Aldric miró a su alrededor —Oh —parpadeó, dándose cuenta finalmente de que todos lo evitaban como a la peste. Se volvió hacia ella sin inmutarse—. Eso no es nada nuevo.
Islinda estaba atónita.
—¿Entonces estás tratando de decir que esto ocurre todos los días o que todos te odian tanto como yo?
—Ponte a la cola —dijo él, impasible.
Islinda rodó los ojos y procedió a preguntar —¿Qué hiciste para que te odien tanto? ¿Matar a sus seres queridos? ¿Separarlos de sus seres queridos? ¿Atraparlos en tratos injustos? —Básicamente explicaba su situación.
Pero no esperaba que Aldric se volviera hacia ella con una mirada penetrante y la burla se fue muriendo en sus labios, un nudo formándose en su garganta en su lugar y era incapaz de apartar la vista de la abrumadora tristeza en sus ojos.
—Nacer… —Dijo él con tanto dolor en su voz que le atravesó, desgarrándola—. Eso es lo que hice tan mal.
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