Xiao Yan, quien había estado aislado en los últimos meses, no pudo evitar suspirar emotivamente mientras caminaba entre las multitudes aplastantes del pequeño pueblo y escuchaba el barullo de los alrededores. Los humanos eran criaturas que amaban vivir en grupo. Si se hubiera quedado en la intemperie por décadas, ¿aún sería capaz de hablar?
Sacudiendo su cabeza con una sonrisa, Xiao Yan sacó esta pregunta ridícula de su cabeza y acarició la Regla Xuan Pesada de su espalda que había estado envuelta en tela negra. Se paró en una intersección y revisó sus alrededores. Después de pensar por un momento, haló a un transeúnte y le preguntó por la ubicación de la Casa de las Mil Medicinas. Avanzó con zancadas y corrió en la dirección que el transeúnte le indicó.
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