- Sé que estas ahí, deja de esconderte, nunca fuiste bueno para eso - dijo la chica en tono calmado, su mirada estaba concentrada en atizar la flama frente a ella. De pronto, una silueta camuflageada de entre los arbustos, se comenzó a ver nitidamente, alto, con un gran porte y piel bronceada que contrastaba con sus hermosos ojos azules.
- Elena... - susurró, sin decir mas, se detuvo en la entrada de la cueva.
- Ya se me hacia raro lo facil que habia sido escapar - su tono ahora era sarcastico - 83 dias de tortura psicologica, años y años de lucha, perdi cientos de soldados... -su mirada ardia como el fuego, lo miró de forma fria y filosa - para descubrir que siempre fuiste tu... de todos, el unico que jamas imagine, TU.
El semblante del hombre habia sufrido una transformacion de 180 grados, de ser un demonio viviente, su semblante estaba relajado y su mirada triste, apretando sus puños, solo la miraba, no habia palabras que pudiesen describir lo que sentia. La noche era tibia, la luna estaba en su total esplendor iluminando a ambos que estaban suspendidos en el tiempo, ella desvio la mirada en señal de hastío, su corazón latía rápido pero no sabía si por la ira, decepción, tristeza o por verlo de nuevo, quizás era un poco de todo, deseaba llorar como todas esas veces que lloro por él,"malnacido" pensó.
- Fue para salvarte... - Finalmente el ente habló.
- ¿Qué? - volteó Elena, no habia entendido lo que dijo.
- Me fui para salvarte, era la única forma - dijo con voz firme sin dejar de mirarla, cada expresión importaba, debía saber si lo odiaba, "es entendible" pensó, "yo la dañe mas que nadie". De repente, la joven se rió a carcajadas, "¿salvarme?" pensó.
- Tenía mis dudas, pero ahora lo he entendido todo, creo que no queda otra alternativa - sin decir más, sacó su arma y le disparó en el brazo, el joven no se movió, ni siquiera un milimetro al recibir el impacto. Sangre comenzó a brotar por la herida, en su rostro no había dolor solo tristeza. Ella lo miraba y antes de decir algo lanzó un estremecedor grito al tiempo que vaciaba su arma... en una palmera.
- ¡maldición!- gritó - ¡no sabes cuánto te odio! - con lágrimas en los ojos comenzó a patearlo y golpearlo, el solo esquivaba los movimientos, pronto estaban en una cerrada batalla donde parecían bailar en sincronía, golpe que daba la chica, golpe que esquivaba, danzando por la playa entre arena y agua, patadas y puños, hasta que finalmente, Elena y él cayeron rendidos en la playa, sudando y con dificultad para respirar, uno sentado, la otra de rodillas tratando de recuperar el aire.
El la miraba con cierta adoración y ella solo trataba de recuperar fuerzas para matarlo.