Sin encontrarse ninguna sorpresa desagradable en el camino el viudo llegó al pueblo en donde con lentitud camino por las calles cruzándose con algun guia de vez en cuando que lo saludaba alegremente, forzano así que la sonrisa volviera aparecer en su rostro y un saludo casi simétrico procediera a ejecutarse.
Siguiendo tales instrucciones semiautomaticas, Abel se las ingenio para llegar hasta el famoso cartel que daba entrada al pueblo, el cual para sorpresa del viudo se encontraba en perfecto estado.
—Pensar que todo comenzó con la destrucción de este cartel de mierda…—Murmuro Abel con disgusto mientras se acercaba al cartel desde atrás y comprobaba que no había absolutamente nada escrito en el mismo.
—Que de verdad piensas que tenien una máquina de niebla lo suficientemente grande para envolver el pueblo entero, vamos Abel, eso es una locura…—Murmuro Abel con una sonrisa irónica, mientras dejaba de inspeccionar el cartel para en su lugar mirar la casa de piedra a unos metros de él.
Sin decir nada Abel siguió caminando por el camino y llegó hasta la casa, como era lógico el viudo pasó de largo la casa sin la menor intención de quedarse a pasar la noche en la misma y se dirigió hacia el camino que supuestamente dirige hacia el estacionamiento.
Antes de seguir rumbo a su destino, el viudo se dio media vuelta, con consternación le dio un último vistazo al pueblo abandonado por dios y tomándose unos segundos para reflexionar el hombre comentó:
—Vine a este pueblo buscando respuestas sobre algo que sabía que no podía conseguir y me voy hallando más preguntas que con las que entre. La verdad si esto no es un final de mierda, debatiría a muerte si realmente existen tales finales. Pero Abel, querido amigo, no se por que esperabas un final feliz en una historia que siempre fue triste. Sin embargo, no tengo dudas: este es el final de la historia. Lo escuchaste querido pueblo de mi corazón?, sino es así entonces escuchalo atentamente: Yo, Abel Neumann, me meto bien en el otro el rol de ser el protagonista de tus macabras y desalmadas historias! ¡Adiós, manga de dementes!, ¡Adiós, pasado trágico!, Adiós, Golden Valley! y que dios me proteja de nunca más escuchar el nombre de este pueblo miserable…
Tras sacarse las malas energías de encima y gritar lo que había estado atorado en su garganta durante todo el viaje hasta este punto, Abel con pasos firmes y apresurados procedió a dirigirse al estacionamiento, asegurándose de que la noche no lo atrapase a mitad del camino.
Dada la prisa del hombre, el camino por el sendero se le hizo bastante corto y antes de que el sol se ponga en el horizonte el viudo se encontraba viendo su vieja y confiable moto estacionada en el mismo lugar a donde la había dejado. Como no había pasado ni siquiera una semana desde que la moto estaba estacionada, el vehículo estaba en excelentes condiciones y tras ponerse su casco, el viudo no dudó ni un segundo en largarse por la carretera de regreso a casa.