Eran las 9 p.m. y Cristóbal aún no había regresado a casa.
Abigail lo había estado esperando. Cuando la noche avanzó, se puso inquieta y se preguntaba qué estaba tardando tanto. Recordó que él le había dicho que tenía una reunión urgente. Se preguntó si la reunión todavía estaba en curso.
—¿Cómo es posible? La reunión no duraría horas. Debe haber pasado algo. Tal vez han surgido problemas.
Intentó consolarse pensando esto, pero su agitación no desapareció. Un miedo desconocido se deslizó sigilosamente en su corazón.
Muchos pensamientos terribles pasaron por su mente.
Abigail no pudo evitar marcar su número.
Ring-Ring-Ring…
El teléfono estaba sonando.
Beep…
La llamada se desconectó.
Suspiró con decepción al darse cuenta de que él todavía estaba trabajando.
—¿Cuándo volverás? —Le envió un mensaje de texto y miró el teléfono, esperando su respuesta.
Por otro lado, Cristóbal no revisó su mensaje. Su expresión era solemne mientras fijaba la mirada en su padre frente a él.
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