Punto de Vista de Noé
Las grandes puertas de roble de la Sala de la Asamblea General se abrieron de golpe con un sonido ensordecedor mientras a mí y a los otros Reyes Licanos nos empujaban bruscamente hacia dentro. Nos arrastraron desde los cuarteles donde los Reyes Licanos se alojaban hasta el salón. Podía ver sus rostros golpeados con moretones y suciedad.
Yo no era la excepción tampoco. Mis costillas dolían por los despiadados golpes de los bastones y patadas de los soldados mercenarios. Por mucho que mi corazón hirviera de furia, no había nada que pudiera hacer. Estábamos sujetos por esposas... no cualquier tipo de esposas, sino esposas hechas de la corteza de un árbol susurrante.
Podrían contener incluso al más fuerte de los Licanos. Cuanto más luchas contra ellas, más se hunden en tu piel y más viaja el veneno por el cuerpo. Quería seguir con vida, tanto, y sabía que en este momento, simplemente tenía que hacer todo lo que ellos decían.
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