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Adios

Tras unos cuantos minutos recorriendo la mansión con el Guia, Abel llegó a la puerta de la mansión. Si bien Abel aún tenía un grado de paranoia lo suficientemente grande como para terminar en el manicomio si la dejaba andar a rienda suelta, por suerte esta corta caminata sin ningún tipo de anormalidades o amenazas le fue de gran ayuda al hombre como para recuperar la cordura necesaria como para al menos poder fingir un poco mejor que era un ser humano normal y corriente y no una persona que había regresado del mismísimo infierno.

—Lo noto algo perdido, necesita que lo acompañe hasta el pueblo?—Preguntó el guía notando el incómodo silencio en el que había permanecido Abel durante todo el trayecto.

—No,no…ya estoy bien, creo que puedo regresar por mi cuenta, muchas gracias por la encantadora ayuda—Comentó Abel con una sonrisa forzada que le llegaba de oreja a oreja en su rostro, mientras apreciaba el hermoso y verde pasto de la mansión. Al parecer el día era soleado, no había una sola nube en el suelo y el atardecer estaba llegando, por otro lado la niebla había desaparecido sin dejar rastro alguno, dejando a relucir lo bien cuidado que estaban los jardines de esta estancia.

—Me alegro de que esté mejor, necesita que le de un mapa?—Comentó el guía mientras buscaba algo en sus bolsillos.

—No hace falta, tengo el mío…—Comentó Abel mientras sacaba el mapa que prácticamente no había usado durante toda su estadía en este lugar maldito y se lo mostraba al guía.

—Oh, mire usted, ese es un mapa muy antiguo, ¿era de algún familiar que vino a este pueblo hace mucho?—Comentó el guía con una sonrisa, acercándose con confianza y curiosidad para ver el mapa que Abel había sacado en más detalle.

—Me lo dio un viejo conocido que me recomendó el pueblo…—Respondió Abel toscamente, claramente sin intenciones de darle muchas charlas a este sujeto. Sin embargo al ver el mapa el viudo con cautela le dio un par de vistazos extras, dado que descubrió que ninguna de las cruces que antes estaba marcada en este mapa se encontraba en su sitio, todo el mapa estaba limpio y nuevo, como si nunca hubiera sido utilizado.

—Por lo que veo realmente tienes una reliquia en tus manos, tenemos un mapa similar a este en el museo, es de la época en donde la mina aun funcionaba y el pueblo estaba mas vivo que nunca—Comentó el guía con una sonrisa.

—...—Abel permaneció en silencio sonriendo como un idiota, sintiendo como su frage cordura volvia tambalear al ver el sobrenatural evento que habia ocurriedo en este mapa.

—Lo noto realmente fatigado, no cree que es mejor pasar una noche en esta mansión, el camino al pueblo es algo largo y ya esta por atardecer—Comentó el guía notando el anormal silencio del viudo.

—No!...—Grito Abel inconscientemente, pero rápidamente noto el error y agregó—No sería bueno que me atrapara la noche en el medio del camino, será mejor apurarse y marcharme pronto.

—Camine rápidamente, cualquier cosa llame a la policía y ellos nos llamarán a nosotros indicándonos que está perdido, solo espere en el lugar y alguno de los guías ira al rescate—Comentó el guía con una sonrisa amable.

—Gracias, realmente confío mucho en que la policía cooperará con mi rescate si es que terminó perdido—Respondió Abel devolviendo la sonrisa de este guia con otra aun mas grande—Por lo demás es mejor que comience el viaje, adios y nuevamente me repito: gracias por la ayuda!

—No hay necesidad de agradecer, si los guías no estamos para ayudar, ¿para qué estaríamos trabajando en este pueblo?, suerte en el viaje y recuerda que puedes regresar a visitar la mansión cuando quieras—Respondió el guía alegremente.

—Si…siempre puedo regresar, pero ahora es el momento de marcharme, gracias por todo—Se despidió Abel mirando la mansión atrás de él con un horror no disimulado, tras lo cual Abel simplemente inició su marcha hacia la tranquera de la mansión que daba final al patio y inicio al sendero principal que dirigía al pueblo.

Llegando finalmente al sendero, Abel se dio media vuelta y aprecio a la enorme mansión en la distancia, la cual sin niebla alguna la misma era fácilmente identificable desde la entrada. Mientras miraba la mansión, un escalofrio recorrio su espalda y Abel murmuro:

—No, nunca más nos vamos a volver a ver. Adiós para siempre y gracias por esconder mi pasado, mientras tanto viviré en mi presente y disfrutaré el hermoso futuro que tengo por delante.

Tras decir esas palabras, Abel dio el primer paso, luego el segundo y por consiguiente un tercero tuvo que darse. De tal forma el viudo inició la caminata hacia el pueblo, mientras en su mente batallaba haciendo todo lo posible para que se olvidara de todas las situaciones traumáticas que le había tocado vivir en esta horripilante mansión.