Íleo escuchó un fuerte juramento de su amigo y luego el sonido de lanzas cortando el aire. Gritos, gruñidos y voces siguieron. Saltó por la escalera, se deslizó por los corredores y llegó a la entrada. Tenía que bajar el rastrillo para impedir la entrada de los demonios, aunque no estaba seguro de cuánto tiempo la estructura podría soportar su fuerza bruta. Sin embargo, cuando llegó al rastrillo, abrió mucho los ojos, impactado por lo que vio frente a él.
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