—Enserio vas a quedarte mirándome todo el día?, no hay nada que quieras contarme, siquiera tus malvados planes una vez que me atrapes o algo de tu monótona vida en este pueblo fantasma?, llevas más de una hora ahí afuera y no haces nada mas que sonreir…—preguntó Abel sintiéndose cada vez menos temeroso de este sujeto, el cual si no moviera la cabeza de vez en cuando para seguir su cuerpo, el hombre realmente pensaría que se trataba de un muñeco dejado para entretenerlo—Vamos, al menos dime tu nombre…
No obstante el asechador era bastante obstinado y seguía mirando a Abel sin emitir ruido alguno, por lo que el viudo abandono la idea e iniciar las negocaiones amigables para ganarse la confianza de este demente.
Como era de esperarse el tiempo siguió pasando y la vela prendida en el sótano casi había consumido por completo, pese a que había pasado una eternidad en su mente Abel no tenía certeza de cuánto tiempo realmente había pasado. Sin embargo, el hombre sabía que la noche aún no había llegado, dado que aún entraba algo de luz desde la trampilla.
Abel comprendía gracias a su anterior experiencia en este lugar que debía haber pasado mas de medio dia para que la vela en el escritorio se apagará por completo. Sin embargo la niebla no daba indicaciones de si era mañana o tarde y con su celular sin bateria, la paciencia de Abel se fue consumiendo de forma mas rapida que la vela, por otro lado si bien el cuerpo del viudo le pedía a gritos que se relajara un poco ante la extraña situación que estaba experimentando, Abel no quería bajar la guardia y tener que enfrentar un muy posible enfrentamiento desprevenido, por lo que su salud mental en estos momentos prácticamente igualaba a la demencia con la que vivía el asechador esperándolo afuera, lo peor de todo es que si nada cambiaba Abel no tenía dudas de que su cerebro dentro de poco quedaría igual de derretido que la vela en el escritorio.
Aunque no todo estaba perdido, puesto que el aburrimiento de Abel había traído sus frutos y el viudo había iniciado un maravilloso plan de huida, el cual consiste en utilizar el pasadizo secreto para escapar de este sótano, una vez afuera simplemente debía no cruzarse con el hombre gordo en la mansión y por último debía encontrar una ventana, abrirla y volver a salir corriendo de esta mansión.
Uno se preguntaría por qué Abel tardó tanto tiempo en ejecutar este plan de huida, y la respuesta era igual de intuitiva que la pregunta: Abel confiaba en que la policía vendría a rescatarlo. Sin embargo, a medida que la vela se consumía en el escritorio también se consumía las esperanzas del viudo de ser rescatado por los uniformados. Y con la vela consumida por la mitad, parecería que la confianza de Abel en la policía finalmente se había extinguido y ahora su plan era igual al del comienzo pero con algunas ligeras modificaciones: escapar de esta mansión maldita y llegar al estacionamiento abandonado por dios, subir a su preciosa moto y ir a cagar a trompadas al comisario malparido que se había metido su denuncia en el orto.
Continuando con su plan Abel se levantó y comenzó a mover cosas aleatoriamente dentro del sótano con su mano hábil, mientras que la dañada solo la usaba para sostener su cada vez más amado revólver. Dado el movimiento errático de Abel si uno lo viera claramente notaría que algo estaba mal, pero ese era justamente el truco y era que el acechador no podía ver que estaba haciendo, pero si podía escucharlo. Por lo que la idea de Abel era generar ruido de vez en cuando y luego generar pausas de silencio, de esa manera el acechador se acostumbra a la rutina y no podría detectar cuándo es que el hombre había abandonado la habitación tomando el pasaje oculto en una de las cajas de este sótano.
No había dudas que la idea era espectacular, digna de que un ser humano se jugará la vida con la misma y no podía ser para menos, puesto que esa era justamente la situación en la que se encontraba nuestro querido Abel.
Según el paso del tiempo la vela en la habitación se consumió hasta que solo un cuarto de la misma quedará aún en pie, por su parte en estos momento Abel se encontraba dejando de mover las cosas en la habitación para volver a la confiable y segura esquina del sótano. Acto seguido, el hombre procedió a descansar su espalda contra la pared mientras miraba con demencia y los ojos enrojecidos a las escaleras que dirigen al grandísimo hijo de puta que le estaba haciendo trabajar como un perro.
Tras mirar con los ojos cada vez más enrojesios a las escaleras, el viudo miro el revólver en sus manos con el mismo cariño a que miro a cada una de sus dos esposas y lentamente una sonrisa igual de deforme que la del sujeto que lo estaba asechando se formó en su rostro, una sonrisa irónica, vengativa, dolida y cruel, la cual le permito a Abel finalmente entender las emociones del hombre aparentemente mudo en el exterior y lo peligroso que realmente era.
Por que en la mente de Abel en estos momentos solo habia una gran sueno y era la satisfacción de imaginarse que pasaria si realmente tubiera dos balas en el tambor de su revolver, pues entonces el hombre no hubiera dudado en disfrutar gastar una des esas preciosuras con este demente. Al igual que la vela en el habitación, Abel estaba cansado, desgastado y consumido, al punto que al hombre ya le importaba bastante poco jalar un gatillo con tal de deshacerse de este gran grano en el culo que solo le sonreía como un estupido, al parecer el miedo del hombre había sido reemplazado por odio y el odio poco a poco se estaba transformando en locura.
Comprendiendo que no podía permanecer más tiempo en esta situación de mierda, Abel salió del morboso trance en el cual se encontraba y se levantó nuevamente para finalmente ejecutar la última rutina, puesto que esta vez el hombre escaparía de este sofocante sótano!