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Nueve. Teoría.

—¿Puedo hacerte una pregunta más? —le pregunte.

Suspiro.

—Una. —acepto. Frunció los labios.

—Dijiste que no había entrado a la librería y que me había ido hacia el sur, ¿Cómo es que lo supiste? —

Desvió la vista cuando lo mire con una ceja alzada, al no contesto.

—De acuerdo. Seguí tu olor. —miraba la carretera.

—{Emm…Eso si es raro.} —pensé. Pero lo deje al momento de acordarme que no me contesto hace rato una pregunta.

—Aun no has respondido mi primera pregunta. —le dije.

Me miro con desaprobación y yo le sonreí con inocencia.

—¿Cuál? —

—¿Cómo funciona lo de leer mente? ¿Puede hacerlo el resto de tu familia? —no me sentí tan tonta, por hacer esa pregunta porque inconscientemente, él ya me había dado la respuesta a eso.

—Solo yo tengo esa facultad. No puedo oír a cualquiera en cualquier parte. Debo estar bastante cerca. Cuanto más familiar me resulta esa "voz", más lejos soy capaz de oírla, pero aun así, no más de unos pocos kilómetros. —hizo una pausa con gesto pensativo. —Se parece un poco a un enorme salón repleto de personas que hablan todas a la vez. Solo es un zumbido, un murmullo de voces en el fondo, hasta que localizo una voz, y entonces está claro lo que piensan…La mayor parte del tiempo no los escucho, ya que puede llegar a distraer demasiado y así es más fácil parecer normal. — frunció el ceño al pronunciar la última palabra. —Y no responder a los pensamientos de alguien antes de que los haya expresado con palabras. —

—¿Por qué crees que no puedas oírme? —dije con curiosidad.

Me miro con ojos enigmáticos.

—No lo sé. —murmuro. —Mi única suposición es que tal vez tu mente funcione diferente que la de los otros. Es como si tus pensamientos fluyeran en onda media y yo solo captara los de frecuencia modulada. —

—¿Mi mente no funciona igual?, bueno eso ya lo sabía soy fabulosa y única. —dije, mientras movía mi pelo en forma de diva.

Me sonrió, divertido por mi gesto.

—Bueno, tampoco te creas demasiado, solo es una teoría…—su rostro se tensó. —Y eso nos lleva de nuevo a ti. —

Suspire.

—{Hay, ¿Por donde empiezo?} —pensé

Aparte la vista del rostro de Edward y vi el indicador. Este hombre nos va a matar.

—¡O por dios! —dije sorprendida. —¡¿Estas loco o que?! ¡Baja la velocidad! —

—¿Qué pasa? —se sorprendió, pero nunca bajo la velocidad.

—¡Vas a ciento setenta! —le grite.

—Tranquilízate, Elina. —puso los ojos en blanco sin reducir la velocidad.

—¿Quieres matarnos?, porque si es así aquí me bajo y sigues tu solo, quiero tener una larga y feliz vida. —le dije muy segura de mis palabras.

—No vamos a chocar. —

—¿Por qué vamos tan deprisa? —le dije con voz ya un poco más calmada.

—Siempre conduzco así. —se volvió y me sonrió.

—¡Ojos al frente!, nunca te dijeron que no debes de apartar la vista del camino. —

—Nunca he tenido un accidente, Elina, ni siquiera me han puesto una multa. —sonrió y se tocó varias veces la frente. —Aprueba de radares detectores de velocidad. —

—Muy divertido. —le dije sarcásticamente. —Si nos estrellamos en un árbol, tendrás que regresar a pie, y vendré como fantasma solo para fastidiarte. —

—Probablemente. —admitió con una fuerte carcajada.

Suspiro y vi con alivio como la aguja descendía hasta ciento veinte.

—¿Satisfecha? —

—Casi. —

—Odio conducir despacio. —musito.

—No seas bebé, además ¿A eso le llamas despacio? —

—Basta de criticar mi forma de conducir. —dijo bruscamente.

—Me preguntaba si te has dado una idea de lo que soy. —dijo serio cambiando de tema.

—¿De lo que eres?, la verdad solo tengo una teoría. —

Me quede callada pensando si debía o no, contarle mi ridícula suposición.

—No me voy a reír—prometió.

—Es que es un poco fantasioso en realidad. —

—Adelante. —me animo con voz tranquila.

—Emm… el sábado en la playa. Me encontré con el hijo de un amigo de mi padre…Jacob Black. —

Parecía confuso.

—Su padre es uno de los ancianos de los quileutes. —lo mire y una expresión helada sustituyo al desconcierto anterior. —Fuimos a dar un paseo, y él me estuvo contando viejas leyendas para asustarme. Me conto una…—calle al ver su expresión.

—Continua. —

—Era sobre…vampiros. —

Ahora no podía verle la cara, pero si los nudillos tensos.

—¿E inmediatamente te acordaste de mí? —

Seguía tranquilo.

—No, todo empezó porque Isabella dijo algo sobre ti y tu familia, y uno de los chicos de la reserva, hizo un cometario que hizo que te relacionara con los vampiros de la historia cuando me la conto Jacob. —permaneció en silencio, sin levantar la vista de la carretera y continúe. —Pero fue cuando me puse a leer en internet, sobre la leyendas de los quileutes, porque en realidad se me fue de la mente rápido que tu fueras uno de los de la leyenda. Pero leyendo pensé que la mayoría de la cosas sobre los fríos eran tonterías y…—me detuve un momento a pensar como decirlo mejor.

—¿Qué? —

—La verdad decidí que no me importaba en lo más mínimo. — dije con un poco de indiferencia con la teoría de que fuera vampiro.

—¡¿Qué no te importa?! —su cara era de total incredulidad, con un leve atisbo de rabia.

—No. —dije indiferente. —Al principio no me importo investigar, es a lo que me refería. Pero ahora no me importa lo que seas. —

—¿No te importa que sea un monstruo? —su voz reflejo una nota severa y de burlona. —¿Qué no sea humano? —

—No. —le dije segura.

Se callo y volvió a mirar a enfrente. Su rostro era oscuro y gélido.

—Sabía que no tenía que decir nada, te enfadaste. Siempre te enfadas muy fácil —

—No. —dijo con tono tan severo como la expresión de su cara. —Prefiero saber qué piensas, incluso cuando lo que piense sea una locura. —

—Normalmente mi mente es así. Así que ¿Me equivoqué otra vez? —lo desafié.

—No me refiero a eso. "No me importa." —me cito, apretando los dientes.

—Enserio, ¿Estoy en lo cierto? — pregunte con incredulidad.

—¿Importa? —

—Cierto. —murmure. —No, no importa. Solo tengo curiosidad. —

Se resigno.

—¿Sobre qué tienes curiosidad? —

—¿Cuántos años tienes? —

—Diecisiete. —respondió de inmediato.

—¿Y desde cuando los tienes? —

Frunció los labios mientras miraba la carretera.

—Bastante. —admitió, al fin.

Sonreí, complacida de que al fin fuera sincero conmigo. Sus ojos me miraban con más frecuencia, creo que esperando que de repente entre en estado de shock. Le sonreí más ampliamente y el frunció el ceño.

—Ok. no te vayas a reír eh…—le dije apuntándole con un dedo. —¿Cómo puedes salir durante el día? —

De todas formas se rio.

—Un mito. —

—¿No te quemas con el sol, ni te haces polvo? —

—Un mito. —

—¿Y lo de dormir en ataúdes? —

—Un mito. —vacilo durante un momento. —No puedo dormir. —

—¿Nada? —

—Jamás. —comento con voz apenas audible.

—Wow, yo no sé qué haría si no durmiera, me gusta mucho. —le dije mientras lo imaginaba.

Se volvió para mirarme con expresión nostálgica. Me quede mirándolo hasta que aparto la mirada.

—Aun no me has hecho la pregunta más importante. —

Ahora su voz sonaba severa y cuando me miro otra vez lo hizo con ojos gélidos. Parpadee. Confusa.

—¿Cuál? —

—¿No te preocupa cual es mi dieta? —pregunto con sarcasmo.

—Ah, esa. —dije restándole interés, ya que me acorde de lo que dijo Jacob.

—Si, esa. —remarco. —¿No quieres saber si bebo sangre? —

—Bueno, Jacob me conto algo sobre eso. —

—¿Qué dijo Jacob? —dijo con voz cansada.

—Que no cazaban personas. Dijo que se suponía que tu familia no era peligrosa por beber de animales. —

—¿Dijo que no somos peligros? —su voz fue profundamente escéptica.

—No, escucha bien, dijo que se suponía que no lo son, pero los quileutes siguen sin querer verlos en sus tierra, solo por si acaso. ¿Entonces no cazan persona? — le pregunte.

—La memoria de los quileutes llega lejos…—susurro.

Lo acepte como una afirmación.

—Pero no te conformes con eso. —advirtió. — Tienen razón al mantener su distancia con nosotros. —

—¿Por qué? —

—Intentamos…—explico lentamente. —Solemos ser buenos en todo lo que hacemos, pero a veces cometemos errores. Yo, por ejemplo, al permitirme estar a solas contigo. —

—¿Esto es un error? —

—Uno muy peligroso—dijo en un murmuro.

Ambos permanecimos en silencio. Observe como giraban las luces del coche en las curvas de la carretera, se movían con demasiada rapidez. Decidí continuar con la conversación.

—Cuéntame más. —le pedí.

—¿Qué más quieres saber? —

—Dime porque cazan animales en lugar de personas. —sugerí.

—No quiero ser un monstruo. —explico en voz muy baja.

—Pero ¿No bastan los animales? —

Hizo una pausa.

—No puedo estar seguro, por supuesto, pero yo lo compararía con vivir a base de queso y leche de soya. Nos llamamos a nosotros mismos vegetarianos, es nuestro pequeño chiste privado. No saciar la sed por completo, pero nos mantiene lo bastante fuertes para resistir…la mayoría de las veces. —su voz sonaba a presagio. —Unas veces es más difícil que otras. —

—¿Te resulta difícil en este momento? —

—Si. —

Suspiro.

—Pero ahora no tienes hambre. —le dije segura.

—¿Qué te hace pensar eso? —

—Tus ojos. Te dije que tenía una teoría sobre eso. Las personas, en especial los hombre se enfadan cuando tienen hambre. —

Se rio entre dientes.

—Eres observadora, ¿Verdad? —dijo mientras se reía.

—Este fin de semana estuvieron cazando, ¿Verdad? —quise saber cuándo dejo de reír.

—Si. No quería salir, pero era necesario. Es un poco más fácil estar cerca de ti cuando no tengo sed. —

—¿Y porque no querías ir? —

—Estar lejos de ti me pone…ansioso. —Su mirada era amable e intensa. —No era broma cuando te dije que te cuidaras y que hicieras nada peligroso. Y bueno creo que no me hiciste caso. —dijo.

—¿Qué? — le pregunte.

—Tus manos. — me recordó.

Observe los pequeños rasguños que tenía en las manos. Wow no se le escapa nada.

—En verdad no deberías preocuparte tanto, la mayoría del tiempo se cuidarme sola. —me miro como diciendo "enserio" —Es enserio. Lo de las manos fue porque no vi la raíz de un árbol, estaba muy oscuro así que no es totalmente mi culpas. —

—Bueno te creeré. —me dijo con una sonrisa. —Fueron los tres días más largos y la verdad puse de nervios a Emmett. —

—¿Tres días? Pensé que acababas de llegar. —le dije un poco confundida.

—No, volvimos el domingo. —

—Entonces. ¿Por qué no fueron a la escuela? —

—Bueno, me preguntaste si el sol me daña, y no lo hace. —señaló obvio. —Pero no puedo salir a la luz del día…Al menos, no donde me pueda ver alguien. —

—¿Razones? —

—Alguna vez te lo mostrare. —me prometió.

Se hizo un silencio cómodo, perecía más relajado. Yo me dedique a mirar por la ventana la oscuridad de la carretera, ya que con la velocidad y la oscuridad combinados, no podía ver muy bien el bosque que estaba a un lado.

—Dime una cosa. —pidió después de aquel silencio.

—¿Sí? —

—Esta noche, justo antes de que yo apareciera en la esquina, ¿En qué pensabas? No comprendí tu expresión…No parecías asustada, sino más bien concentrada al máximo en algo. —

—Si estaba asustada, pero no tanto como paralizarme, estaba tratando de encontrar la mejor forma de poder usar mi bolso como arma. —dije mientras señalaba mi bolso. —Tengo una roca en él, así que lo puedo usar para incapacitar gente. —

—¿Ibas a luchar con ellos? —eso lo perturbo. —¿No pensaste en correr? Y ¿Por qué llevas una roca en tu bolso. —

—Bueno, pensé en mis posibilidades y la verdad no eran muchas, si corría me iban a alcanzar, ya que no iba sola y da la casualidad de que la persona que iba conmigo es la más torpe que he visto. —le dije y el asintió. —Después de pensar eso solo me quedaba luchar. Y llevo una roca en el bolso, porque una compañera de la clase de baile que iba en Nueva York me dijo que era una alternativa de defensa. —

El solo asintió procesando todo lo que le dije.

Cuando llegamos a los límites de Forks fuimos más despacio. El viaje había tomado menos de veinte minutos y era entendible, manejaba como loco.

—¿Te veré mañana? —quise saber cuándo se estaciono enfrente de mi casa.

—Si. Tengo que entregar un trabajo. —dijo con una sonrisa burlona. —Te reservare un asiento para almorzar. —

Después de todo lo que había pasado esta noche, aunque no quería me emocione un poco.

Me quite en cinturón de seguridad, he iba a empezar a quitarme su chamarra cuando dijo:

—Puedes quedártela… No tienes una para mañana. —me dijo.

—De hecho, si tengo, pero gracias de todos modos. —le dije amablemente.

Se la devolví.

—Ah, de acuerdo. —

Le di una sonrisa. Con la mano en la manija a punto de abrir la puerta.

—¿Elina? —dijo en tono serio y dubitativo.

—¿Sí? —

—Prométeme algo. —

—Depende. —dije dubitativa.

—No vayas sola al bosque. —me dijo serio.

—¿Y eso por qué? —me gustaba el bosque era tan pacífico.

Frunció el ceño y mira hacia la ventanilla.

—No soy la criatura más peligrosa que ronda por ahí. Solo te diré eso. —

—Em… está bien lo prometo. —le dije asintiendo.

—Nos vemos mañana. —dijo mientras abría la puerta.

—Hasta mañana. —le dije mientras me despedía con la mano.

—¿Elina? —me llamo.

Cuando voltee a verlo, tenía su rostro a centímetros del mío.

Mi corazón se aceleró.

—Que duermas bien. —dijo.

Le di las gracias con una sonrisa, y bajé del auto, cerré la puerta. Aguardó hasta que llegué a la puerta principal y entonces oí el sonido del motor del coche.

Saqué las llaves de mi bolso, abrí la puerta y entre. Mi madre me llamo desde la sala.

—¿Elina? —

—<Si, Omma, soy yo.> —

Me asome a la sala. Ella y mi padre estaban viendo una película.

—<Volviste rápido.> —

—<¿Sí?> — estaba sorprendida.

—<Aun no son ni la ocho.> —me dijo. —<¿Se divirtieron?> —

—<Si, la pasamos muy bien. Todas encontramos un vestido, luego te lo enseñó, es que se me olvido en el carro de Jessica.> — le dije con una sonrisa. —<Y tengo que llamarla para que lleve mis compras a la escuela.? —

—Bueno pero al menos dale tiempo de llegar a casa. —dijo mi padre.

—Cierto. —acepte. —Bueno, los dejo que sigan viendo la película, buenas noches. —les dije.

Cuando iba para mi cuarto el teléfono sonó. Levante el auricular.

—¿Bueno? —pregunte.

—¿Elina? —

—Hola Jess, iba a llamarte. —

—¿Ya estás en casa? —su voz reflejaba sorpresa y alivio.

—No Jess, soy una contestadora. —le dije con sarcasmo. —Claro que ya llegué. —

—¡Hay!, no seas así conmigo. —me dijo.

—Te quería llamar para decirte que deje mis compras y chamarra en tu coche. ¿Me las puedes llevar mañana a la escuela? Por favor. —le dije para cambiar de tema.

—Claro, pero ¡Dime que paso! —exigió.

—Jessica, te cuanto mañana en la clase de Trigonometría, ¿Ok? —

—De acuerdo. En ese caso, mañana hablamos. —dijo con impaciencia. —¡Adiós! —

—Adiós, Jess. —

Subí hacia mi cuarto, y me preparé para irme a la cama. No me había dado cuenta de que estaba helada hasta que me estaba bañando, el agua está demasiado caliente, cuando me pude acostumbrar mis músculos se relajaron. Sali ya cambiada con mi pijama y me acurruque debajo de la colcha. Cuando al fin me dormí, mi último pensamiento fue: Que Edward era un vampiro, y que aunque no quisiera poco a poco ya me estaba enamorando de él.