—Sorprendida, Anastasia recogió la ofrenda y cubrió las marcas por impulso. —Estoy aquí mismo —llamó.
—Vuelve, cariño —dijo él en una voz somnolienta y relajada.
Ella guardó las ofrendas en la alforja y volvió a acostarse. ¿Por qué se sentía tan enérgica? Era como si su cuerpo vibrara con algún tipo de fuerza que quería ser liberada. Su corazón latía con fuerza y podía oír los latidos en sus oídos. ¿A quién pertenecían esos pies? ¿Y cómo pudieron romper la barrera de invisibilidad y entrar? ¿Justo al lado de su tienda?
—Una mano en su pecho la sobresaltó. —¿Qué pasa? —Íleo levantó la cabeza y la miró con ojos muy abiertos. —Tu pecho está latiendo fuertemente.
Ella tragó saliva. ¿Debería contarle lo que vio? Decidió no hacerlo porque era demasiado pronto para sacar conclusiones. Sin embargo, se mantendría alerta a estas cosas. —Estaba pensando en Maple —respiró.
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