—¿Castigo? —tartamudeó—. Yo no hice nada.
Él se inclinó hacia adelante, sus labios tocando la piel externa de su oreja, lo que produjo pequeños choques de placer cuando habló junto a ella. —Tal vez ese sea el problema aquí —ella se estremeció cuando sus dientes le tocaron el lóbulo de la oreja—. Vayamos a un lugar más privado.
Se echó hacia atrás para ver a Vivian sonrojarse, las palabras no salían de su boca. Deslizó su mano sobre la de ella para agarrarla, sacándola del lugar y llevándola a su habitación, donde la puerta estaba inicialmente cerrada. Ella lo siguió como cualquier otra vez sin dudarlo, con el corazón latiendo y sin palabras de rechazo en sus labios.
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