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Capítulo 4: Incapaz De Soportar Su Todo

編輯: Nyoi-Bo Studio

El hombre inclinó la cabeza y, desatendiendo el desasosiego y el miedo que la invadían, rozó el contorno de su mandíbula con sus delgados labios, cuyo tacto la hizo temblar profusamente. Su cuerpo se había vuelto más sensible a la invasión.

La respiración de Yun Shishi se había vuelto entrecortada y, sin pensarlo, agarró la enorme mano para intentar detenerlo.

El hombre parecía haber adivinado sus pensamientos y, tomando sus manos, las amarró con facilidad y luego las levantó por sobre la cabeza de la chica, quien ahora se sentía aún más aterrada.

Su corazón se resistía constantemente, pero era inútil. ¡Aunque su cuerpo entero se estremeciera con un miedo profundo, no había forma de rechazarlo!

Yun Shishi se encogió de hombros para intentar esquivarlo, pero no se imaginaba que ese contacto accidental causaría un increíble aumento en la temperatura del cuerpo de ese hombre, quien tuvo que tomar una bocanada de aire frío, ya que casi pierde el control.

La chica era realmente atractiva y él no podía creer que casi se deja llevar.

Yun Shishi se sentía desconcertada con ese acercamiento tan íntimo, por lo que intentó contraer sus hombros aún más e, instintivamente, lo empujó.

—¡No...! —exclamó.

El hombre ignoró su resistencia.

De manera inconsciente, la chica empujaba incesantemente el pecho del hombre, en su intento de liberarse. Aun así, para él fue demasiado fácil agarrar sus muñecas con firmeza. De esa manera, quitó de su camino lo único que se interponía. Yun Shishi quedó sin aliento al darse cuenta de lo que iba a ocurrir. Su cuerpo se hundía en el intento de resistir el tacto. Cuánto deseaba poder refugiarse en un mundo donde él jamás entraría...

Su actitud dominante parecía haberla aterrado de verdad.

—No... No...

—¿No?

Mu Yazhe se sintió insatisfecho con su resistencia y, levantando lentamente los ojos, tomó su mentón con la mano. Bajo la tenue luz de la luna, sus ojos descendieron para observar el tímido rostro.

—¿Qué? —dijo con frialdad.

Y añadió: —¿No quieres esto?

Yun Shishi se puso tensa y frunció los labios. El hombre entrecerró los ojos y, con su dedo pulgar, restregó bruscamente los labios de la chica.

—Mujer, si has venido aquí, sabes lo que tienes que hacer, ¿verdad?

De pronto, su expresión se endureció, mientras su cuerpo no paraba de temblar. No estaba segura de si esto era causado por el dolor o por el miedo que sentía debido a la insensibilidad del hombre.

Permaneció en silencio durante un largo rato, hasta que su voz, casi ronca, dejó escapar unos sollozos desgarradores.

—Sí... Sí, lo sé...

—Entonces, ¿aún necesitas que te diga qué hacer?

Las cejas de la chica se retorcieron al escuchar esta voz fría como el hielo y, mientras mordía su labio inferior, se le llenaron los ojos de lágrimas. Luego, sintió cómo un hilo de humedad fluía hacia el exterior de sus labios y su boca se invadía de un sabor amargo.

Ella sabía que solo seguían el contrato. No había una relación romántica entre ellos, por lo que cualquier forma de intimidad estaba estipulada en el documento y nada más. Aun así, sin importar lo que pasara, ella no iba a soportar esta humillación.

Mu Yazhe la miró y sonrió con frialdad. No pretendía darle más tiempo para acostumbrarse a él. Así que ató sus manos y las lanzó sobre su cabeza. Las comisuras de sus labios se enroscaron, formando una sonrisa casi cruel.

—¡Abre la boca!

Poco a poco, el rostro de Yun Shishi se tornó inexpresivo. Enseguida, cerró los ojos lentamente, perdiendo las esperanzas. Con dificultad, puso sus brazos alrededor de los hombros del hombre y enterró el rostro en su cuello.

En ese instante, supo que había cruzado hacia las profundidades del pecado.

El hombre estaba satisfecho con su sometimiento y, sin previo aviso, se hundió en su interior de un golpe.

Romper esa barrera fue una sensación tan vívida...

Apretando los dientes, Yun Shishi resistió el ataque. Su voz estaba ronca. Tomó una bocanada de aire frío mientras intentaba soportar ese intenso dolor.

Su cuerpo estaba rígido como una roca y era incapaz de moverse. Era una sensación tan desconocida y extraña, ¡como si la estuviera destrozando! En ese instante, su visión se oscureció casi del todo y por poco se desmaya del dolor.

¡Su todo era demasiado para que ella lo soportara!

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