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DÍA 3: Sábado Siete del Seis.-

Andrea podía leer la angustia de Cooper, la culpa de considerar el sufrimiento de un ser, más importante que el de otro ser.

- ¿Eres católico?

- No pero fui criado como tal hasta que aprendí a leer, aunque seguí en un colegio de curas ¿Por qué?

- Por tu forma de pensar.

- La gente prejuiciosa asume soy fanático religioso.

- Gente prejuiciosa desagradable, siempre criticando y metiéndose en la vida de otros… siendo que ni los conoce.

Cooper la miró feo y dejó de masajearla, ella se sonrió y se metió bajo su brazo, haciéndolo abrazarla, a él poco le duró el enojo, disfrutaba abrazando a esa mujer.

Tal como él hacía esa distinción injusta entre animales y personas, Andrea lo podía hacer entre sí misma y un feto… ¿Una persona tenía derecho sobre un animal?

Si un animal y una persona necesitasen una inyección que salvaría su vida, pero tuviese sólo una ¿A quién se la daría? Ni Andrea, ni Cooper necesitaban si quiera terminar la pregunta para responderla, ella se la daría al animal, mientras que él a la persona ¿Eso a quien de los dos convertía en villano?

- Me recuerdas a una amiga…

- ¿Marcela?

- Sí, desprecio a esa mujer – dijo con amor – Espero ella esté bien.

- Después puedes pasar a verla.

- No, no haré eso.

- ¿Por qué no? Que alegría saber que un hombre tan guapo y desagradable se preocupa de una.

- Por eso mismo, no quiero alegrarla demostrando que me preocupo de ella. No me mires así. Tenemos una relación compleja… Linda, debemos quitarnos estas ropas húmedas.

Se levantaron pero ninguno quiso entrar al dormitorio de Andrea para cambiarse las ropas húmedas. Aparte al dejar la estufa prendida, ya no quedaba gas.

- ¿Tienes carbón y una olla grande?

- Sí ¿Hacemos un brasero?

- Es eso o nos desnudamos y nos vamos a acostar, de caso contrario terminaremos con hipotermia.

- Tengo hartas camas, quizá le podamos dar un mejor uso a tu boca…

- Creo que es el comentario más inapropiado que alguna vez me han dicho – dijo riendo - y si conocieses a Marcela, sabrías que eso es un galardón difícil de obtener.

- Piensas mucho en ella. Hagámoslo en la cocina, hay mejor ventilación…

Ya no quedaban luces de emergencia operativas, fue una mala idea dejarlas prendidas cuando se fueron, ambos se dieron cuenta pero ninguno lo comentó.

Cooper prendió el fuego y Andrea subió a la segunda planta alumbrando con la linterna del móvil de Cooper. Sacó unas velas y un tequila que quedó de los tiempos de su abuela, que ella nunca abrió por guardarlo para una ocasión especial ¿Qué ocasión más especial que el fin del mundo?

Prendió velas desde la recepción hasta la cocina, dejando las puertas abiertas por si llegaba algún policía y dejó unas en el baño, no todas las prendió pero si las dejó en posición.

Parecía una iglesia que velaba la memoria de aquellos cuadros penitentes y a Cooper le provocó escalofríos el recuerdo de su niñez cuando pasó horas confesando pecados.

Dejó la botella sobre la mesa.

- No te voy a juzgar si te pones a tomar, no es que te vayas a curar.

- No, claro que no – dijo sirviéndose un vasito – Es solo para relajarme.

A Andrea de verdad no le importaba.

Se quitaron las ropas y las pusieron a secar, el barro seco caía al piso mientras ellos lavaban sus cuerpos y se envolvían en toallas, los dos en el mismo baño, a menos de un metro de distancia y mirándose de reojo.

Luego se sentaron en el piso de la cocina a mirar por la ventana el viento y la lluvia, con los perros en el piso junto al bracero cerraron la puerta.

- Si no fuese por el muerto, por lo que te pasó, por lo que me pasó, por toda la gente muerta, casas destruidas, animales heridos, lo que me trajo hasta aquí y lo que te llevó a mí, el desastre medio ambiental, la crisis de salud que se avecina y todos los damnificados… ésta sería una bella velada – dijo haciéndola reír – buena compañía – dijo abrazándola y levantando la botella que disminuyó de manera dramática en pocos minutos – claro, esto no era lo que tenía en mente cuando te invité por un café.

- ¿Qué imaginaste?

- ¿Quieres que te mienta diciendo que tenía alguna intención romántica? – esperó hasta que ella negó – Por supuesto que no, estimada Andrea, mi plan era juntarme contigo y luego derivarte a alguien de la fundación.

- Ah… ¿Sigues pensando igual?

La miró de reojo sin responder, sonriendo coqueto, se sirvió otro vaso.

- Cómo va la cosa, terminaremos haciendo un exorcismo o nos abducirán los marcianos.

- Hablando de exorcismos, creo que esta semana era del diablo en el canal de historia.

- Sí, la publicidad me tiene enferma.

- Puedes apagar la televisión.

- Lo sé – dijo sonriendo.

- ¿Crees en extraterrestres y esas cosas?

- Diablo no, extraterrestres sí… pero no eso de que tengan acuerdos con los gringos o dominen a escondidas nuestro planeta, es decir, si son tan inteligentes como para viajar por el espacio, sabrían que no tienen que juntarse con nosotros.

- Ah, pero asumes razonan igual que nosotros.

- Comparten nuestro interés en conocer nuevas culturas ¿Crees tú?

- No creo en el diablo, pero igual me da cuco; creo en los extraterrestres y también me dan susto, tampoco creo en teorías conspirativas… es decir, de esa índole… la historia universal está llena de conspiraciones por poder e intriga económica, no tengo como negarlo.

Sacó su teléfono y buscó una imagen, era una actriz preciosa, delgada y pequeña con un tatuaje gigantesco de un dragón, que entraba por una esquina de la espalda y salía por el muslo.

- Te presento a Lisbeth, la mujer de mis sueños.

- No se ve como tu tipo…

- ¿Por qué?

- No te imagino llegando a una gala con una mujer llena de tatuajes y un mohicano… tú tan señorito y ella tan genial.

- ¿No me encuentras genial? – preguntó risueño – Tengo un tatuaje de un dragón también.

- No es como este, tampoco es un dragón, es un nazgúl… eres un nerd.

- No tengo como discutirte eso – dijo riendo.

Andrea siguió revisando el tatuaje.

- Es grande…

- … eso me han dicho – dijo riendo.

- Te va a salir caro y serán hartas sesiones.

- Perfecto, más excusas para vernos… te llevo a comer y así tenemos una cita de verdad, de preferencia sin muertos o golpes… te puedo llevar donde quieras.

- ¿Estás seguro de querer algo así?

- Por supuesto, a pesar de todo me gusta conversar contigo, eres una mujer muy entretenida

- Hablaba del tatuaje, pero gracias, eso suena agradable… es una cita entonces.

Los dos se miraron coquetos, con deseos de besarse, pero ninguno tomó la iniciativa, volvieron la vista al frente y ella se apoyó sobre el hombro de él.

- Un hijo no tiene por qué cambiar tu estilo de vida.

- No, un hijo jamás ha arruinado la vida de su madre.

- No arruina, la mejora.

- No disfraces la verdad.

- No la disfrazo, te hablo desde lo que sé, claro que tener hijos vuelve tu vida aburrida, pero la adultez también es aburrida y no por eso ves adultos actuando como niños…

¿Adultos actuando como niños?

¡Jamás!

Cooper admiró los brazos y le indicó uno de los tatuajes.

- ¿Cuántos años tiene?

- Veinticinco.

Él se lo creyó, ella se veía de esa edad.

- Cuando tú naciste… - pensó un momento - … yo perdí mi virginidad.

- ¿La perdiste a los once años?

- Doce… creo que resté mal.

- Me gustan los hombres mayores. No es que sean perfectos, pero tienen cualidades…

- ¿Cuáles?

- Son leales, no se arrancan ante la primera dificultad… cumplen lo que dicen, son bonachones, simpáticos, chistosos… ya saben para dónde van, no tienen miedo de expresar su opinión y tiendo a escucharlos. Me siento segura a su lado… No estoy hablando de ti, no pongas esa cara.

- No era eso en lo que estaba pensando – Ella describía una figura paterna, eso era lo que él pensaba.

- Si ya dejaste claro que nada pasará entre nosotros, tiene lógica… después de lo que viste que me hicieron – dijo escondiéndose – no le cuentes al policía lo que pasó.

Cooper la abrazó y levantó su rostro.

- Acá hay varios puntos; algo hay que contar, tu ropa está en bolsas y encontrarán residuos. Tú ya diste una declaración, me encargaré que no tengas que exponerte más y que con eso baste.

- … Gracias.

- De nada. Linda, lo que te pasó no afecta la percepción que tenga o pueda tener sobre ti. Creo que te has dado cuenta lo desubicado que he sido, quizá crees que soy siempre así… pero te equivocas… con mi asistente y la amiga que he mencionado, sí, soy así… en incestuosas ocasiones también con mi madre… pero jamás si quiera se me ha pasado por la cabeza que una paciente o una mujer en tu situación sea una mujer… es decir, sé que son mujeres, pero no las veo como mujeres, es como si fuesen mis hermanas o hijas… no debo forzarme a ello, se me da natural - No mentía.

- ¿No me ves así?

- No, linda, te veo como una mujer a la que me gustaría metérselo – dijo haciéndola sonreír – pero no por eso significa que pueda hacerlo.

- Bésame.

- No debo.

Esa mujer acababa de ser agredida y la híper-sexualidad es una consecuencia. Si se dejaba llevar por sus deseos no era mejor que aquel hombre que yacía muerto en el baño.

- … Hagamos esto bien – dijo besando su mano – Dime tú como te gustaría que fuese nuestra primera cita… si es que quieres, por supuesto.

- Me gustaría que sin previo aviso aparecieras en la puerta de mi casa y me invitases a desayunar.

- ¿Me harás levantarme temprano? – preguntó risueño – Está bien ¿Así de simple? Puedo llevarte a París, New York, Tokio… no bromeo, estoy en posición de llevarte a viajar con el mundo ¿Segura que solo quieres un café?

- Segura.

- Ese día entonces veremos si fue solo la adrenalina o acá hay algo más.

- Por mi parte al menos la hay, te vi por casualidad en la clínica hoy y no he dejado de pensar en ti, esa es la única razón por la que acepté ese café. No me interesa tu ayuda, me interesas tú.

Cooper halagado ocultó su mirada sin seguridad sobre qué hacer, cada palabra que ella pronunciaba debilitaba su voluntad y ética.

- No estoy hablando de enamorarnos, convivir, casarnos y estar juntos hasta que la muerte nos separe. Solo hablo que hagamos algo bueno de esta noche de mierda… te estoy pidiendo que me ayudes a olvidar.

- No te lo voy a poner como favor – dijo un tanto horrorizado - Te lo voy a poner porque me calientas – reconoció de manera honesta, haciéndola reír – y cada vez que me tocas, hablas o te me acercas, se me erecta y tampoco he dejado de pensar en ti desde que te vi, aunque claro, eso puede tener otras justificaciones – ella avergonzada miró a otro lado riéndose.

Como no existe una palabra en castellano para lo que ellos hacían en ese momento, me robaré una de los yámanas de Tierra del Fuego; mamihlapinatapai, una mirada entre dos personas, cada una de las cuales desea que la otra comience una acción que ambos quieren pero ninguno se atreve a iniciar. Eso hacían ellos.

Quizá Cooper exageraba pero no mentía, le pasaban cosas con ella y aun así su cuerpo se comportó con una torpeza abismal, era cierto que estaba malherido pero no se justificaba.

Se mentalizó con que no eran solo su enfermedad la que quería satisfacer, sino que sus acciones conseguirían un beneficio psiquiátrico en ella; pero no podía, sin importar cuanto quiso su cuerpo lo saboteó en las acciones más pequeñas, meterle un dedo en el ojo intentando acariciar su rostro, no poder acomodarse para que sus labios se encontrasen, avergonzado terminó jugando nervioso con las toallas que tenían puestas.

- ¿Es tu primera vez? – preguntó Andrea haciéndolo reír, confirmando que sus torpes avances eran solo comparados con los de un hombre inexperto. No su caso.

Ella de un tirón le abrió su toalla haciéndolo palidecer, forzándolo a perder la vergüenza y se montó sobre él para besarlo, ya nada tenía que hacer, no podía volver a equivocarse, no tenía como, ella estaba a unos centímetros de él pero aun así no se atrevía si quiera a besarla.

¿Estaba dispuesto que esta mujer lo condujera a la muerte?

¿Estaba dispuesto a ser envenenado por la oscuridad de sus labios y a beber de sus aguas negras, cuyo olor delicioso comenzaba a sentir?

Él era un hombre inmoral que llevaba años evitando a las mujeres de su clase (inmorales también), las conocía bastante bien, se enamoraba cada vez de esa clase de mujer misteriosa que atrapa y no suelta, incluso cuando eres libre y es a otro a quien tienen cautivado.

Podía tener a la mujer que quisiera; las ciervas amorosas se acumulaban en la puerta, listas para seguir sus órdenes y respetar su voluntad, en las buenas y en las malas pero a él no le gustaban esas gacelas llenas de gracia que se disparaban solas y se montaban al techo de su camioneta… a él le gustaban las otras, las que lo conducían a la ruina y la deshonra, las sin compasión, como Andrea.

Gimió angustiado por la enfermedad que consumía su cuerpo, esa que destruía su voluntad y ética, que se aliaba con los susurros que le pedían se dejase llevar por aquel sendero torcido donde él quería caminar derecho, camino que ella se resistía a tomar en serio.

Se aborreció por tan deshonroso final, avergonzado la acogió sobre su pecho promiscuo, ella aun temblaba y gemía, eso alivió su vergüenza.

La cubrió con la toalla, besó sus dulces labios una vez más.

El cansancio y la fatiga conspiraron para ayudar a su voluntad a sabotear a su cuerpo.

- Esto nunca me ha pasado antes, sé que es la típica frase que mis congéneres dicen cuando no se les para, en éste caso es cierto – dijo haciéndola reír.

- Está bien, hubiera preferido lo disfrutases tanto como yo.

- No te lo tomes personal…

- No lo hago, me doy cuenta lo cansado que estas.

- Dame unas horas de descanso y te lo voy a hacer como una bestia.

Ella lanzó una carcajada y una vez vestidos se acomodaron para dormir un rato.

Despertaron con el ladrido de los perros, unas risas de niñas y un hombre que mirándolos comía cabritas de un gigantesco envase que contenía el logo de una conocida marca de cine.

- Soy el oficial Maurice ¿Acá es donde se cometió el asesinato del agente?

- Sí – aclaró la garganta – Sí, hay un muerto encerrado en…

- Ya niñas…

- Prefiero me diga Cooper.

- Se refería a sus hijas, ridículo.

El policía los miró asumiendo los dos estaban ebrios.

Sacó un arma y se la pasó a una de las niñas.

Cooper miró a Andrea desencajando su mandíbula y ella achicó sus ojos.

- Vayan a la entrada y me esperan allí. Ágata, cualquier cosa, disparas no más, como te enseñé.

Ninguno quiso bajar al dormitorio, parados en el pasillo lo indicaron. El hombre bajó solo, sin dejar de mirarlos.

- ¿Ustedes son amigos?

- El Doctor Cooper es mi amante.

El policía con un gesto pidió que lo acompañasen, pero ninguno quería entrar, lo hicieron solo por obligación, nerviosos se mantuvieron muy cerca agarrados de la mano, mirando a cualquier lugar.

- Se decretó estado de catástrofe pero ustedes no pueden quedarse aquí – dijo fotografiando todo - Éste lugar se tiene que investigar…

- ¿No deberíamos ir a la comisaría?

- Ya hablaron en la clínica, con eso basta por el momento y la situación. Los dos estarán bajo investigación pero yo no estoy de turno, ando con las niñas, no tengo nada para hacer ahora, de acá me tengo que ir como a dos lados más y vengo de otros diez; con que confirme sus direcciones e identidades – miró a Cooper – no la suya, todos saben dónde vive y quien es… pero la suya – dijo mirando a Andrea – quizá puede quedarse con él, eso sería útil.

- Bueno.

- No, eso es una mala idea.

- Señorita, necesito alguna identificación.

- No tengo mi cédula a mano, me la robaron la semana pasada.

- ¿Cualquier papel que contenga su nombre y sus datos?

- No, no, no… esto es una mala idea… no creo sea este el procedimiento, quiero llamar a mi abogado…

Andrea sacó una carpeta, donde tenía varias planillas de colores, controles y planificaciones de todo tipo. En la parte trasera sacó una cuenta y se la pasó; aparecía un nombre en esa dirección, información comercial.

- De acuerdo señorita Beatriz…

¿No se llamaba Andrea?

¿Quién era esa mujer que tenía al lado?

- Prefiero me diga Andrea, es un sobrenombre pero todos me dicen así… dicen que me parezco a un personaje de la telenovela…

- De acuerdo señorita Andrea, entonces se queda con el señor Cooper ¿Vive usted sola aquí?

- No, con mi abuela, pero visita a una hermana en el sur.

¿La abuela no estaba muerta?

- ¿Estamos bajo arresto domiciliario?

- No, pero trate de mantenerse en su casa, en caso que necesitemos interrogarlo.

- Don Mauricio, Ágata tiene miedo – dijo una de las niñas trayendo el arma en la mano y tomando a la otra de la mano.

- ¿Su nombre es Mauricio Maurice? – preguntó Andrea burlesca, el agente asintió sin dar pie a otros comentarios.

- No puedes sacar nada – dijo Don Mauricio a Andrea cuando la vio tomando una cartera.

- Andrea, en mi casa hay de todo.

- Gracias.

- Ya, terminemos con esto ¿Tienes cinta adhesiva?

Buscó en el velador junto a la cama, bajo la mirada atenta de Don Mauricio. Éste le pidió pusieran las manos hacia arriba y le pegó la cinta en las manos.

- Tenemos que llevarnos a los perros.

- Eso no va a pasar.

- Al menos Eliodoro…

- ¿Es él quien moriría sobre tu tumba?

Ella asintió y él suspiró.

- ¿Los demás pueden cuidarse solos un par de días? Si quieres igual nos los podemos llevar.

- No, ellos estarán bien... total será un par de días.

No quería abusar de su hospitalidad; no obstante, deseó mentirle y decirle que no, solo para ver si aceptaría a todos los perros en la mansión Cooper.

- Supongo no hay problemas con que nos llevemos un perro…

- No.

- ¿Cuánto tiempo estará ella a mi cargo?

- ¿A tú cargo? Iré solo de visita unos días, nada más.

Cooper no pensaba igual, el policía tampoco.

- Hasta el lunes o martes; a éste tipo ya lo tenían en investigación por corrupción, así que será todo rápido, lo que menos querrán es alargar éste tipo de casos, usted sabe cómo funcionan esto.

Ninguno sabía, los dos fingieron saber.

Cooper la abandonó unos minutos para ir por su auto.

Tiró el saco de comida para perro a la maleta y miró con pena a los demás como veían con enormes ojos oscuros a su cuidadora subirse a un auto. Caminó hasta la ventana del copiloto y la miró paciente.

- Igual nos podemos llevar los demás, es solo unos días y tengo una terraza grande o pueden dormir en la biblioteca mientras…

- Ellos estarán bien, se van donde Jaibo cuando yo no estoy.

No era la primera vez que los dejaba solos un par de días y no quería que una potencial huida de la mansión Cooper se viese imposibilitada por tener que moverse con una jauría bajo una ciudad sitiada por militares. De haber podido dejar a Eliodoro, también lo hubiera hecho, moverse o correr con un perro de tres patas era complejo.

Poco convencido Cooper se subió al piloto, no solo por que separaba a los perros de Andrea, sino porqué la visibilidad era bastante mala y él veía peor, los lentes parecían empeorar la situación pero no podía hacerla conducir, aparte que no tenía licencia, iba con Eliodoro.

Causaría un accidente.

- ¿Andrea o Beatriz?

- Beatriz es mi primer nombre, no me gusta… prefiero Andrea… pero mi prima, la adolescente que me prestó los datos para ir a la clínica, también se llama Andrea.

- ¿Qué?

Andrea consideró que esa explicación bastaba, no podía explicar el enredo con su nombre de una forma más clara.

Cooper suspiró.

- ¿Cómo quieres que te llame?

- Andrea.

- ¿Qué le pasó a Eliodoro en su patita?

- La mamá de Eliodoro llegó preñada a la jauría, pero en ese tiempo había un macho muy agresivo e intentó matarla junto a su camada…

- ¿Tenía rabia?

- No lo creo… Bueno, el tema es que había otro macho también, igual de fuerte que los defendió y mató a este macho agresivo, él se hizo líder… ese quiltro más grande.

- Sí lo vi, el quiltro gigante.

- … Se llama Misifú.

- Ese es nombre de gato.

- No le puse yo el nombre… venía con un collar y un número de teléfono de alguien que nunca contestó, subí fotografías de él pero nadie lo reconoció, el tema es que ahora es mío… es muy tierno y pacífico…

- No se ve así.

- Para nada, pero es igual de cariñoso que Eliodoro, si vive en la calle es porque él quiere, así mantiene a su jauría con vida.

- Ah.

- Al principio Eliodoro no podía controlar el esfínter y andaba con pañales… yo quería encontrarle una casa con patio grande y niños, creo le sirven más que un patio.

Cooper no pensaba así.

- Asumiendo un niño bien educado y no esos niños que salen en la tele matando y torturando animales.

Pasaron por bencineras repletas de personas, supermercados siendo saqueados, vehículos repletos de militares que parecían más asustados que quienes necesitaban ayuda, calles inundadas y rotas, edificios en el suelo, incendios y gente durmiendo en las plazas, uniformados armados intentando poner orden pero no era más que caos.

Era la primera vez que Andrea veía algo así; Cooper, por el contrario, muchas veces presenció escenarios similares o idénticos, para el terremoto con tsunami él volvió a Chile y era muchísimo peor.

- Los niños son crueles por desconocimiento, los padres son quienes deben enseñar el respeto a los animales. La conciencia de lo que es bueno y es malo la descubren cuando dominan el lenguaje…

- ¿Se hace solo o lo hacen los papás?

- Es más un factor medioambiental. Hay excepciones sí. Con la disolución de la familia, al tener la madre que salir a trabajar, la crianza por lo general pasa a otros miembros de la familia que ya están cansado o incluso incapacitados para enfrentar una crianza… en ocasiones el niño pasa todo el día frente a la tele y es ella quien le enseña…

Se estacionó y por el espejo vio al policía indicándole que prendiese la radio, él obedeció saludando a las niñas que desde el asiento trasero agitaban sus manitas.

En la radio daban un reporte de los daños, en Vitacura (donde él vivía) se desbordó el río Mapocho inundando la comuna con más de cincuenta mil toneladas de barro.

- Mi casa no será afectada, no solo por la altura, está el parque al frente que debiese recibir todo el barro.

- ¿Según tú las mujeres debiesen dedicarse a criar?

- Entiendo por qué pudieras pensar eso, pero no, lo que sí creo es que debe haber alguien que se preocupe del niño, alguien que lo quiera, sea quien sea, todos necesitan amor y aceptación.

- No estoy de acuerdo con eso, o sea, en los niños puede que sí… pero igual no es algo indispensable, si nadie te quiere aprendes a quererte a ti mismo…

- En ocasiones me quiero a mi mismo – dijo haciéndola reír - no te hablo de parejas, te hablo de alguien, un amigo, un familiar…

- Da lo mismo quien los críe, igual serán unos bastardos de adulto.

- ¿y cómo revertimos eso?

- Con la restricción de la procreación y crianza a los miembros de la sociedad que estén capacitados.

- ¿Eliminar la selección natural del más apto?

- Es que no es la del más apto, es la del más inepto. Los tontos se embarazan. Cállate.

- No pensaba decirte algo – dijo riendo - ¿Y quién debiese elegir a los más aptos? ¿Bajo qué criterios?

- Para la reproducción los con mejor genética y para criar, un par de exámenes psiquiátricos.

- Es fascista tu forma de pensar y aparte, estás de acuerdo con la eugenesia, que es nazista.

- Ya, no sé lo que es fascismo ni eugenesia, pero siempre que sacan los nazis y Hitler al baile es por algo malo

- Reductio ad Hitlerum – Reducción a Hitler.

- Cave canem – cuidado con el perro.

Cooper risueño miró a Eliodoro quien dormía tranquilo en el piso bajo Andrea.

- La reducción a Hitler es una falacia argumentativa: A Hitler le gustaba la música clásica, por ende, la música clásica es mala. Eugenesia hace referencia al "buen nacimiento", busca perfeccionar la especia humana a través de la intervención genética. Fascismo, es un dictador que se cree el dueño de la verdad y la impone con técnicas coercitivas, es decir, opresivas, violentas.

- … me pregunto quién será así.

- Te gusta molestarme.

- No digo que matemos a los que están con problemas, sólo digo, no los dejemos reproducirse. Quizá Hitler no se equivocó tanto

Boquiabierto la miró incrédulo, se sintió sucio solo de conversar en la posibilidad de que Hitler haya hecho algo bien.

- … por ejemplo ¿Sabías que en la Alemania nazi se incorporaron hospitales para animales gratuitos?

- Dicen por ahí que no se puede ser una persona mala si eres bueno con los animales…

- … Eso es una falacia, Hitler era bueno con los animales.

Los dos se miraron emocionados y luego se rieron al descubrir que nadie más encontraría esa conversación entretenida.

- Sigo sin encontrar mala la eugenesia, ustedes lo hacen todo el tiempo.

- ¿Ustedes quiénes?

- Doctores, ocupan sus conocimientos para eliminar enfermedades, están mejorando la raza sin necesidad de matar a nadie… si quieren tener familia los menos aptos, que críen a los otros niños sanos que no tienen papás… los que suelen tener más niños, son los más tontos…

- No diga esas cosas.

- ¿Por qué? No hay nadie escuchándome ¿Te ofendieron mis palabras?

- No, no, pero… no corresponde.

- Es mi opinión, puedo tener la razón, puedo estar equivocada, las palabras nunca han marcado una diferencia.

- "Yo tengo un sueño…"

- Ni idea de lo que me dices.

- Martin Luther King… piensa en el sufrimiento de vivir en un mundo así, ese dolor llevaría a la sociedad al colapso. Tratas esta situación como si fuese un mal necesario, pero no es así, se puede solucionar con un cambio de cultura… es posible crear un mundo mejor.

- Sí, lo crearemos solo con palabras y por supuesto que no colapsaremos como sociedad, pues la sociedad actual es tan buena, que evolucionaremos a una utopía.

No recordó la última vez que tuvo una conversación tan estimulante. Miró a Andrea esperando se sintiese igual y la encontró dibujando con el vapor de la ventana, un dibujo extraordinario para las condiciones.

- ¿Has leído Un Mundo Feliz, de Huxley?

- No.

- Te lo pasaré… creo que te gustará. Trata sobre una sociedad eugenésica y totalitaria. Si te gusta, entonces debieses leer también al maestro…

- No leeré la biblia.

- No me refería a la biblia – dijo jocoso - ¿Cuándo leer la biblia ha ayudado a alguien? Hablo de Orwell…

No conocía a Orwell.

- No me gusta leer.

Cooper se decepcionó, no consideraba que debiese ser una exigencia que a todos disfrutasen de la literatura; no obstante, en su caso se dio que del universo de mujeres con quien alguna vez tuvo algo, las que más noches pasaron a su lado eran las lectoras, mientras que las que como Andrea no les gustaba leer no le entretenían por más de las horas que durase el acto sexual.

Cooper discriminaba a las personas entre quienes disfrutaban y quienes no de la literatura, solía evadir a los que no pues solía tener más problemas de comunicación con ellos y además le costaba entenderlos pues consideraba que la literatura era la forma más íntima y masiva de arte; era un acto de una persona sola frente a un papel blanco, una persona que era su primer crítico, su primer lector y su primer editor, era un acto de coraje escribir algo pues inconscientemente el autor dejaría un trozo de su alma y de su vida en esas palabras, sin intención escribía una y otra vez sobre sí mismo, eso era lo que más disfrutaba de la literatura, no solo los personajes e historias, sino de aquel escritor que a través de la creación de un mundo desnudaba su alma que trascendía a su propia mortalidad.

- Quizá he leído solo libros aburridos.

- Es lo más seguro pero lo bueno es que hay para todos los gustos, es solo cosa de buscar.

- ¿Cuáles te gustan a ti?

- Eh… mis preferidos son los de Jane Austin.

- No sé quién es.

- En mi casa están sus colecciones.

Don Mauricio y Cooper fueron detenidos por un cerco militar, el policía mostró su identificación y explicó la situación, solo así los dejaron pasar.

- Por acá hay varias embajadas – explicó Cooper a Andrea, ante el exceso de seguridad del sector donde vivía.

- La misión principal de las fuerzas armadas no es proteger al pueblo, sino resguardar el estatus quo de la elite… aunque en situaciones de catástrofe suelen ser ellos, en especial la policía, con el sueldo más bajo, los que más ayudan, quienes más se exponen, los más heroicos.

- Tienes demasiadas opiniones.

- ¿Eso te molesta?

- Por el contrario y ansío escuchar las que tendrás tras comenzar a leer… Si me permites recomendártelo, debes partir por Orwell.

Al no funcionar el portón eléctrico, debió estacionarse en unas calles aledañas. Caminó hasta donde Don Mauricio lo esperaba aun al interior del auto. Las niñas en el asiento trasero se pegaban puñetazos en los brazos, iban subiendo la fuerza y sollozaban.

- Ya les dije que pararan el show. A la próxima que llore le voy a pegar yo… - pero las niñas no se detuvieron, solo se resignaron a no llorar.

Todo estaba repleto de ceniza y el sector donde Cooper vivía, que era el más acomodado de la región, en absoluta paz, era lo esperado pues a cuadras a la redonda estaba repleto de uniformados armados no dejando a nadie pasar… salvo por ellos mismos que socorrían mal heridos o quitaban escombros de las calles, tenían toda una región en el suelo, pero sus superiores consideraron que el ornato del sector donde vivían era un mejor uso de su tiempo.

- Señor Cooper, usted puede ir al hospital. Si no vengo de acá al lunes es porque la investigación llegó a su fin y le traeré sus llaves para que vuelva a su hogar… si es que no vengo, usted puede retirarlas el martes en la central.

- ¿La que queda en pajaritos?

- Sí, allí mismo.

- Gracias.

Don Mauricio se fue antes que Cooper y Andrea entrasen al hall.

Era un precioso rascacielos con detalles arquitectónicos que mezclaban lo mejor de lo clásico y lo moderno, un hibrido de forma y color sobrio.

Andrea debió acercarse para apreciar la hermosura de sus detalles, su imponencia abrumaba. No fue capaz de ver la cúspide, la neblina no se lo permitió.

Empapados ingresaron a un hall oscuro, no se veía por ningún lado el conserje, el mayordomo o sus ayudantes.

- ¿Subimos por estas escaleras que son cómodas pero nos demoraremos más o por las de emergencia?

- Tú sabes ¿Qué consideras mejor?

- A mí me da igual.

- He tropezado todo el tiempo, es posible que me accidente en las escaleras de emergencia pero estoy cansada y estás escaleras son más…

- Cuando te canses te puedo llevar en mi espalda.

Subieron en silencio, las escaleras eran de acrílico, por un lado estaba el parque con su lago con patos refugiados en sus piscinas, alejados del barro y por el otro el cerro con aludes por suerte en sectores deshabitados, sobre estacionamientos u parques.

Abrió la puerta de su departamento y entró tirándole la puerta en la cara, no la golpeó gracias a los buenos reflejos de Andrea. No fue producto de una temporal falta de caballerosidad, sino porque olvidó por completo venía acompañado.

- Me han pegado mejores portazos.

- Perdón – dijo con una mueca.

Cerró la puerta con llave a su espalda, tiró las llaves sobre un mueble y entró desnudándose a su dormitorio que quedaba justo frente a la puerta, por lo que Andrea paralizada consiguió verlo entrar al baño y orinar en el lavamanos mientras se rascaba la espalda. Él hizo una mueca al verla por el reflejo del espejo frente a él, sin duda otra vez olvidó su presencia, cerró la puerta lento, con sus mejillas enrojecidas y deseando ella tuviera problemas a la vista para que en realidad no le hubiera visto.

Andrea siguió petrificada en el mismo lugar, solo soltó a Eliodoro quien se fue al dormitorio a esperar que Cooper saliera del baño, parado afuera.

Cooper salió del baño acariciando la cabeza de Eliodoro, con ropa interior ajustada y una polera de hockey que le quedaba ancha, la cual tenía dibujado un oso y un águila abrazados delante de una bandera, con el número quince en la espalda.

Pasó a la cocina rascándose la espalda y se encontró con Andrea ¿Cómo volvió a olvidarla si acababa de ver a su perro? ¿Qué rayos le pasaba ese día? Tendría que ponerle un cascabel para recordar su presencia.

Se devolvió al dormitorio, se colocó un pantalón de pijama y sacó uno limpio para pasarle. Retomó su camino a la cocina seguido por Eliodoro quien movía la cola feliz.

- Junto la biblioteca hay un baño que puedes usar – sacó una botella de whisky y un vaso antes de perderse.

¿Cuál era la biblioteca? ¿Cuál de las habitaciones llenas de cajas, bolsas y basura era? ¿La del piano utilizado como escritorio y apoya vasos?

No se encontró con un lugar varonil, elegante o majestuoso.

Un castillo.

Se encontró con un lugar que bien pudo ser una casa okupa sin grafitis u olor a orina, aunque tenía una pestilencia a bar y encierro, iluminado para tener todos los vidrios tapizados con diarios. Habitaciones, pasillos repletos de cajas con muebles sin armar, cosas y bolsas con herramientas u otros artículos nuevos.

Junto a la entrada había un sillón de dos cuerpos de cuero negro, frente a una caja que contenía una mesa de café sin armar o desembalar, desde ese lugar se accedía a la cocina que daba a la logia, que daba a la terraza, la cual era gigantesca, equivalente al tamaño del resto del departamento y lo rodeaba casi en su totalidad.

La cocina era angosta pero del largo del departamento y en la logia había máquinas de lavar y secar nuevas, junto a una plancha de vapor. La cocina era el único lugar que se veía apropiada al departamento, equipada y ordenada.

Caos limpio.

Muy limpio.

Salió a la terraza con un pijama que le quedaba gigantesco. Lo encontró echado sobre una silla de playa, por el tercer vaso y el segundo cigarrillo, mirando con gozo a Eliodoro mordiendo la lluvia.

La expresión de Andrea resumía el temor que sentía al encontrarse con un lugar tan distinto a la hostal donde vivía, que era un templo al orden y los detalles. Claro, para ella era fácil mantener así, tenía muchas menos cosas que Cooper.

- Parece una casa de hámster gigante.

- No es gigante… - dijo levantándose para darle el asiento – Linda, como verás tengo una piscina ¿Representa algún peligro para tu perro?

- No.

Ella no se sentó, él tampoco.

- Me perderé aquí adentro y como tú te olvidas que existo, terminarás encontrando mi cadáver tirado por allí.

- Entonces tendré que dejarte un rastro de miguitas de pan para que siempre me encuentres y así no mueres por inanición – dijo abrazándola - o bien nos amarramos a nuestros índices un hijo rojo, así no nos separaremos… o la última opción, que la veo más compleja es que vuelva todas las paredes de chocolate y dulces, así tú te abres paso comiendo y aprovecho de engordarte un poquito...

- ¿Para terminar comiéndome?

- ¿Acaso crees que te traje sin segundas intenciones?

Andrea no sabía si bromeaba.

- Ven, linda, te daré un tour de mi casa. Éste es mi dormitorio.

Eran cajas y una cama con un saco de dormir encima. La primera puerta era un baño. La segunda puerta era un closet desordenado salvo por ropa y zapatos para trabajar. La tercera puerta daba a una penumbrosa terraza interior, solo se accedía desde esa puerta; tenía un jacuzzi que se notaba sin usar, muchas plantas muertas.

- ¿Vives solo acá?

- …Sí ¿Te importa dormir en el sillón? Eres chiquitita, caerás estirada, pero si no, puedes usar mi cama…

- El sillón está bien.

- No me importa, puedo dormir en el suelo por último.

- Estaré bien afuera – dijo saliendo.

Ambos encontraron a Eliodoro arriba de la cama preparándose para dormir. Andrea se disponía a sacarlo cuando Cooper la detuvo.

- ¿No tiene pulgas cierto?

- No ¿Tienes algo para taparme? Hace frío.

- Ah, perdón, claro - Fue al closet y volvió con un chal de lana que era de retazos de cuadritos tejidos - ¿Necesitas algo más? Hay dinero arriba del refrigerador por si te da hambre.

- Estoy bien. Gracias – dijo saliendo del dormitorio.

- Cualquier cosa… no dudes en entrar y despertarme – dijo afirmando la puerta - ¿Quieres que revise el corte de tu pierna?

- ¿Es necesario?

- No.

- Entonces no.

Cooper adelantó a Andrea y limpió el espacio que ella ocuparía.

Andrea achicó sus ojos y tiró sus labios a un extremo del rostro, sosteniendo el pesado chal.

- ¿Eres un psicópata?

- No de los violentos – bromeó – No paso mucho tiempo acá. Tampoco traigo gente. Andrea, no te haré daño, puedes dormir tranquila… si quieres puedes encerrarte en mi dormitorio… tienes una escalera de emergencia por donde huir si resulta que me pongo violento.

- No quise ofenderte.

- Linda, no tienes que explicarme nada, lo entiendo.

Se apoyó contra la pared y rascó su cuello.

- Soy desordenado, dame unos minutos y limpio mi dormitorio.

- No es necesario, no debí comentar algo, me abres las puertas de tu casa y yo me quejo.

- No creo que sea una queja – dijo sentándose a su lado – Más bien parece una preocupación sólida. Te entiendo, linda. Todo está bien.

- No tienes que vivir así…

- ¿Qué te hace creer que no?

Andrea no supo que responder.

Él hizo un gesto que se iba y se levantó.

Ella se acostó en el sillón debiendo quitar de entre los cojines encendedores, cajas de cigarros, botellas y un palo de hockey que le incomodó.

- Hace años que no juego – dijo agarrando el palo.

Cooper se sentó sobre la caja y metió sus pies bajo el chal prendiendo un cigarro, jugando con el palo entre las piernas.

- No puedo creer que Martina me haya intentado matar, segunda mujer que intenta asesinarme…

- … la tercera será la vencida.

- Espero que no… aunque en realidad, la primera intentó cortármelo, hubiera sobrevivido de alcanzar a llegar a emergencias a tiempo, quizá incluso me lo hubieran podido coser de nuevo.

No estaba segura si reír. No parecían ser exageraciones y él tampoco parecía bromear, se veía cansado como para ser una broma.

- ¿Qué hiciste?

- Enamorarme de una mujer delirante…

- …y…

- … y serle infiel ¿Consideras el castigo justo para el crimen? Nuestros cerebros no están hechos para expresar sentimientos profundos de pareja, se puede amar a una persona y sentir impulso sexual por otra, o por dos y tres; la fidelidad es un imposible.

- Tienes cara de infiel…

La miró levantando la ceja.

- Tus manos – dijo tomándosela – Todos los hombres que tienen manos tan bien cuidadas son infieles.

Cooper sabía que no existía correlación, lo que no sabía es que Andrea lo acababa de inventar para posicionarse frente a él, con sus manos agarradas y a una distancia cómoda para que se volviesen a besar.

- ¿y tú? ¿Qué pasó con ese innombrable?

- Nada… - dijo soltándole las manos y echándose atrás.

- ¿Fue algo de una sola vez?

Andrea negó acomodándose para dormir, pero Cooper no se movió de donde estaba.

- Andrea, me interesa saber… por eso te pregunto.

- ¿Por qué te interesa?

- Quiero estar preparado si es que vendrá un esposo celoso mañana a asesinarme… y la tercera será la vencida, aunque preferiría morir a manos de una mujer, para dejar éste mundo como llegué, entre las piernas de una mujer.

- Llevábamos saliendo un par de meses, pero nada serio, nada exclusivo. No me gusta estar amarrada.

- … y a mí que me encanta amarrar mujeres.

Cooper se acomodó abriendo de manera exagerada sus piernas, tirando el humo para arriba y bebiendo un sorbo.

- ¿De dónde sacaste ese vaso?

- Estaba acá al lado… el alcohol no se descompone.

Cooper se sentó a su lado y ella le colocó las piernas encima, él comenzó a masajeárselas. Pronto llegó Eliodoro a echarse encima, impidiéndole seguirla tocando.

- ¿Puedo quedarme con tu perro cuando te vayas?

- No

- Tú tienes más.

- No es un objeto que se pueda reemplazar. Aparte ¿Lo vas a dejar todo el día solo?

- Te dije que trabajaré menos, tendré a Conan también, no quiero que esté solo cuando yo no esté… tengo que trabajar igual.

- Adopta otro perro… tendrás al gatito también.

- Sí, pero los gatitos son flojos, los perros no. Aparte me agrada este… mira, nos parecemos.

- Puedes ir a verlo a mi casa.

- O tú puedes traérmelo y lo llevamos al parque acá enfrente, nos turnamos en las visitas.

Se desparramó en el sillón cubriéndose por completo con el chal, Eliodoro se fue y volvieron a acomodarse como antes, solo que ahora tapados.

- No tomes mal lo que voy a decir. He tenido un día de mierda o creo que han sido dos o tres días ya, meses quizá; no tengo certeza ya de cuánto tiempo llevo despierto por lo que existen posibilidades que esté delirando o soñando, si resulta que mañana despierto y no te encuentro, porque nunca viniste, los iré a buscar…

- Yo no sería yo, yo sería el yo tuyo, mientras que yo seguiría siendo yo.

- Estimada Andrea, si esas oraciones se la dijeses a otro, no la hubiera entendido… tienes suerte de conversar conmigo.

- Sí, por eso te dije que si esto fuese un sueño, te vendría a buscar mañana.

- Espero que tu yo verdadero sea menos soberbia – dijo haciéndola reír – Está bien así, me gustan las mujeres desagradables y que me maltratan.

Quería besarla, pero nada hizo para satisfacer su deseo.

- Mañana me irás a buscar y te encontrarás con una guatona desagradable.

- Mientras seas tú, terrible sería encontrarme con una pérfida que me traiciona por deporte – se acercó a ella y besó sus labios – Que descanse Andrea.

- Que descanse, Doctor Cooper. Oye ¿y con quién fue?

- La hermana gemela y su mamá, al mismo tiempo… las hice besarse.

- ¡No! – gritó Andrea riendo.

- No es algo que me haga sentir orgulloso – dijo orgulloso – Me avergüenza – dijo desvergonzado –… que duermas bien.

El cansancio no les dejó dormirse.

Los dos mirando el techo revivieron los puntos altos de lo que se dijeron; no obstante esos recuerdos agradables fueron desplazados por pastillas, violaciones, abortos y muerte. Intentaron no pensar en eso y dormir, pero no podían, aunque ninguna imagen echaba raíces, ninguna se iba.

Entró al dormitorio y se desnudó, acostándose junto a Cooper.

Cooper paralizado con los ojos cerrados fingió dormir, ella lo abrazó por la espalda y comenzó a tocarlo, él se permitió disfrutar unos minutos la agradable sensación antes de detenerla.

- Por favor, no siga – dijo tocándose el cuello.

- ¿Eres gay?

- Solo una vez; no obstante… – le respondió sonriéndose y girándose a mirarla –…no puedes entrar al dormitorio de un desconocido, en su casa, en este momento y comenzar a tocarlo.

- ¿No te gusta que te toque?

- Creo que mi erección responde por sí misma.

- ¿Entonces?

- No es que no quiera, es que no puedo…

- Hay pastillas…

- No soy impotente – respondió risueño – Linda, en éste momento estás en mi casa y no puedes salir de aquí por el estado de catástrofe, tampoco tienes donde ir. No olvidemos que si entras a la fundación…

- No entraré.

- Incluso excluyendo eso sigo estando en una posición de poder en la que no me siento cómodo pues me hace sentir que no es que quieras estar conmigo, sino que debes estar conmigo y eso mata todas mis pasiones.

Andrea avergonzada se preparaba para irse, él evitando mirarla siguió preparando que decir. Cazó su mano impidiéndole huir en cuanto armó un discurso.

- Sé que pasaron cosas entre nosotros, pero allí estábamos en tu casa y ahora estás aquí… igual nuestros planes siguen, solo que se suspenden hasta que tú recuperes tu libertad.

- No es necesario que sigas hablando. Me equivoqué. Pensé que había algo aquí, pero es obvio que no… es decir… tú eres tú y yo soy yo.

Cooper la siguió desobedeciendo la única regla que tenía con respecto a las mujeres, nunca seguir a una enojada.

La encontró escondida bajo la manta en el sillón.

Se sentó en la caja y la movió para hacer notar su presencia pero ella no reaccionó, siguió escondida, intentó levantar las mantas pero ella las tenía aferradas con fuerza y él no la forzaría.

Suspiró e hizo sonar la lengua tras los dientes.

- ¿Puede comportarse como un adulto?

- No es necesario que hablemos de todo, todo el tiempo.

- ¿No te gusta conversar conmigo?

- Sí me gusta, pero no quiero hablar de esto. Ahórrate el discurso. Tan amigos como siempre.

Andrea salió de entre las mantas y se sentó frente a él, jugando a ponerse y sacarse los zapatos.

Cooper la miró paciente y alejó el cabello de su rostro, acariciando su mejilla. Luego se acomodó sobre la caja con las piernas abiertas e hizo una ojiva con sus manos apoyándose sobre las rodillas.

- Andrea, esta noche existe un abismo entre lo que quiero y debo hacer…

- Cooper, hoy pensaba juntarme contigo para seducirte y que tuviéramos sexo. No me interesa en lo más mínimo tus intentos de convencerme, no existe algo que puedas decir que me haga cambiar de parecer.

Fue a la habitación y salió con un chaleco de lana puesto, traía el saco de dormir, lo colocó sobre la espalda de Andrea, preocupándose de taparla bien.

- ¿Ves? haces estas cosas que me confunden…

- ¿Mi amabilidad te confunde?

- No, no es eso. Han pasado cosas entre nosotros…

- Andrea, si entras a la fundación…

- Deja de insistir con eso. No entraré. Si acepto que me hables es para demostrarte que aunque hay mujeres confundidas y asustadas que necesitan ayuda, hay otras que no y toman la decisión sabiendo que es la mejor para ellas; no todas queremos ser damiselas en aprietos. Sé que no lo haces con mala intención, pero también sé que no lo haces solo por bondad.

Él se levantó y puso sus manos sobre la cintura.

Hizo sonar la lengua tras sus dientes mirando al piso.

- ¿Crees que tengo segundas intenciones?

- Sí.

Desencajó la mandíbula.

- Querida ¿Todo esto es porque no me quiero acostar contigo? Ya, entra y te lo hago. Eres una mujer bastante crecidita, tú sabrás a lo que vas y por la mierda que te lo voy a meter con ganas… yo intenté hacer lo correcto, pero contigo no se puede… así que te voy a hacer de forma correcta lo incorrecto.

- No, ya no quiero.

- Por favor… ahora mismo me estás desnudando con tu mirada.

Tenía razón pero solo consiguió hacerla reír y él también se rio.

- Si quieres puedes dormir conmigo.

- Eres inconsecuente.

- Ya no hablo de una forma sexual… lo digo por el frío… nos tapamos con las dos mantas hasta que vuelva la electricidad y pueda prender la calefacción.

- ¿Por qué crees que tengo frío?

Porque hacía frío pero Cooper lo decía por sus notorios pezones parados.

- Reconoce que quieres dormir conmigo.

- Si tu perro puede dormir conmigo ¿Por qué tu no?

- Desgraciado.

- Ya – dijo riendo - quiero que duermas conmigo pero con una condición.

- ¿Cuál?

- Mientras estemos acostados no me hablas de sexo, no me tocas, ni me dices cuánto me deseas… ninguna de esas cosas.

Ella se subió arriba del sillón para besar su mejilla.

Cada uno se acostó en un rincón y el perro a los pies.

Miraban al techo.

Guardaron un largo silencio, uno junto al otro perdieron los deseos de dormir, llenos de energías eran incapaces incluso de permanecer largos ratos con los ojos cerrados.

- Usé siempre condón.

Entonces el Doctor Cooper le dio toda una amable charla con respecto al uso del preservativo que despejó dudas. Una vez que finalizó ella se empinó para besar su mejilla, aunque él esperó fuese algo más.

- Tengo frío.

- Te puedo abrazar, si quieres.

Ella asintió y se acurrucó a su lado besando su mejilla.

Él la abrazó.

- Me gusta cuando haces eso.

- A mí me gusta cómo me abrazas… porque puedo sentírtelo.

Él la soltó riéndose.

- Querida, o te calmas o me iré al sillón.

- Ya, ya – dijo abrazándolo – No te siento nada, te estaba molestando.

Él la abrazó acogiéndola en su pecho y preocupándose que estuviese tapada. Con Andrea sentía la misma sensación en el pasillo de los vidrios en el supermercado, deseos de pasar la mano y quebrar todo, pero como no debía hacerlo, evitaba ese pasillo por temer que igual lo terminaría haciendo "sin querer".

Andrea se durmió escuchando el acelerado latir del corazón de Cooper, rodeada de la calidez de su cuerpo y en la seguridad de sus poderosos brazos.

El pelo de Andrea olía a vainilla y su piel a bronceador. Le recordó las vacaciones. Su piel era tan suave, era tan delicada y blandita ¿Qué clase de monstruo dañaría una mujer así de linda y chiquitita? Ni si quiera le molestaba sobre su pecho, no dormía su brazo o le molestaba su pelo contra el rostro.

Andrea se giró y él se giró con ella, abrazándola por su delicada cintura y enterrándose en su pelo bien oliente. Su brazo daba vuelta su cuerpo y ella se dejaba apretar.

- ¿Estás durmiendo?

- No.

- La férula de la nariz no me deja dormir ¿Me la puedo sacar y ponérmela en la mañana?

- Puedo quitártela y parcharte.

- Si te levantas me dará frío.

Él le quitó el pedazo de plástico y con esas mismas cintas replicó el efecto de la férula. No quitó la mano de su rostro, lo acarició y luego se deslizó metiéndose entre el pelo de Andrea, deteniéndose en la nuca.

- Sé que esta es la mentira más grande dicha por mi género, pero algo raro me pasa contigo.

- ¿Todas las mujeres que ayudas terminan en tu cama?

- ¡Por supuesto que no! ¿Qué clase de hombre crees que soy?

- Era solo una pregunta, entonces es obvio lo que pasa.

- Ilumíname con tu sabiduría.

- Dices que necesito ayuda, pero en realidad no lo crees.

Él sonrió.

- ¿Puedo besarte?

- Si no quisiera, no te permitiría tenerme así.

La besó sin soltarla, acercándose a ella la escuchó gemir y se acercó más, agarrándola de la cintura la apretó contra él besándola con más ganas, olvidando parches y puntos, lo malherido que estaban.

Dejó de besarla en cuanto sintió el sabor de la sangre, asustado le revisó sus labios pero ella le indicó que era él quien sangraba. Soltó uno de sus propios puntos.

Cerraron sus ojos y chocaron las frentes.

Ella se acomodó recibiéndolo sobre su pecho.

Durmiéndose jugaba con las ondas rubias haciendo un ruido con su boca, como un siseo. En un inicio se sintió ridículo, incomodo, pero pronto estuvo relajado y confortable.

Andrea despertó con hambre y con el brazo adormecido por el peso de la cabeza de Cooper, quien dormía con la boca abierta babeándole, roncando tan fuerte que vibraban los vidrios.

No fue un cuadro agradable de ver u oler.

Estaba afirmado a su polera, por lo que para salir de la cama debió quitársela. Él se acomodó sobre ella como si fuese una almohada.

Se colocó una polera que sacó del closet y salió a la cocina, nada tenía para comer, tenía hambre y luego cuando despertase Cooper volvería a hablar de conejitos blancos a menos que lo alimentase.

Se colocó los zapatos, el chaleco de lana de Cooper y salió a recorrer la ciudad en su auto. Encontró un supermercado abierto, lo saqueaban, se estacionó escondida entre unos conteiner de basura.

Un hombre de melena lisa y oscura con un fierro rompía todo, aterrorizando a quien fuera que se metía a robar cosas.

Ella tomó un carro y metió todos los alimentos que encontró, además de papel higiénico y útiles de limpieza. Con el carro atiborrado intentó salir sin ser vista por aquel hombre atemorizante y los amigos igual de destructores que llegaban.

- ¿Dónde vas? – preguntó aquel hombre.

- A unas cuadras.

- Te acompaño, anoche violaron una niñita por acá… - dijo con una expresión que más parecía decir "anoche viole una niñita, ahora quiero otra".

- No es necesario.

- No es un problema – respondió siguiéndola - ¿Este es tu vehículo? Se parece al del Doctor Cooper, él ayudó a mi mamá a superar su depresión.

- Es de él. Soy su hija.

- No se parecen en lo más mínimo – No lo hacían, nada tenían en común.

La muchacha se subió al piloto y le pidió indicaciones de como volver a las Torres Cooper, el hombre le respondió amable, despidiéndose moviendo su mano, sonriendo.

Se subió a la vereda y se metió al hall entrando con el auto cuanto pudo. No había periodistas, era de esperarse, tendrían mejores situaciones que reportear.

Se metió a la conserjería en busca de un carro para subir las cosas pero solo se encontró con un trabajador muerto, intentó llamar pero las líneas seguían muertas, así que lo arrastró hasta la calle, así uno de los autos militares lo vería y se lo llevaría a la morgue.

Bajó hasta la sala electrógena, cargó el generador de combustible y lo hizo funcionar, buscó por el estacionamiento hasta que encontró un carro como el de los supermercados y subió en el ascensor, lo cargó y lo fue a dejar al departamento.

Se devolvió para llevar el auto al estacionamiento y volvió al departamento a guardar las cosas.

Lo despertó cerca del mediodía para que comiese algo, Cooper entre la sorpresa y evitar ser maleducado no comentó que la muchacha le llevase derivados de azúcar y harinas procesadas como primera comida.

- Saqué tu auto, espero no te moleste.

- Claro que no, espero hayas usado mi dinero.

- No, tú pones la casa, yo pongo la comida.

- Ya, linda ¿Habrás comprado algo más sano?

- Sí, hartas cosas, anda a ver.

Cooper incrédulo vio la cantidad de cosas que la muchacha compró y eso que no vio las que mantenía en el patio en ollas con agua (debido a la ausencia de refrigerador).

Preparó dos platos de avena y le pasó uno a la muchacha, quien se sentó a su lado en la cama, tapándose.

Pronto llegó Eliodoro a meterse bajo las frazadas.

La muchacha no terminó de comerse el plato cuando se fue al baño a vomitar ¿Qué esperaba? Consumiendo esa cantidad de azúcar en ayunas.

Cooper dejó de comer para ir a hacer fuego y poner agua a calentar. Colocó dos tazas con bolsas de té y esperó paciente a que la mujer llegase a su lado.

- ¿Te sientes mejor?

- Sí… ¿Quieres que te ayude con algo?

- No, puedes ir a reposar.

- Hay un regalo de Eliodoro esperándome.

- Yo lo limpio, tú ándate a acostar.

Cooper llegó con dos tazas con té, endulzante, una cuchara y una chaqueta deportiva para Andrea, la cual le quedó de abrigo.

Se lo tomaron acostados y siguieron así, durmiendo a ratos, hasta que llegó la electricidad horas después.

Conversaron sobre la posibilidad de ponerle una prótesis a Eliodoro, Cooper tenía unos colegas que trabajan en eso pero con humanos, aunque comentó que podía cobrar un favor adeudado.

La electricidad llegó y él se levantó de inmediato a prender la calefacción además de guardar las cosas en el refrigerador ayudado por Andrea.

Cooper prendió la cafetera.

- Quizá deberíamos aprovechar de limpiar.

- Yo limpio, es mi casa, tú eres invitada, descansa…

- ¿Tienes una televisión?

- Sí, pero no la he instalado…

- ¿Puedes instalarla?

Asintió de malas ganas y fue a satisfacer los deseos de Andrea, era el que menos problemas y dilemas morales generaba.

Andrea terminó mal genio con la insuficiencia de Cooper para hacer una tarea tan sencilla, en cada paso le pidió ayuda, ella sintió que fue porque a él le molestó que trabajase mientras ella hacía nada, en realidad no fue eso, el médico era un inútil en labores manuales.

Andrea terminó subiéndose a su espalda para ella hacer las cosas mientras él solo afirmaba. Andrea perforando rompió unos cables, era una cámara oculta que tenía en una esquina del dormitorio, prefirió omitir esa información.

Él se daría cuenta en su momento y ella ya no estaría allí.

- ¿Te cambiaste hace poco?

- No, vivo acá hace más de diez años. Hubo un incendio. Por eso está todo así.

- Una llama que quemó solo muebles pero no dañó libros.

- Ajá. Ese tipo de fuego… No revises mis cosas.

- Lo siento. Listo. Televisión instalada… ¿No tienes cable?

- No, casi no veo televisión, veo películas y series, algunas las descargo y otras las compro… ah, pero tengo que instalarte los otros aparatos – rezongó.

- Sí, entretenme instalándome el aparato.

- Sabía que me ibas a decir eso. Pervertida.

Cooper abrió la ventana, quitó el saco de dormir de la cama e hizo la cama con sábanas, cobertores, almohadas con funda. Quedó linda. Luego pasó la aspiradora mientras Andrea colgó las cortinas.

Una vez terminada la dejó con el control en la mano y se fue a la terraza a jugar con Eliodoro y una pelota de tenis. Despertó cuando escuchó la banda sonora de su película preferida y entró al dormitorio.

- ¿Instalaste sola los aparatos?

- A tu ausencia.

- ¿y lo grabaste que sea?

- Pervertido – se hizo a un lado en la cama - ¿De esta película me hablabas?

- Sí. De esa.

- ¿Por qué no te acuestas a mi lado? Anoche dormimos juntos.

- Sí pero ahora es distinto, hay sábanas.

- Claro y eso lo vuelve pecaminoso… ¿Tienes un plumón?

Cooper sacó uno de su maletín y se lo tiró.

Ella al atajarlo salió de debajo de las mantas y cruzándose de piernas lo miró seductora.

- Desnúdate y baila para mí.

- Ridícula.

- Ponte de estómago sobre la cama, quiero mostrarte algo.

- Soy cosquilloso.

La miró de reojo quitándose la ropa mientras caminaba a la cama. Ella lo contempló lasciva mordiéndose el labio.

Se montó a su espalda.

Fue como montar a un toro mecánico, Cooper no consiguió no moverse ante cada trazo, ambos se rieron hasta que en la película mostraron una cruenta escena de violación.

Andrea se bajó de Cooper, quien de inmediato apagó la televisión. Sin decirle una palabra la abrazó, pero ella no lo abrazó de vuelta.

- Se me olvidó… lo siento.

- Está bien, estoy bien.

- Veamos otra cosa… tengo conciertos.

- No, estoy bien, no había visto esta película antes ¿Qué pasa luego?

- Ella cobra venganza metiéndole un consolador y le tatúa "violador" en el pecho.

Le entregó el control.

Prendió la película pero adelantó la escena.

- Igual, ella sabía a lo que iba, no debió ir, es su culpa – dijo dibujándole en el muslo, él ya no se movía.

- El abuso sexual NUNCA es culpa de la víctima. Nunca. Lo invitó a su casa, no a violarla.

Los dos guardaron silencio hasta que ella terminó, no le quedó igual pero era hermoso.

- Tienes que imaginarte tu muslo depilado… los pelos desviaron un par de líneas.

- Me encanta, pero no puedo tener una cuestión tan grande, se me va a translucir por la camisa en verano.

- Sí.

- Está bellísimo Andrea. Aprovecharé de bañarme para quitarme la tinta.

- Ya.

Salió al rato con el botiquín.

- Sigues dibujado.

- Me fijé. Ya saldrá – le dijo vistiendo solo ropa interior nueva - ¿Te molesta si ando así?

- Por supuesto que no, pareces sacado de un catálogo.

- En la universidad trabajé como modelo.

- ¿En serio?

- Sí… gracias a mis enormes genitales – dijo haciéndola reír – Era el único modelo a quien no debían rellenarle con calcetines.

Se sentó al borde de la cama y agarró la pierna con el parche, la limpió y lo cambió, aprovechó de ponerle uno de plástico para que la muchacha se fuese a bañar sin problemas.

- Te pusiste menos pálido.

- Hay menos sangre.

- Pobrecita, como quedó – dijo mirándola en la película, la escena donde la actriz se ducha y la sangre cae.

Cooper la miró a ella con la misma lástima.

- Esos moretones son verdaderos, la actriz los ganó por la escena, no recuerdo donde leí eso – suspiró - Lo importante en esas situaciones es denunciar, para que el abusador no cree más víctimas.

Andrea achicó sus ojos y sonrió de medio lado, levantándose para irse a bañar.

- Es común que las víctimas no piensen en eso, no es para menos. El problema con la violación es que al tratarse de un tabú para algunas personas y para otras algo doloroso, nadie habla, lo que crea una utopía para los abusadores… vaya, le llevaré ropa limpia y una toalla.

Mientras ella se duchaba Cooper entró a explicarle que él, como psiquiatra podía denunciar por parte de la víctima y representarla en muchos lados, aunque igual la víctima tendría que corroborar su versión.

Era tal la cotidianidad con que el médico se refería a la situación que no incomodó a Andrea, quien al no verlo se sintió cómoda de interrogarlo.

- … O sea, claro sí, ahora hago clínica, antes estaba en investigación. Acá ante cada emergencia soy el primero al que llaman, esté o no de turno.

- ¿Por qué hacen eso?

- Porque los pacientes confían en mí. Supongo que me ven inofensivo.

- Eh, inofensivo como un oso… ¿Qué es lo que más te ha impresionado? – dijo recibiendo la toalla y envolviéndose en ella para luego ser ayudada por Cooper a bajar de la tina.

Se sentó en el váter y Cooper le secó el pelo.

- No te puedo contar – respondió alzando la voz debido al ventilador.

- Sin nombres.

- Confiaré en ti.

- Sí, hazlo, soy inofensiva…

- … inofensiva como un virus – le respondió riendo, suspiró y narró - Un día llegó una mujer a emergencia que no quería reconocer su actual pareja la golpeó, venía con su pequeña hija de tres o cuatro años y el tipo estaba afuera esperándola, no era mi primera vez hablando con ella pero dada la violencia de las lesiones, sospeché sería la última. No quería denunciar la situación sin su aprobación pues ella perdería la poca confianza que me gané y la necesitaba para luego ayudarla.

- …quizá confían en ti porque eres lindo.

- Es posible, hay estudios al respecto, pero primer déjame terminar esta historia… no recuerdo bien lo que le dije pero fue algo como que su hija luego buscaría como esposo a su padre, ella rompió en llanto y se armó de valor para denunciar la situación… cuando nos despedimos, me dijo algo como: "yo sabía que le pegaba a su anterior pareja pero nunca creí que a mí también me fuese a pegar, al final resultó igual que mi ex".

- ¿Por qué se metió con un hombre así?

- Esa es la gran pregunta que ellas deben responderse para sanarse, yo tras eso la derivé a alguien más competente… hace unas semanas reconocí su nombre y pedí atenderme con ella, el tema es que conversamos mucho, estaba muy bien.

Andrea achicó sus ojos y lo miró de medio lado, arrugando su nariz también y rascándosela, evitando preguntar lo obvio.

- ¡Como dentista! No contrataría una prostituta que ha sido víctima de abuso.

- Casi todas lo fueron, o tienen serias trancas.

- Sí, pero, no todas, debe haber a quienes les guste ¿No?

Y así fue como Andrea arruinó la prostitución para Cooper, quien solo suspiró y terminó de secarle el pelo.

Guardó el secador y la miró despechado.

Se acostaron sin dejar de conversar más de lo mismo, ella se apoyó contra su pecho y él la acogió.

- ¿Alguna otra pregunta, preciosa?

- No - Él besó su frente y se acomodó para seguir viendo la película.