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Quince. Nuevo.

Percibía todo con una increíble claridad.

Todo era definido y preciso.

Encima de mi cabeza brillaba una luz deslumbrante, a pesar de lo cual todavía era capaz de ver los hilos de los filamentos dentro del foco y distinguía todos los colores del arco iris en la luz blanca. 

Más allá de la luz pude ver la madera oscura del techo. Debajo de él, veía las motas de polvo flotar en el aire y aquellos lugares a los que llegaba la luz distintos y separados de los oscuros. Hasta el polvo era tan hermoso que inhalé sorprendida. El aire se deslizó silbando por mi garganta. Me pareció que algo iba mal. Me di cuenta de que ya no era necesario respirar, ya no lo necesitaba.

No necesitaba el aire, y mis pulmones no me lo pedían ya, pero me gustaba, porque me permitía saborear todo lo que había en la habitación. De igual modo percibí el gusto tenue de algo cálido y deseable, algo que podría ser húmedo, pero que no lo era... Ese olor hizo que la garganta me quemara. Y por encima de todo, pude saborear un aroma mezcla de miel, lilas y sol que era el que predominaba sobre todos. 

Escuché el sonido de los demás, que volvían ahora a respirar de nuevo ya que yo también lo había hecho. Su aliento se mezcló con el de miel, lilas y luz de sol, mostrando otros sabores. Canela, jacinto, pera, agua salada, pan recién hecho, pino, vainilla, cuero, manzana, musgo, lavanda, chocolate... Necesité usar más de una docena de comparaciones en mi mente, aunque ninguna de ellas le encajaba a la perfección. Era algo tan dulce y agradable. 

La televisión del piso inferior estaba apagada, y escuché a alguien cambiar su peso de un pie a otro en el primer piso. 

Me perdí por un momento al escuchar un ritmo y música a lo lejos, ¿Acaso la autopista estaba tan cerca? 

No me di cuenta de que alguien me sujetaba la mano hasta que ese alguien me la apretó con dulzura. Del mismo modo que antes había tenido que ocultar el dolor, mi cuerpo se cerró de nuevo debido a la sorpresa. Ése no era el contacto que había esperado. La piel era del todo suave, pero con una temperatura equivocada, porque no estaba fría. 

Después de ese primer segundo paralizado por la sorpresa, mi cuerpo respondió al tacto poco familiar de un modo que aún me sorprendió más. 

El aire siseó por mi garganta, salió disparado por entre mis dientes apretados con un sonido sordo y amenazante. Antes de que el sonido se apagara mi cuerpo tomo una posición de defensa, retorciéndose para apartarse del desconocido. Salté con un giro tan rápido que debería haber convertido la habitación en un borrón, pero no fue así. Seguí viendo todo con claridad.

Reaccioné a la defensiva y me agaché pegada a la pared hasta que comprendí qué me había asustado ante algo nuevo, dejando ver mis dientes con amenaza y frunciendo el ceño. 

Entonces mi mente se aclaró. Edward ya no estaría más frio que yo. Ambos teníamos ahora la misma temperatura. Mantuve la postura durante un segundo más, adaptándome a lo que estaba enfrente de mí. 

Edward estaba inclinado sobre la mesa de operaciones con la mano extendida hacia mí con una expresión llena de ansiedad. Aunque quería que mi concentración estuviera en Edward no podía, mi cuerpo me decía que estaba en peligro.

Mi familia esperaba con cautela contra la pared más alejada de la puerta, con Emmett y Jasper enfrente de ellos. Como si realmente hubiera algún peligro. Olí el lugar en busca de la amenaza. No podía oler nada que estuviera fuera de lugar. Solo podía sentir el aroma de algo delicioso, pero estropeado por el olor de fuertes productos químicos. Nuevamente mi garganta ardió. 

Alice estaba mirando desde detrás del codo de Jasper con una gran sonrisa en el rostro. Aquella sonrisa me tranquilizó y entonces todo encajo. Jasper y Emmett estaban delante de todos los demás para protegerlos de mí, yo era el peligro en esos momentos.

Pero todo esto resultaba algo secundario. La mayor parte de mis sentidos y mi mente estaban concentrados todavía en el rostro de Edward. ¿Cuántas veces había mirado su apuesto rostro? Pero era como si en realidad hubiese estado ciega todo este tiempo. Por vez primera vi su rostro con mucha claridad. Jadeé, no había palabras para poder describir cómo me sentía. 

Cuando mi mente estuvo totalmente segura de que no había ninguna clase de peligro, deje mi postura de defensa y me relaje. Me preocupó un momento la forma en la que mi cuerpo se movía. Estaba totalmente derecha.

Continué mirando con fijeza el rostro de mi esposo, de nuevo inmóvil. Dio la vuelta a la mesa lentamente caminando hacia a mí con la mano aun extendida en mi dirección. 

—¿Elina? —pregunto con voz suave y baja.

No pude contestar había quedado aturdida por el tono de su voz.

—¿Elina, corazón? Lo siento, sé que te sientes desorientada, pero está bien. Luego estarás mejor. —

Mi mente estaba revuelta y siempre volvía a mi última hora como humana. El recuerdo parecía un poco borroso. 

Que había pasado con Young Soo y Young Mí, ¿Dónde estaban? ¿Con Rosalie? Intente recordar sus rostros. Sabía que eran hermosos, pero me molestaba un poco contemplarlos a través de mis recuerdos humanos, ya que no me dejaba verlos bien.

De repente una caricia en mi mejilla por parte de Edward me distrajo de mis preguntas mentales. Un cosquilleo recorrió desde mi mejilla, bajando por mi columna hasta posicionarse en mi vientre. Era una sensación de anhelo.

El arqueo las cejas esperando a que hiciera o dijera algo.

Lo único que pude hacer fue envolverlo en mis brazos y pegarlo a mi cuerpo.

El movimiento fue muy rápido que apenas pude captarlo. De un momento estaba agachada en forma defensiva y al otro estaba abrazando a mi esposo.

Lo primero que sentí fue calor o eso creo. Luego pegué mi rostro a su pecho para apreciar aquel delicioso y dulce aroma que desprendía de él y que nunca fui capaz de apreciar cómo se debía con mis sentidos humanos. 

Y entonces se movió incomodo y me separo un poco de él. Me asuste y sentí como un puchero comenzaba a formarse en mi labio por la posibilidad de que me estuviera rechazando.

—Mmm… con más cuidado, Elina. Ay. —dijo.

Entonces lo entendí, ahora era más fuerte que él. Rápidamente lo dejé de abrazar y puse mis brazos detrás de mi espalda. 

—Ups. —moví los labios pero sin soltar ni un sonido y sonreí inocente.

Sonrió.

—No te preocupes, corazón. Solo eres algo más fuerte que yo en este momento. —

Esto parecía tan irreal, nunca ni en un millón de años me hubiera imaginado que un abraso mío le sacaría un "Ay" a Edward.

Su mano volvió a estar en mi mejilla y yo olvide la preocupación, porque un deseo recorrió mi cuerpo.

Hice un esfuerzo para concentrarme. Había cosas más importantes en las cuales debía pensar.

Con un movimiento sumamente lento y suave, lleve mi mano derecha hacia su mejilla. lo mire a los ojos para poder transmitir mis sentimientos mejor, y escuche mi voz por primera vez.

<Te amo.> —dije, pero sonó como si hubiera cantando.

Sonrió encantado.

<Como yo a ti.> —contesto.

Tomo mi rostro entre sus manos y con lentitud inclino el suyo hacia el mío. Me beso, con suavidad al principio y después se trasformo a uno más apresurado y pasional.

Era como si nunca nos hubiéramos besado, como si fuera nuestro primer beso. La verdad nunca me había besado tan así. Me sentí culpable durante un minuto, porque comprendí que se había contenido durante todos estos años. 

Alguien se aclaró la garganta, interrumpiendo nuestro momento. Rápidamente supe que fue Emmett, reconocí el sonio profundo, burlón y un poco enojado.

Me había olvidado por completo de que no estábamos solos. Y entonces me di cuenta de que mi cuerpo estaba prácticamente sobre el de Edward de manera poco respetada cuando se está con compañía.

Rápidamente di un paso hacia atrás avergonzada.

Edward se rio entre dientes y dio el paso también conmigo, manteniendo sus brazos firmemente apretados a mi cintura.

—Te has estado conteniendo todos estos años por mí. —lo acuse mirándolo con los ojos entrecerrados.

El soltó una carcajada.

—En ese entonces era completamente necesario. —me recordó. —Ahora es tu turno de hacerlo. —se volvió a reír.

Hice un puchero al pensar en eso y esta vez no solo fue Edward el que se rio.

Carlisle dio un paso alrededor de Emmett y caminó hacia mí con precaución con Jasper detrás de él. 

Nunca había visto realmente el rostro de Carlisle al menos no de verdad. Sentí una extraña necesidad de pestañear, era como mirar al sol.

—¿Cómo te sientes, Elina? —me pregunto Carlisle.

—Un poco agobiada. Hay demasiado…—

—Si, puede llegar a ser algo confuso. —

Asentí de acuerdo.

—Pero sigo sintiéndome igual que siempre. La verdad no esperaba esto. —

Edward apretó un poco mi cintura.

—Te lo dije. —me susurro.

—Estas muy controlada. —dijo Carlisle. —Mucho más de los que yo esperaba, incluso contando con todo el tiempo que has tenido para prepararte para esto. —

Pensé en los repentinos cambios de humor, a dificultad para concentrarme y murmuré:

—No estoy del todo segura. —

Carlisle asintió con seriedad. 

—Me parece que esta vez hicimos algo bien con la morfina. Dime ¿Cómo te sentiste? ¿Recuerdas algo del proceso de transformación? —

Dude por un minuto si decir la verdad o no. Edward me miraba con interés y preocupación mientras acariciaba mi mejilla.

—Bueno… lo recuerdo algo…borroso. Me acuerdo de que los bebés no podían respirar…—

Mire a Edward asustada al recordar.

—Soo y Mi están sanos y bien. —me calmo Edward. —¿Qué es lo que recuerdas después de eso? —

En ese momento saque todos mis dotes de actriz, no quería que se preocupara.

—No es fácil acordarse. Había completa oscuridad. Y entonces… abrí los ojos. —

—Sorprendente. —dijo Carlisle, con los ojos iluminados.

Espere a que mis mejillas se ruborizaran por la vergüenza, hasta que recordé que ya nunca volvería a ruborizarme. Pero sabía que tenía que encontrar la manera de decirle a Carlisle. Por si en algún futuro necesitara crear a algún nuevo vampiro. Eso parecía muy lejano, pero de todos modos le tengo que decir.

—Quiero que pienses, que me cuentes todo lo que recuerdes —insistió Carlisle con entusiasmado. No pude evitar la mueca que recorrió mi rostro. No quería seguir mintiéndole. Porque sabía que en algún punto terminaría diciendo la verdad, además no quería pensar en el fuego. A diferencia de mis recuerdos humanos, esa parte estaba muy clara y podía recordarla con mucha precisión. —Oh, lo siento tanto, Elina. —se disculpó con rapidez. —Seguro que tienes que sentirte muy incómoda con la sed. Esta conversación puede esperar. —

No me di cuenta lo sedienta que estaba hasta que él lo menciono. Una parte de mi mente vigilaba tener bajo control el ardor. De la misma manera otra parte, la parte humana me ayudaba con la respiración y el pestañeo.

Pero el recordatorio de Carlisle trajo el ardor presente a mi mente. De repente no fui capaz de pensar en otra cosa que no fuera el dolor y la sequedad de mi garganta y entre más pasaban los segundos más me dolía. Puse rápidamente mi mano derecha en mi garganta intentando apaciguar el ardor.

Edward me soltó y tomo una de mis manos con ternura.

—Vamos a cazar, Elina. —

Abrí mis ojos de repente por la sorpresa, ¿Yo? ¿Cazando? Pero ¿Cómo? No sabía qué hacer.

Miro la sorpresa en mi mirada.

—Es muy fácil, corazón, casi instintivo, así que no te preocupes que yo te enseñare como. —al ver que no me movía sonrió y me dijo burlonamente: —Pensé que querías verme cazar. —

Solté una carcajada, recordando la conversación que habíamos tenido hace mucho tiempo.

—¿Vamos? —pregunto Edward. —No quiero que le hagas daño a nadie. —susurro tan bajo que si hubiera sido humana no lo hubiera escuchado.

—Estoy bien. —conteste. —Espera…primero hay algo…—

—¿Sí? —pregunto Carlisle.

—Quiero verlos, quiero ver a Soo y a Mi. —dije.

Era tan raro tocarme la pansa y no sentir nada. También había notado que Alice me había cambiado de ropa.

Edward y Carlisle intercambiaron miradas.

—¿Qué? —pregunte.

—Elina. —dijo Edward. —Esa no es buena idea. Ellos son medio humanos, amor. Sus corazones laten y corre sangre por sus venas. No querrás ponerlos en peligros hasta que tengas controlada tu sed, ¿Verdad? —

Lo mire mal, obvio que no iba a poner en peligro a mis bebés. Era todo menos peligrosa para ellos, eran mis hijos no les iba hacer nada más que darles mi amor.

—¿Dónde están? —pregunte.

Escuché con atención y pude distinguir dos corazones que latían en el piso de abajo.

—¿Esta con Rosalie? —volví a preguntar.

—Si. —contesto Edward en tono cortante y supe que había pasado algo que le había molestado.

Creí que él y Rosalie ya habían superado sus diferencias pero al parecer no.

—Espera. —proteste. —¿Qué paso con Jacob, Leah y Seth? ¿Con mis padres? Cuéntame lo que me he perdido, ¿Cuánto tiempo estuve… inconsciente? —

Edward volvió a intercambiar miradas con Carlisle, pero esta vez de preocupación.

—¿Qué pasa? —pregunte.

—No pasa nada malo. —contestó Carlisle. — Nada ha cambiado de forma importante y tú sólo has estado inconsciente durante unos días. Ha sido bastante rápido si se tiene en cuenta lo que suelen llevar estas cosas. Edward ha hecho un trabajo excelente, bastante innovador: inyectar la ponzoña directamente en el corazón ha sido idea suya. —sonrió con orgullo a su hijo y después suspiró. —Jacob y su manada siguen por aquí, y tu familia cree que aún sigues enferma. Les hemos dicho que estás en Atlanta en estos momentos, realizándote algunas pruebas en el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades. Les dimos un número equivocado y se sienten frustrados. Tu madre ha estado hablando con Esme. —

—Debería llamarles... —murmuré pero al escuchar mi propia voz comprendí la dificultad de todo esto porque no la reconocería y no los tranquilizaría. Y entonces analice sus palabras. —Espera un momento... ¿Jacob, Leah y Seth están todavía aquí? —

Intercambiaron otra mirada. 

—Elina. —intervino Edward con rapidez. —Hay muchas cosas en que pensar pero tenemos que ocuparnos de ti lo primero. Debes de estar pasándola mal... —

 Cuando dijo eso recordé el ardor en mi garganta y tragué de forma temblorosa. 

—Pero... — 

—Tenemos todo el tiempo del mundo para las explicaciones, corazón. —me recordó con dulzura. 

Claro. Podía esperar un poco para obtener las respuestas.

—Está bien. —sonreí.

—Espera, espera, espera —grito Alice desde la puerta. Avanzando casi danzando. Como me había sucedido con Edward y Carlisle, me sorprendí al verla realmente por primera vez. Era tan encantadora...—¡Me prometiste que yo estaría presente la primera vez! ¿Y qué pasa si corren cerca de algo que sea reflectante? —

—Alice... —protestó Edward. 

—¡Sólo me llevará un segundo! —Alice salió corriendo de la habitación. 

Edward suspiró. 

—¿De qué habla? —pregunte.

Pero Alice ya estaba de vuelta, llevando un espejo enorme de marco dorado desde la habitación de Rosalie. 

Apenas había notado la presencia de Jasper hasta este momento. Había permanecido tan inmóvil y silencioso que no le había prestado atención. Se movió alrededor de Alice con idéntico sigilo sin apartar los ojos de la expresión de mi rostro. Yo era el peligro allí. También tuve la oportunidad de verlo por primera vez. Las cicatrices de su vida anterior entre los ejércitos de neófitos en el sur habían sido casi invisibles para mis ojos humanos. Pero ahora que podía ver de verdad, las cicatrices eran el rasgo dominante de Jasper. Resultaba difícil apartar la mirada de su cuello y su mandíbula, y era difícil creer que incluso un vampiro hubiera podido sobrevivir a todas aquellas marcas de dientes que le destrozaban la garganta. Jasper sonrió ante mi reacción. 

—Vamos tienes que verte antes que nada, no quiero que Edward me regañe. —dijo Alice.

—¿Regañar? —preguntó Edward alzando una ceja. 

—Quizás exagero un poco —dijo ella mientras volteaba el espejo para que pudiera mirarme. 

—Yo diría más bien que esto sólo tiene que ver con tu propia satisfacción de voyeur. —contraataco Edward. 

Alice le guiñó un ojo. 

Una parte de mi cerebro solo fue capaz de entender la mitad de la conversación. La otra parte estaba centrada en la persona del espejo. Lo primero que vi fue un hermoso y elegante vestido negro. Fui subiendo por la imagen hasta que vi a una criatura que era indescriptiblemente hermosa como Alice o Esme en todos sus detalles. Su rostro impecable era pálido como la luna contra el marco de su pelo espeso y oscuro. Tenía las extremidades esbeltas y fuertes, y su piel relucía con sutileza, luminosa como una perla. 

¿Quién era esa hermosura de mujer? A primera vista no podía reconocer mi rostro en los suaves planos perfectos de sus rasgos. ¡Y sus ojos! Aunque hubiera debido esperarlo, esos ojos todavía hacían que me atravesara un escalofrío de terror. Pero mientras yo me estudiaba en el espejo, mi rostro se mantuvo perfectamente pasivo, totalmente hermosa. 

—¿Y estos ojos? —susurré sin la más mínima gana de decir "Mis ojos". —¿Cuánto tiempo estarán así? —

—Se oscurecerán en unos cuantos meses. —dijo Edward con una voz dulce. —La sangre animal diluye el color con más rapidez que con una dieta de sangre humana. Primero se volverán de color ambarino y más tarde, dorados. —

—¿Meses? —susurre.

Jasper dio un paso hacia delante alarmado por el cambio repentino en mis sentimientos. Edward y Alice tenían los ojos ligeramente desenfocados por la reacción a la inquietud de Jasper, escaneando el futuro inmediato. 

—Me encuentro bien. —les prometí con temor de haber hecho algo mal. —Es sólo que... estoy un poquitín impresionada con todo esto. — 

Jasper frunció el ceño. 

—No lo sé. —murmuró Edward. 

Mire a Edward con duda. ¿De qué habla?

Edward sonrió ampliamente. 

—Jasper se pregunta cómo lo haces. —

—¿Qué cosa? —pregunte.

—Controlar tus emociones, Elina. —respondió Jasper. —Nunca había visto a un neonato hacer esto, frenar una emoción en seco de ese modo. Estabas preocupada, pero cuando viste la nuestra, la controlaste. Yo estaba preparado para ayudar, pero no lo has necesitado. —

—¿Y eso está mal? —pregunté. 

—No. —dijo inseguro. 

Edward me abrazo intentando relajarme y transmitirme su amor. 

—Es admirable, pero no lo entendemos. No sabemos cuánto durará. —dijo este. 

¿Entonces es que en cualquier momento podría atacar a alguien? Eso era algo que no me gustaba, no me gustaría lastimar a nadie.

—¿En qué piensas? —preguntó Alice impaciente mientras señalaba el espejo. 

—No estoy segura. —dije.

Me quedé mirando a aquella hermosa mujer. Alcé la mano y la mujer del espejo hizo lo mismo. Sus ojos de color escarlata me observaban con cautela. 

Edward suspiró. 

Lo mire mientras alzaba una ceja. 

—¿Decepcionado? —pregunté. 

Él se echó a reír. 

—Sí. —

Sentí que su respuesta quebraba la máscara compuesta de mi rostro. Me sentí herida. 

Alice rugió. Jasper se inclinó de nuevo hacia delante, esperando que saltara para morder. Pero Edward los ignoro, me envolvió con fuerza en sus brazos y presiono sus labios contra mi mejilla. 

—Pensé que sería capaz de leerte la mente ahora que se parece más a la mía. Y aquí estoy, frustrado como siempre, preguntándome qué será lo que rondando dentro de tu cabeza. —

Me sentí mucho mejor. 

—Eso es bueno para mí, ¿No? —sonreí burlona.

Rodo los ojos.

—Está bien, está bien. —replicó a alguien. 

—¿Qué? —

—Estás poniendo a Jasper más nervioso a cada minuto que pasa. No se relajará hasta que hayamos ido de caza. — dijo Edward.

Observé la expresión preocupada de Jasper y asentí. No quería que se sintiera mal o ansioso. 

—Está bien, vámonos de caza antes que lo haga explotar. —sonreí burlona.