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Capítulo 24. Se caen las apariencias – Parte 1

編輯: Nyoi-Bo Studio

—¿Cómo le está yendo a tu negocio? –Leonard miró al hombre de cabello negro rizado de arriba abajo sutilmente mientras le hacía la pregunta. El hombre era casi tan alto como él, pero sólo una pulgada más bajo.

—Este año ha sido generoso. Con los comentarios que el Señor Carmichael y los demás han difundido he tenido muchos clientes que viven aquí. –Jerome sonrió y mostró sus dientes blancos como perlas. Como pertenecía a una familia vampira común, sus colmillos eran visibles que no podían esconderse. Los vampiros de sangre pura podían esconder sus colmillos y mostrarlos solo cuando era necesario.

—Es bueno saberlo. –murmuró Leonard.

—Deme unos minutos Jerome, e iremos a ver la casa en Willow. –el Señor Carmichael se dio la vuelta para volver adentro, dejando al joven hombre en la entrada.

Leonard notó cómo los ojos de Jerome, fijaban en su padre hasta que había desaparecido por los pasillos, ahora miraban alrededor como si estuvieran buscando algo.

—¿Busca a alguien? –la pregunta debió haber sorprendido al hombre de pelo rizado ya que sus ojos miraron a Leonard rápidamente mientras soltaba una risita corta que reflejabaincomodidad.

—Oh, busco a una de sus criadas. Prometí que le traería los dulces famosos de la tienda en Wovilles cuando pasara por aquí.

—¿A Vivian?

—Sí, a Vivian. –de solo decir su nombre, sus ojos rojos y opacos del brillaron, lo que no le cayó bien a Leonard. –Es una muchacha encantadora. —Jerome continuó elogiándola. –La primera vez que la vi, estaba cortando los arbustos y por equivocación pisó un tallo de rosa. Había mucha sangre porque era una espina muy gruesa. –esa tonta, pensó Leonard. –E incluso después de que le curara el pie siguió trabajando. Nunca he visto a nadie que trabajara tan duro. Le ofrecí un puesto con un salario más alto, pero solo me rechazó.

—¿Por qué me parece que más que darle trabajo estabas intentando cortejarla? –era más una afirmación que una pregunta.

Jerome solo sonrió mirando hacia el suelo. Luego, miró a Leonard:

—Puede ser.

—Me disculpo, pero Vivian no trabajará en ninguna otra mansión, sin importar cuanto le paguen. –Leonard miró directo a los ojosde este para que su explicación quede claro. La atmósfera se volvió insípiday oscura de repente. Los dos hombres se miraron a los ojos, y ninguno estaba listo para bajar la mirada.

—Parece que tengo competencia. –dijo Jerome, su mirada estaba en la criada que cruzaba los pasillos, antes de regresar a ver al joven Carmichael.

—No tiene que preocuparse por ello. —sin entender qué quería decir, Jerome ladeó la cabeza. –Lo que quiero decir, —dijo Leonard con sus ojos oscuros inundándose de enojo. –es que no es necesario que haya una competencia. Y si la hubiera... –Leonard pausó. –El ganador ya se habría anunciado.

—Ah, ¿sí? –Jerome torció la boca. Si Leonard estaba siendo tan directo, él podía serlo también. –Corríjame si me equivoco, pero, por lo que sé, los vampiros de sangre pura no desposan a criadas ni a ninguna criatura inferior. —¿Está insinuando que la quiere tomar como esposa?

—Eso no le incumbe, Señor Jerome. Me gusta que los asuntos de mi mansión se queden en privado, no quiero que un extraño se meta, no me gusta para nada.

—Depende de dónde fije su interés Vivian, o, más bien, en quién. Le daré los dulces en otro momento. –Jerome sonrió. Al escuchar los pasos de su padre detrás suyo, Leonard decidió no comentar nada más.

Vivian, que había ido a buscar la pluma en la habitación de Leonard, la había encontrado y la había dejado en el estudio como le ordenó. Justo cuando estaba por salir, Leonard entró. Para dejarlo pasar, ella retrocedió unos pasos.

—Has encontrado la pluma. –apuntó Leonard, mirando a la mesa y apoyándose sobre el escritorio en una posición de relajo.

—Estaba al lado de la ventana, amo Leonard. –contestó la chica, y lo vio asentir. Pensó que eso era todo, y fue hacia la puerta, hasta que escuchó que Leonard le hacía una pregunta.

—¿A dónde te diriges?

—Debo regar las plantas. Paul me pidió—

—No importará si te retrasas unos minutos. –dio unas palmaditas en el asiento para que Vivian lo tomara. —Ven, siéntate.