¿Lo han ensayado?

–Invitamos también a Xiulan'er, pero no quiso venir– ríe Bei Liu, mientras se acerca a la cama.

–Ji, ji. Se puso muy roja– ríe Bi Lang.

–Malvadas– ríe Pen.

–Os voy a tener que castigar– me hago el enfadado.

–Aceptaremos tu castigo– asegura ella, sensual de nuevo. Bueno, quizás lo es siempre.

–Todo el castigo, enterito, hasta el fondo– reitera su amiga, lujuriosa.

–También puedes castigarme a mí– se ofrece Pen.

–Y a mí– Fen Huan se une.

Así que las castigo a todas. Y luego se rebelan contra mí. Y luego… Estamos casi toda la noche activos, hasta que acabamos los cinco dormidos, unos encima de los otros.

No sé si podría moverme para llamar a las chicas. Bueno, supongo que era previsible. Por eso, lo hemos hecho antes de venir. Y me han dicho que, por esta vez, me prestaban todo el día. La verdad, ha sido muy intenso. Me acabo durmiendo entre sus cálidos cuerpos. Aplastado por su suavidad. Una buena forma de morir.

—————

Por la mañana, seguimos. Pen y Huan se van después de desayunar. De nuevo conmigo de mantel. Les ha gustado la idea… Me han prometido servirme ellas otro día. Así que nos quedamos solos de nuevo. Mis dos pervertidas y yo. Me miran.

–Tenemos hasta la hora de comer– las provoco.

Caen fácilmente en la provocación. Y sigue una mañana de sexo. Ahora aguantan un poco más. Para algo sirve subir de etapa. De la que me he asegurado que esté lo más perfecta posible. Aunque ya estaban muy abiertos. La prueba previa ayudó. Así que solo he colaborado levemente a solidificarlos. A curar las cicatrices que se producen al abrirlos. Aunque se reparan naturalmente si no son graves.

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–La última por hoy– abrazo a Bei Liu y la miro a los ojos.

–No tengas compasión. Dormiremos hasta mañana de todas formas– me pide.

–Perezosa– la acuso, antes besarla.

El beso es intenso. Su cuerpo no se resiste cuando la acuesto en la cama. Cuando la pongo estirada bocabajo. Más bien, hay excitación. Le encanta que se lo haga así. Al menos, cuando quiere intensidad.

Apenas le abro las piernas. Cojo sus nalgas y las estrujo. Qi incluido.

–MMmmm– gime ella, con su boca contra la almohada –¡¡MMMMMMmmmmm!!

La penetro de golpe. Me tumbo sobre ella. Salgo y vuelvo a empujar. Hasta el fondo. Sacándolo casi del todo. Con movimientos algo lentos al sacarlo. Con más fuerza al penetrarla. Mi qi se expande, llegando a su clítoris. Estremeciendo su punto de mayor placer.

Sus nalgas se aplastan a cada embestida. Sus pechos están contra el colchón. Pero una de mis manos puede deslizarse por debajo. La otra acaricia su cabello. Lame mis dedos con lujuria cuando llegan a sus labios.

–¡¡Mmmmm!! ¡¡¡Mmmmm!!! ¡¡Aaahhhmmmm!!– gime sin parar.

No le doy tregua. Disfrutando de su vagina por no sé qué vez. Teniéndola totalmente a mi merced. A veces, acelero. A veces, me paro por un momento. A lo que sigue una fuerte embestida. Con una fuerte descarga de qi.

Me aprieta en sus orgasmos. Todas las paredes de su vagina parecen querer ordeñarme. Pero me controlo. Hasta que noto que está al límite. Sus manos ya sin fuerzas para agarrar las sábanas. Todo su cuerpo se tensa en un último y fuerte orgasmo. Durante el que la lleno. Dejándome llevar por el placer.

Me recuesto sobre ella. Ella se ha medio girada. Dejándome abrazarla. Besándome con dulzura. Está cansada. Y satisfecha. Me sonríe cuando me aparto. Su amiga me está esperando

Bi Lang me mira anhelante. Tumbada bocarriba. Sus ojos brillando.

–¿Preparada para mí?

–Siempre– me responde seductora.

No puedo evitar inclinarme hacia ella. Besarla. Y luego amordazarla. Levanto sus piernas. Las pongo sobre mis hombros. Ella acaricia mis mejillas con la punta de los dedos de sus pies. Jugando. Traviesa.

Está muy mojada. No hacen falta preparaciones. Su mirada me dice que me dé prisa. Lleva rato esperando. Así que la penetro de golpe. Ella se estremece. Se arquea ligeramente hacia atrás. ¿Un pequeño orgasmo? Estaba muy excitada. Se ha estado masturbando mientras nos miraba.

La follo como a su amiga. Aunque en lugar de tenerla debajo, está frente a mí. Puedo acariciar sus piernas y sus nalgas. Morder los dedos de sus pies. Incluso hacerle cosquillas mientras se recupera de un orgasmo, jadeando.

Sus preciosos pechos no dejan de oscilar. Tentadores. La mordaza que sofoca sus gemidos, llena de saliva. Sus ojos me miran con ardor. Sus manos están agarrando a las sábanas con fuerzas. Al menos, hasta que se acaba agotando. Tras ser perforada sin piedad una y otra vez.

Puedo notarla toda tensa cuando la lleno. Hasta la punta de los pies. Luego se va relajando. Lo que aprovecho para inclinarme sobre ella. Besarla con suavidad. Ha sido delicioso.

Aún me quedo un rato con las dos. Hasta que se duerman.

–¿Cuándo lo repetiremos?– pregunta Bi Lang, medio dormida.

–Cuando subáis a la siete– le prometo.

–Tendremos que esforzarnos más– oigo decir a Bei Liu en un susurro.

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Llamo a las chicas cuando llego a la cabaña. Se tiran sobre mí. Por sorpresa. En un ataque planeado y coordinado.

–Je, je. Te hemos echado de menos– ríe Yi.

–Vas a tener que compensarnos– amenaza Song.

–No pienses en escaparte– se ríe Shi.

–Eres nuestro– añade Yu.

–Todo nuestro– reitera Liang.

–Eso te pasa por dejarnos solas– me acusa Hong, sensual.

Ma Lang, Shun y Wan no dicen nada. Pero también se han tirado sobre mí. Unas encima de las otras.

–Vale, soy vuestro. Pero, ¿podría ser de una en una?– me quejo.

Ellas se ríen. Algunas me acarician. Las hay quienes me hacen cosquillas. Song y Yi. Me las pagarán. No hay pocos besos. Hasta que al fin, se apartan. Todas menos Hong.

–Envía de vuelta a esas perdedoras– me dice, sugerente, y provocándolas a la vez.

–¡No te crezcas! ¡Has tenido suerte!– se indigna Yi.

–¡Culpa tuya por querer ir contra mí!– la critica Yu.

–Si Shun hubiera aguantado más…– murmura Song.

–¡Era la primera vez que jugaba!– se queja esta.

–Yo no sé jugar muy bien– se lamenta Wan.

–Al menos he sido segunda– murmura Ma Lang, satisfecha.

–Presumida– critica Liang, riendo.

–La próxima vez, no le dejaremos– amenaza Shi.

Las devuelvo poco después. Han estado jugando a algo con cartas y dados. Me ha parecido que se iban eliminando. Pero no les he prestado mucha atención. Estaba ocupado.

Miro a Hong. Me está sonriendo.

–¿Cómo tengo que compensarte?– le pregunto.

–Consiénteme mucho– me pide, seductora, envolviendo mi cuello con sus brazos.

No tengo más remedio que aceptar. Empezando por un largo y húmedo beso.