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Caden

Todo niño nace total y rotundamente indefenso y es el deber de sus padres, protegerles de las inclemencias del mundo al que llegaron. Se puede argumentar que el mayor vínculo de amor y de protección es el de la madre a su hijo, pero desafortunadamente para Caden; ese vinculo nunca existió. Desde niño sufrió el rechazo de la sociedad y el de quien fuera su madre, quien lo mantuvo aislado y escondido la gran mayoría de su vida. Justo cuando Caden comenzaba a resignarse a pasar el resto de su existencia en sufrimiento; llega una persona que marcaría el resto de su vida. Ese "Ángel", como Caden lo veía, le hizo sentir amor y comprensión; por primera vez en su miserable existencia sentía que alguien se preocupaba por él. A lo largo de su relación con su "ángel"; Caden descubrirá que las apariencias engañan y que los peores y más dañinos demonios suelen disfrazarse de ángeles de luz.

NATALIADIAZ · 灵异恐怖
分數不夠
129 Chs

56: Curiosidad

Emily

Peter y yo nos encontramos frente al restaurante. Mi padre ya se había ido a la casa, mientras que yo estaba esperando a que el último cliente se fuera, para así poder estar a solas con él. Estoy segura de que solo con una copa, ese niño no dará mucho problema. Siempre que salíamos tenía que venir la odiosa hermana con él. Aún si lo desaparezco, será mi versión contra la de esa niña tonta. 

Tal parece que he desarrollado cierta atracción contra los niños inexpertos y tontos, quizás es porque de alguna manera me recuerda al Kevin de antes; ese niño tonto, virgen y sin ningún tipo de experiencia, sin contar con lo obediente que era.

Le preparé una platillo y pude triturar una sola pastilla para mezclarla con la salsa. No quería que pudiera percibir el sabor de ella. 

—He preparado un platillo especial para ti, Peter. Luego de que lo comas, iremos a otro lugar donde estaremos más cómodos. ¿Qué te parece la idea? — sonreí, y me miró tímidamente. 

—Suena genial, Emily. 

—Que te aproveche. 

—¿No comerás?

—Ya he comido. Ahora solo apetezco un delicioso postre— lamí mis labios, y se puso nervioso. 

—¿Cuál es tu postre favorito? 

—Niños vírgenes— me miró sorprendido, y reí—. Es una broma. 

—Lo he pillado— rio avergonzado, y me le quedé viendo. 

Un escalofrío de la nada me invadió. He tenido esa sensación de que alguien me está mirando desde el momento en que me senté aquí. Es imposible que eso esté sucediendo. Miré por la vitrina del restaurante, pero no vi nada extraño, solo autos estacionados en la carretera de al frente. Esa sensación no me agrada. ¿Podría ser mi padre? No lo creo, él se fue temprano porque estaba agotado. ¿Será la hermanita de Peter? No lo creo, ella es menor de edad y no estará a estas horas por aquí sola. La policía tampoco podría ser, ¿Por qué estaría la policía vigilando mi restaurante? Eso no tendría sentido. A menos que sea… tuve un pensamiento casi instantáneo, me atrevería a decir que su nombre llegó a una velocidad, la cual casi lo digo en voz alta. ¿Podría ser Kevin? No lo creo. ¿Por qué ese idiota podría estar por ahí a estas horas? Aunque si fuera alguna de esas personas en las que anteriormente pensé, todo se podría resolver y comprobar fácilmente. Miré a Peter mientras le daba un sorbo a su jugo y sonreí. 

—Permíteme servirte un poco más— me levanté de la silla, y me incliné hacia la jarra de jugo, luego le serví un poco más en el vaso—. ¿Cuán dulce está el jugo? 

—Es muy dulce. 

—¿Lo es? Permíteme confirmarlo— llevé mi mano a su mentón, y lo besé. Fue un simple beso, pero lamí mis labios al percibir la suavidad de ellos—. Tienes toda la razón. Es muy dulce— reí, y sus mejillas se enrojecieron. 

El sonido de un auto que aceleró dejando la marca de las llantas en la carretera, me hizo mirar por la vitrina. Definitivamente alguien nos estaba espiando, creo que será mejor dejarlo para otro momento. Al menos, hasta que confirme de quién se trata. 

—Tendremos que dejar la salida para otro día. ¿Qué te parece si salimos el domingo? Estaré libre del trabajo, así podemos divertirnos. 

—Sí, Emily— asintió con su cabeza. 

Kevin

Llegué a mi casa tirando todo lo que encontraba por delante. 

—¡Eres una maldita, Emily! Tras de que haces esas muecas ridículas y le sonríes a ese infeliz, eres capaz de besarlo frente a mis narices. Debo amarte mucho, como para perdonarte esto. Ese maldito infeliz tiene que morirse. No dejaré que sigas sonriendo de esa manera al estar al lado de él. Tú no puedes estar con nadie más, que no sea conmigo. Deja que veas cómo lo voy a dejar, estoy seguro que para lo único que te servirá, es para estar en tu estómago— reí escandalosamente, y me dejé caer sobre el sofá—. Voy a recuperarte, Emily. Solo espera y verás.

Eva

2 semanas después:

Fui a visitar a mi novio al hospital, pero me dijeron que hoy pidió el día libre. Hoy tampoco me llamó, ni siquiera me avisó de que no iría. Pensé que quizás estaba en su casa y que se sentía enfermo, más solo quería descansar, así que le llevaba una sopa. Abrí la puerta de su casa, pero todo estaba regado y sucio. No entendía que podía haber ocurrido, llegué a pensar lo peor. Dejé la bolsa encima de la mesa del comedor y subí las escaleras de la casa. Su auto estaba en el garaje, obviamente debía estar en alguna parte de la casa. Iba a ir directamente a su habitación, pero la puerta del estudio estaba entreabierta y entré pensando que ahí estaría. Tapé mi boca por lo que ahí había. El estudio estaba lleno de imágenes por todas las paredes e incluso encima de su escritorio, donde se podía apreciar una mujer y un hombre, aunque no se veía claramente el rostro del hombre, porque varias líneas de un marcador rojo tapaban su rostro. Aparecían en distintos ángulos e incluso sentados en un mismo restaurante, pero se podía notar que habían sido tomadas en distintos días; no solo por la fecha en que habían sido tomadas, si no por la ropa que llevaban puesta. El nombre de: Emily, estaba escrito en todas las fotos, junto a un pequeño corazón en la letra i. En el suelo había un desorden de imágenes arrancadas de un libro de cirugías. Retrocedí al encontrarme con todo eso, cuando choqué con algo o más bien alguien y la piel se me puso de gallina. 

—¿Qué estás haciendo aquí, Eva? ¿Quién te dio permiso para entrar a mi casa? Estás invadiendo mi propiedad y de paso mi privacidad— la voz de Kevin me espantó.