—Íleo la enrolló consigo y la inmovilizó debajo de él. Anastasia, ¿qué te pasa? ¿Por qué simplemente no puedes hacer lo que te pido? No es seguro estar sola aunque estemos cerca de Ixoviya! —dijo Íleo.
La manera en que su cuerpo la inmovilizaba era tan posesiva. Sostenía sus muñecas por encima de su cabeza y su peso sobre ella la hacía retorcerse. —Quédate cerca de mí.
Su aliento cayó sobre sus mejillas haciéndola retorcerse y recordándole su olor a bosque. Cuanto más se retorcía, más la inmovilizaba bajo su peso. Una de sus piernas estaba sobre ella y la otra al lado. Era como si lo hiciera por ira, por la urgencia de protegerla y dominarla.
—Íleo, ¡no me estabas escuchando! —ella le gritó, tratando de liberarse de su agarre, pero el hombre era demasiado fuerte. —Quería hablar contigo.
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