En un restaurante...
Después de un largo silencio, Viviana finalmente abrió su boca.
—Mira, Eddie... debes saber que nunca me enamoraré de ti, así que deja de perseguirme. Deja esta locura de intentar ganarte mi corazón en tres meses. Esto es la realidad, no la novela de fantasía de tu padre. Sé sensato y abandona todo esto. No tienes idea de lo peligroso que puede ser mi padre.
Eddie sonrió con sarcasmo.
—Me alegra saber que aún te preocupas por mí —dijo.
Viviana dejó caer la cuchara en el plato y lo miró severamente.
—Esto no es un chiste. Hablo en serio.
—Yo tampoco estoy bromeando —dijo con firmeza—. Cuando digo que me gustas, estoy diciendo la verdad.
Viviana suspiró; la agitación estaba clara en su rostro.
—¿Por qué no lo entiendes? Lo que estás soñando no es posible. Tú y yo nunca podemos estar juntos —exclamó.
Expresó su inquietud y miedo por primera vez. Sucedió espontáneamente. Sus emociones salieron a flote, y no pudo ocultarlas detrás de su rostro frío.
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