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Siete. Algo inesperado.

Me desperté de repente aturdida por la pesadilla que había tenido. La habitación estaba oscura y hacia demasiado calor. Tenía el pelo pegado a mi cara por el sudor que caía por mi cuello.

Quite de un movimiento rápido las sábanas empapadas y moví una mano por la cama para poder localizar a mi esposo, no había nadie a parte de mí.

—¿Edward? —lo llame.

Justo en ese momento mis manos encontraron una hoja blanca doblada a la mitad. Tome la nota y camine hacia el interruptor del foco para prenderlo. En la parte de afuera venía a quien iba dirigida: La señora Cullen.

 

*Espero que no te despiertes y notes mi ausencia, pero

si así fuera, quiero decirte que volveré muy pronto. Me 

fui al continente de cacería. Vuelve a dormirte y estaré de

vuelta cuando despiertes de nuevo. Te amo.*

 

Ya llevamos aquí dos semanas, así que sabía que en algún momento tendría que ir a cazar.

Fui al baño para poder refrescarme un poco, me di una ducha rápida y me puse un pijama ligero. Sabía que ya no me podría volver a dormir, aunque en el reloj que estaba en la mesita aun lado de la cama marcara que era un poco más de la una. 

Camine por la casa mientras iba prendiendo las luces. Se sentía tan pacífica y sola sin Edward aquí. Terminé yendo a la cocina, y decidí que ya era hora de un pequeño aperitivo. Abrí el refrigerador en busca de los ingredientes para hacer algo de Dakgangjeong, es un tipo de pollo frito con salsa agridulce picante. El sonido del pollo friéndose en el sartén hacía que me sintiera un poco en casa, mientras este se freía me puse a hacer la salsa agridulce con los ingredientes que encontré, no estaban todos pero con lo que tenía lo podía hacer funcionar. Cuando el pollo estuvo perfectamente cocido y frito, lo saqué y lo sumergí en la salsa, lo puse en un plato y comencé a comer.

Solté un gemido de gusto al probar algo tan familiar y delicioso, pero al quinto bocado algo me empezó a saber raro. Mastique lentamente intentando saborear bien el pollo. Revise el pollo pensando que había quedado crudo, pero no, la carne estaba blanca, ¿La salsa era la mala? Mordí de nuevo el pollo para comprobar bien, mastiqué lentamente. 

—¡Qué asco! —dije y corrí al bote de basura y escupí lo que tenía en la boca.

De repente el aroma tan maravilloso del pollo me dio asco y me revolvió el estómago. Tome el sartén y el plato y tire lo que había cocinado, lave todo lo que había usado y abrí las ventanas para que el olor se dispersara.

Me sentía cansada, pero no tenía ganas de volver a ir a la calurosa habitación, así que abrí la ventana de la sala y me acosté en el sofá. Me quede dormida de inmediato.

Cuando abrí los ojos el sol ya estaba en todo su esplendor, pero no fue la luz lo que me despertó, sino unos fríos brazos que me envolvían. Pero al mismo tiempo en el que me percataba que Edward ya había vuelto un dolor de estómago me ataco.

—Lo siento. —dijo Edward mientras ponía su mano en mi frente para refrescarme. —No se me ocurrió que tendrías calor cuando me fuera. Hare que instalen un aire acondicionado antes de que me vaya otra vez. —

Tenía el estómago revuelto, y eso hizo que no me pudiera concentrar en lo que me había dicho.

—¡Oh, por dios! ¡Lo siento! —dije para después liberarme de sus brazos.

El me soltó de inmediato al ver mi desesperación.

—¿Elina? —

Sali corriendo directo al baño. Me sentía tan mal que no me di cuenta de que el venia detrás de mí.

Vomite violentamente.

—¿Corazón…? ¿Qué te pasa? —pregunto preocupado.

Por obvias razones no le pude contestar, así que se dedicó a sostener mi cabello y a acariciar mi espada. Podía sentir su ansiedad y preocupación.

—Maldito pollo. —susurré en cuanto terminé de vomitar.

—¿Estas bien? —pregunto preocupado.

—Si, ya me siento mejor. —dije a como pude. —Solo que creo que el pollo que me comí en la madrugada no me cayó muy bien que digamos. —suspire. —No necesitas verme así, me da penita. —

—No me iré de tu lado, corazón. —dijo. —Como te prometí: En las buenas y en las malas. —

—Está bien. —me resigne.

Me levanté con la ayuda de Edward, y fui al lavamanos a lavarme la boca.

Después de terminar de lavarme la boca, me llevo a la cama y con cuidado me acostó en ella.

—¿Una intoxicación de comida? —pregunto.

—Creo…anoche hice un poco de pollo al estilo coreano, me supo raro así que lo tiré, pero ya le había dado como cuatro bocados cuando me di cuenta. —

Puso una de sus frías manos en mi frente. Se sentía tan bien.

—¿Cómo te sientes ahora? —

Espere un momento. Mi estomago ya no estaba revuelto, de hecho ya me sentía como cualquier otro día.

—Estoy muy bien, incluso tengo algo de hambre. —dije.

Hizo que esperara una hora y beberme un gran vaso de agua antes de darme el desayuno. Me sentía perfectamente normal, aunque un poco cansada después de haberme levantado en mitad de la noche. 

Él puso la CNN, ya que habíamos perdido todo contacto con el mundo exterior. Me acurruqué algo adormilada en su regazo, pero unas horas después me dio un dolor agudo en el estómago cuando me moví. Me baje del regazo de Edward corriendo pero me di cuenta de que no llegaría a tiempo hasta el baño, así que me fui hacia el fregadero de la cocina. 

Él me apartó el pelo de nuevo.

—Tal vez tengamos que ir a Rio, a que te vea un médico. —dijo preocupado mientras me limpiaba los labios.

Negué.

—No creo que sea necesario, ya se me pasara en un momento. —dije.

Me enjuague rápidamente la boca para no tener el sabor amargo del vomito, fui al baño y me lave los dientes. Una vez mis dientes lavados fui a la maleta de primeros auxilios que Alice había empacado a buscar algo de Pepto-Bismol. Tal vez eso me calmara un poco el estómago.

Pero antes de encontrar el Pepto, una caja azul se cruzó por mi camino. Tome la caja y todo lo demás se me olvido. Comencé a contar una y otra vez en mi cabeza.

Volví a dejar la caja en la maleta cuando Edward entro al cuarto.

—¿Estas bien? ¿Te volviste a marear? —pregunto.

—Algo así. —murmure.

—¿Corazón? ¿Puedo entrar, por favor? —

—Si, si…entra. —estaba medio ida.

En cuanto entro se me quedo viendo, examinando mi postura y mi expresión ausente. Se puso a mi lado y puso la mano en mi frente.

—¿Qué pasa? —

—¿Cuántos días han pasado desde la boda? —pregunte.

—Diecisiete. —contesto. —Corazón ¿Qué pasa? —

Volví a contar. Le hice una señal para que esperara un momento, mientras que contaba hasta con los dedos para no equivocarme.

—¡Elina! —dijo Edward ya desesperado. —¿Qué pasa? Ya me estas preocupando. —

No sabía cómo decirle mis suposiciones así que fui a la maleta, saque la cajita azul y se la enseñe. 

Se me quedo mirando algo confundido.

—¿Qué? ¿Lo que te pasa es un síndrome premenstrual? —

—No, Edward. —dije como pude. —Lo que intento decirte es que estoy cinco días retrasada. —

Su expresión cambio a una en blanco. Como si nunca hubiera dicho nada.

—Algo me dice que no es una intoxicación. —dije.

Siguió sin decir nada.

—Oh… con razón tenía tanta hambre. —murmure. —Y dormía tanto…Y los antojos. —

Edward seguía inmóvil y sin decir nada.

Involuntariamente coloque una mano en mi vientre.

—¿Qué? —dije confundida.

Me levanté rápidamente y me puse enfrente del espejo. Aún tenía todavía el camisón así que solo lo levante y mire fijamente mi estómago.

No era una experta en esto, pero estaba lo suficientemente informada para saber que esto no funcionaba así. Solo tenía cinco días de retraso y si en verdad era cierto que estaba embarazada, mi cuerpo no podía mostrarlo tan rápido, no podida tener mareos o antojos tan rápido, ¿Verdad? Y la verdad era que no debería ser posible que en estos momento estuviera viendo como un bulto sobresalía.

—Esto no puede ser posible. —susurre.

Gire mi cuerpo para poder examinar el bulto desde todos los ángulos posibles. No había posibilidades de que estuviera embarazada. La única persona con la que había tenido sexo en toda mi vida era un vampiro.

Un vampiro que aún estaba paralizado sin dar signo alguno de volver a moverse.

Así que tenía que haber alguna otra explicación, entonces. Tenía que haber algo que iba mal en mí. Alguna extraña enfermedad sudamericana, o algo por el estilo. 

Y entonces recordé, una mañana en la que hice una investigación en internet que ahora parecía haber sucedido hace mucho tiempo. Sentada en el escritorio de mi habitación en la casa de mis padres con la vista fija en la computadora, leí una página llamada "Vampiros de la A - Z". Habían pasado algunas horas desde que Jacob Black, me había contado aquellas leyendas Quileute en las que ni siquiera él creía, y había insinuado que la familia Cullen eran vampiros.

Yo no le había tomado importancia pero me habían llamado la atención las leyendas y en una de esas búsquedas había terminado en una página sobre mitos de los vampiros en todo el mundo. El Danag filipino, el Estrie hebreo, el rumano Varacolaci, los Stregom benefici italianos, una leyenda que se basaba en realidad en las primeras hazañas de mi nuevo suegro con los Vulturis. 

Cada vez prestaba menos atención a las historias conforme se volvían menos creíbles. Apenas recordaba detalles de las últimas historias, que parecían principalmente excusas ideadas para explicar cosas como los índices de muertes infantiles y la infidelidad. "No, cariño, ¡no tengo una aventura! Esa mujer tan sexy que viste salir con disimulo de la casa no era más que un perverso súcubo. ¡Tengo suerte de haber escapado con vida!" Desde luego, con lo que sabía ahora acerca de Tanya y sus hermanas, sospechaba que algunas de esas historias no habían sido otra cosa más que verdades. Había también algo para las señoras: "¿Cómo me puedes acusar de haberte estado engañando, sólo porque acabas de regresar de un viaje de dos años y estoy embarazada? Fue un íncubo, que me hipnotizó con sus místicos poderes vampíricos...". 

Esto formaba parte de la definición de un íncubo, su capacidad para tener hijos con su desafortunada víctima.

Sacudí la cabeza.

Pensé en Esme y en Rosalie. Los vampiros no podían tener hijos. Si eso fuera posible, a estas alturas Rosalie hubiera encontrado la forma. El mito del íncubo no era más que una fábula. 

Pero…bueno había una diferencia. Claro que Rosalie no podía tener un hijo, porque estaba paralizada en el estado en el cual había pasado de humana a inhumana y nada podía cambiar en ella. Y los cuerpos de las mujeres humanas tenían que cambiar para tener bebés. En primer lugar, estaba el cambio constante del ciclo mensual, y después las grandes transformaciones necesarias para acomodar un bebé en crecimiento. El cuerpo de Rosalie no podía cambiar.

Pero el mío podía y de hecho lo estaba haciendo. Toqué el bulto de mi estomago que no había estado allí antes.

Mire a Edward a través del espejo, esto no podía estar pasando, como era posible, mis pensamientos volaron sin saber que pensar. Entonces, todo cambió cuando un suave y pequeño golpecito chocó contra mi mano. 

Al mismo tiempo, el celular de Edward sonó. Y ninguno de los dos nos movimos. Sonó una y otra vez. Cuando volvía ver mi rostro en el espejo fue cuando me di cuenta de que algunas lágrimas bajaban por mis mejillas.

El teléfono siguió sonando y no me quedo de otra que ir a contestar yo. Me arrodillé al lado de Edward, busqué en su bolsillo hasta que lo encontré. El numero era familiar, así que conteste rápidamente.

—¿Alice? Hola. —conteste lo más normal posible. 

—¿Elina? ¿Estás bien? —pregunto.

—Eh… sí. ¿Esta Carlisle por ahí? —

—Si, está aquí. ¿Cuál es el problema? —

—No sabría decirte con exactitud. —dije

—¿Edward está bien? —

—No estoy segura. —dije.

Oí como llamaba a Carlisle.

—¿Por qué Edward no contesto? —pregunto. —¿Qué está pasando? Solo vi…—

—¿Qué viste? —

Guardo silencio.

—Carlisle está aquí. —

Sentí como si un chorro de agua helada bajara por mi columna. Si Alice hubiera tenido una visión sobre este asunto me hubiera dicho, ¿No?

—Elina, soy Carlisle. ¿Qué pasa? —

No sabía que contestar

.

—No estoy segura. Me preocupa Edward ¿Los vampiros pueden estar en shock? —

—¿Esta herido? —pregunto Carlisle con ansiedad.

—No, yo diría que es por la sorpresa. —

—No entiendo. —

—No estoy segura…pero puede que… puede que este embarazada. —en ese preciso momento como confirmando mi suposición sentí dos golpecitos en mi vientre. 

Después de un silencio Carlisle comenzó a preguntar:

—¿Cuál fue el último día de tu ciclo menstrual? —

—Dieciséis días antes de la boda. —dije.

—¿Cómo te sientes? —

—Algo rara. —dije. —Esto va a sonar muy loco... y sé que es demasiado pronto para esto. Quizás me estoy volviendo loca. Pero tengo hambre a todas horas, y no quiero más que llorar y vomitar y... y... te juro que algo se me ha movido justo ahora en el interior de mi cuerpo. —

Edward volvió a verme rápidamente. 

Suspire aliviada.

Edward extendió la mano para que le diera el celular. Tenía una expresión seria.

—Creo que Edward quiere hablar contigo. —

Edward tomo el celular y lo apretó contra su oreja. 

—¿Es posible? — 

Se quedo un momento en silencio mientras escuchaba con expresión seria. 

—¿Y Elina? — 

Volvió a guardar silencio. 

—Si, sí, eso hare. — 

Colgó la llamada.

 

—¿Qué te dijo? —pregunte impaciente. 

—Cree que estas embarazada. — 

Me quede muda y sin saber qué hacer. 

—Volveremos a casa. — 

Después de un rato Edward se encontraba al teléfono, supuse que llamaba al aeropuerto para poder irnos, o eso parecía ya que estaba discutiendo mientras hablaba entre dientes en otro idioma.

Mientras discutía iba haciendo las maletas. Yendo de un lado a otro por la habitación tan rápido que apenas era posible verlo. Arrojo una falda larga blanca y un top negro sobre la cama y unos tenis blancos en el piso así que supuse que era hora de vestirme. El continuaba discutiendo y haciendo movimientos repentinos y agitados mientras yo me cambiaba. 

Al terminar de cámbiame, camine en silencio hacia la cocina, me apetecía algo para poder picar. Había un paquete de galletas en uno de los armarios, así que lo tomé y comencé a comerlas mientras miraba por la ventana.

Sentí una patadita.

—Lo sé. —dije. —Yo tampoco quiero irme. —

Me quede mirando un momento más el exterior. Ya no sentí ninguna patadita.

—La verdad no entiendo nada, ¿Qué es lo que está mal? —

Todo este asunto era sorprendente, pero ¿Era algo malo? Tal vez Edward solo quería que Carlisle me revisara y nos diera una respuesta del porque el bulto y el embarazo tan avanzado con las pataditas y todo. Eso no era normal.

En algún momento me había visto como madre, pero después de ver a mis primos más pequeños ser malcriados y llorones eso se había esfumado completamente de mi mente. Mi madre decía que eso era porque las madres los consentían y se hacían así, solo depende de cómo los criaras. 

Pero este bebe, el hijo de Edward, lo estaba cambiando todo. Lo quería tener, nunca sería tan insensible como para no quererlo con todo mi corazón.

En ese momento no me había dado cuenta de que unas lágrimas resbalaban por mis mejillas.

—{Malditas hormonas.} —pensé.

—¿Elina? —

Me llamo Edward mientras entraba a la cocina. Entonces me voltee a verlo y fue ahí cuando se dio cuenta de mi estado.

—¡Elina! —corrió con rapidez hacia mí. —¿Te duele algo? —

—No, nada de eso. —dije mientras limpiaba mis lágrimas.

Me abrazo y me pego a su pecho.

—No te preocupes, llegaremos a casa en dieciséis horas. Estarás bien. Carlisle estará preparado cuando lleguemos, nos haremos cargo de esto y tú estarás bien. —

—¿Nos haremos cargo de esto? ¿Qué quieres decir? —

—Vamos a sacar a esa cosa de ahí antes de que pueda hacerte daño. No te asustes. No dejaré que te haga algo. —

—¿Cosa? —murmure.

Repentinamente volteo hacia la puerta principal.

—¡Maldición! Se me había olvidado de que venía Gustavo. Me desharé de él, ahorita vuelvo. —dijo y se fue corriendo.

Como podía pensar Edward en deshacerse de nuestro bebé, algo que había sido resultado de nuestro amor. Tal vez pudiera razonar con la familia, pero ¿Y si no lo conseguía? Iba hacer un poco difícil ya que estarían preocupados de mi bienestar y salud. Pero era mi cuerpo, mi bebe, no permitiría que nada le pasara.

Escuche a Edward hablando de nuevo en portugués, más bien discutiendo. Su voz se escuchaba cerca y desesperada. Entonces pude escuchar otra voz tímida y de mujer.

Edward entro a la cocina antes que la mujer, vino directo hacia mí, me limpio las lágrimas que habían quedado y me murmuro al oído.

—Insiste en dejarnos la comida que preparo, la cena. Es solo un pretexto solo quiere asegurarse de que aún no te he asesinado. —

Kaure entro nerviosa por la puerta de la cocina y con un plato cubierto en las manos. Si supiera algo de portugués le hubiera agradecido. Sus ojos me examinaron. La vi quedar un poco más de tiempo viendo mi cara, ya que mis ojos estaban húmedos. Puso el plato en la barra y murmuro algo que no entendí.

Edward le contesto con una brusquedad que me sorprendió, nunca lo había visto ser mal educado con nadie. 

Ella dio media vuelta para irse, pero al dar la vuelta el volado de su larga falda hizo que una briza con olor a comida me pegara en el rostro. Era muy fuerte el olor, era una combinación de cebolla y pescado. Rápidamente me voltee al fregadero de la cocina y vomite lo poco que había comido.

Sentí una de las manos de Edward masajear mi espalda y con la otra tomar mi cabello. Cuando termine enjuague mi boca con un poco de agua, Edward me murmuro algo que no entendí y con un rápido movimiento guardo la comida en el refrigerador. Gracias a dios el olor desapareció.

Edward volvió a mi lado y puso una de sus frías manos en mi frente.

Sentí una patadita.

Me abrace a Edward repentinamente cansada, el me pego a su pecho.

De repente escuche un jadeo y levante la mirada.

Kaure aún estaba aquí, dudando en si entrar o no entrar a la cocina, se miraba preocupada como si quisiera ayudarme pero no supiera como. Sus ojos se habían clavado en mi estómago. La miré confundida hasta que me di cuenta de que inconscientemente había puesto una mano en mi vientre.

Entonces Edward soltó un jadeo y me puso detrás de el para enfrentar a la mujer.

Kaure comenzó a gritarle a Edward con furia. Levantó una de sus manos haciendo un puño camino dos pasos hacia Edward y lo sacudió en su dirección.

Edward dio también otro paso hacia ella. Hablando en voz baja, como si estuviera suplicando. 

Durante un instante, la mujer se le quedó mirando maravillada y después entrecerró los ojos y pregunto algo.

Mire cómo la expresión de Edward se volvía más triste y seria mientras asentía una vez. Ella dio un rápido paso atrás y se persigno. 

Él se le acercó apuntando en mi dirección y después descansó la mano en mi mejilla. Ella replicó enfadada y acusatoria hacia él. Edward le suplicó otra vez con la misma voz baja y urgente. 

La expresión de ella cambió y se le quedó mirando con la duda. Él dejó de hablar y ella pareció estar deliberando sobre algo. Nos miró varias veces y dio un paso hacia delante. 

Hizo un movimiento con sus manos, como si ella fuera la embarazada. La mire con duda. ¿Sabría ella algo sobre lo que estaba creciendo dentro de mí? ¿En sus leyendas habría información? 

Caminó unos cuantos pasos hacia delante y preguntó con unas cuantas frases cortas, a las que Edward respondió tenso. Entonces fue él quien preguntó. Ella dudó y después sacudió pesadamente la cabeza. Cuando él habló de nuevo su voz expresaba tanta agonía, que lo mire algo asustada.

Su rostro mostro dolor.

Ella caminó con lentitud hacia delante hasta que estuvo lo suficientemente cerca para poner su mano sobre mi barriga. 

—Morte. —dijo en portugués mientras soltaba un suspiro. Entonces se volteó algo triste y abandonó la habitación. No sabía que había dicho pero sabía que no era nada bueno.

Edward se quedó paralizado con la mirada fija en el lugar por donde ella había salido con una expresión torturada. Unos cuantos minutos más tarde, escuché encenderse el motor de un bote y luego desvanecerse en la distancia.

Edward no se movió hasta que comencé a caminar hacia el baño y el me miro con dolor.

—Solo voy al baño a lavarme los dientes. —susurre mientras ponía mi mano en su mejilla.

—No te preocupes por lo que dijo. Son puras leyendas, viejas mentiras para entretener gente. —

—No te preocupes, de todos modos no entendí nada. —dije.

—Ya guardé tus cosas, deja te las traigo. —

—¿Nos vamos pronto? —pregunte.

—Cuando estés lista. —

Me cepille los dientes mientras Edward caminaba de un lado al otro en la habitación esperando a que terminara para poder guardar todo. 

Cuando acabé se le di el cepillo.

—Llevare las maletas a la lancha. —

—Amor. —

—¿Sí? —volteo a verme.

—¿Podemos llevar comida? Puede que me dé algo de hambre más al rato. —

Me miro con dulzura.

—Claro, corazón. —sonrió y después volvió a estar serio. —No te preocupes por nada. Estaremos con Carlisle en unas cuantas horas y todo esto habrá terminado. —

Asentí. Lo de la comida era una excusa para poder estar sola e idear un plan.

En cuando salió de la casa corrí hacia el celular que había dejado en la barra. Busqué entre los números preprogramados hasta que di con el número que quería.

Presione el botón para llamar y roge para que contestara rápido.

—¿Hola? —

—¿Rosalie? —murmure lo más bajo que pude, no sabía que tan cerca estaría Edward. —Soy Elina. Por favor, tienes que ayudarme. —