``` El día de su boda con su amor de la infancia, Natalie Ford recibió un regalo inesperado: un certificado de matrimonio. Declaraba que ya estaba casada con un completo extraño—Aiden Handrix. Mientras los invitados a la boda seguían burlándose e insultándola, su amante Ivan decidió abandonarla, optando por casarse con su media hermana Briena en su lugar. Para colmo de males, fue expulsada de su casa. Para probar su inocencia, Natalie Ford solo podía tomar un camino: tenía que encontrar a este misterioso Aiden Handrix y descubrir la verdad. Al día siguiente, había noticias populares en la televisión. Justine Harper, la heredera de la familia más rica de Bayford, regresaba a casa. Los ojos de Natalie se estrecharon al mirar la pantalla de la televisión. —¿Por qué este hombre se parece exactamente al hombre de la foto en mi certificado de matrimonio? En la búsqueda de desentrañar el misterio detrás de su supuesto matrimonio, decidió seguirlo y preguntarle personalmente. —¿Estás casado? —preguntó Natalie. —No. —¿Tienes un hermano gemelo? —insistió. —No. —¿Por casualidad has oído el nombre Aiden Handrix? —su tono se endureció. —No. —Entonces, ¿quién demonios eres? —demandó saber. —Tu hermano. —Espera, ¿qué? —sus ojos se abrieron de par en par. —Sí. Ahora empaca tus cosas y ven a casa conmigo —dijo él. ¿Primero obtuvo un marido de la nada y ahora un hermano con la misma cara? ¿Estaba dios creando clones y ofreciéndoselos con diferentes relaciones? ```
Dentro de la oficina de Natalie.
Natalie y Mia entraron en la oficina, donde Ella estaba ocupada explicando el calendario de Víctor para la próxima semana.
Mia sonrió al verlo. —Así que, nuestra superestrella también está aquí.
Víctor miró a las dos mujeres, sus ojos se detuvieron en Natalie mientras ella tomaba asiento. —Estaba esperando recargarme al ver a mi dulcecito.
—Además de esas buenas frases en las películas, todo lo que sabes es hablar mierda —replicó Natalie.
—Parece que has tenido demasiada dulzura de tu esposo y ahora mis sinceras palabras te parecen una mierda —contraatacó Víctor—. ¿Qué hiciste? ¿No puedo esperar más de ti que un beso como niños de escuela?
Natalie lo miró furiosa. —No necesitas saberlo.
—Ejem —interrumpió Mia, conteniendo una risa—. Ella se perdió su golosina matutina por mi culpa.
Víctor levantó una ceja, inclinándose ligeramente hacia Natalie. —Ah, ¿es por eso que estás de mal humor? Ven aquí, te daré una mejor.
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