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Diez. Interrogatorios.

A la mañana siguiente, como ya esperaba amaneció nublado y frio.

Me vestí de forma abrigada, prácticamente parecía que iba a un funeral, me puse una blusa de manga larga negra, unos pantalones negros y una chamarra gruesa con gorro, y si también era negra, me puse unos botines con tacón no muy alto e hice mi rutina de belleza.

Al bajar me di cuenta de que solo estaba Eric desayunando.

—Hice el desayuno. —dijo mientras comía unos hotcakes con tocino y huevo.

—Wow, con razón se nublo más de lo que ya estaba. —le dije juguetonamente, mientras me servía el desayuno y me sentaba a comer.

—Ningún milagro, ya no había nadie cuando baje y me dio flojera subir para despertarte y me hicieras el desayuno como siempre. —dijo con una sonrisa.

—Pues le agradezco a tu flojera por no despertarme. —

Terminamos de desayunar y lave los trastes.

Cuando terminamos de arreglarnos, salimos de la casa, y apenas nos dimos cuenta de que había un coche extraño, nos acercamos y nos percatamos que la puerta del copiloto está abierta y ahí estaba el, otra vez, parado junto a la puerta.

Mi corazón se aceleró.

—Buenos días. —nos dijo Edward

Eric estaba sorprendido de que estuviera enfrente de nuestra casa.

—Eric ¿No te importa si hoy llevo yo a Elina a la escuela?, bueno si ella quiere. —pregunto amablemente.

Lo voltee a ver y le di un pequeño golpe en brazo para que saliera de su asombro.

—Em… no… claro que no. —dijo Eric. —Bueno, entonces yo ya me voy. —dijo y se fue en su auto.

Edward me volteo a ver dándome una sonrisa para que subiera, y así lo hice. Al entrar al caluroso interior me di cuenta de que su chamarra colgaba del respaldo del asiento en donde iba. Cerró la puerta detrás de mí, y antes de lo que era posible imaginar, se sentó a mi lado y arranco el motor.

—Traje una chamarra para ti. No quería que te enfermaras, pero veo que no va a hacer falta. —dijo mirando la chamarra que llevaba.

Me di cuenta de que el mismo no llevaba chamarra, solo una camiseta de cuello en "V", que la verdad le quedaba muy bien.

—Te dije que tenía otras, pero gracias de todos modos. —le dije. —Aparte no soy tan delicada. —

—¿Ah, no? —dijo con burla.

Me hice la indignada e hice lo más maduro que pude, le saqué la lengua, a lo que él solo soltó una risa.

El vehículo avanzo a toda velocidad entre las calles cubiertas de niebla. Se volvió y me sonrió burlón.

—¿No vas a hacer preguntas hoy? —dijo.

—¿Acaso te molestan? —

—No tanto como tus reacciones. —

Parecía bromear, pero no estaba totalmente segura.

—¿Reaccione mal? —

—No. Ese es el problema. Te lo tomaste todo demasiado bien, no es natural. Eso me hace preguntar qué piensas en realidad. —

—Siempre te digo lo que pienso. —

—Lo censuras. —me acuso.

—No todo el tiempo. —

—Pero si lo suficiente como para volverme loco. —

—No quieres oírlo, la mayoría de las veces son puras tonterías que inventa mi cerebro. —le dije con sinceridad.

No me respondió así que decidí cambiar de tema.

—¿Dónde están tus hermanos? —pregunte, recordando que habitualmente ese coche iba lleno.

—Se fueron en el coche de Rosalie. —se encogió de hombros mientras se estacionaba junto a un reluciente convertible rojo con la capota levantada.

—Wow. —musite. —¿Si ella tiene ese hermoso auto, porque viene contigo? —

—Ya te dije: Es ostentoso. Intentamos no desentonar. —

—Pues no lo logran. —me reí mientras bajábamos del coche. Habíamos llegado temprano gracias a la velocidad a la que conducía. —Entonces, ¿Por qué condujo Rosalie hoy si se trata de no llamar la atención? —

—¿No lo has notado? Estoy rompiendo todas las reglas. —

Se reunió conmigo delante del coche y permaneció muy cerca mientras caminábamos hacia el campus.

—¿Por qué tienen esos coches si quieren pasar inadvertidos? —le pregunte.

—Un lujo. —admitió con una sonrisa traviesa. —A todos nos gusta la velocidad. —

—Suena lógico. —dije.

Con los ojos a punto de salirse de sus orbitas, Jessica estaba esperando bajo el tejado de la cafetería. En su brazo tenía mi chamarra y mis compras.

—Hola, Jessica. —dije cuando estábamos a pocos pasos. —Gracias por acordarte. —

Me entrego mis cosas sin decir nada.

—Buenos días, Jessica. —la saludo amablemente Edward.

—Eh…Hola. —poso sus ojos en mí. —Supongo que te veré en trigonometría. —

—Si, allí nos vemos. —

Me dirigió una mirada y se alejó, deteniéndose dos veces para mirarnos por encima del hombro.

—¿Qué le vas a contar? —murmuro Edward.

—¿Sobre qué? —le pregunte.

—Al parecer te va a tender una emboscada en la clase. —me dijo mientras íbamos caminando hacia mi casillero para dejar la chamarra extra y mis compras, apenas y entraron.

—Bueno, ¿Qué le vas a decir? —

—Eh… ¿Qué quiere saber? —le pregunte haciendo la sonrisa más inocente que podía hacer.

—Eso sería trampa. — dijo sonriendo burlonamente.

—Vamos dime. —le dije todavía haciendo la misma cara.

Lo estuvo reflexionando mientras caminábamos. Nos detuvimos ante la puerta de la primera clase.

—Está bien. —dijo, y yo sonreí triunfal. —Quiere saber si nos estamos viendo a escondidas, y también que sientes por mí. —dijo finalmente.

—A ok. —le dije. —¿Y qué debo decirle? —

—Humm. —hizo una pausa para pasar un mechón detrás de mi oreja. Y mi corazón se aceleró. — Supongo que, si no te importa, le puedes decir si, a lo primero…Es más fácil que cualquier otra explicación. —

—Claro, no me importa. —le dije con una sonrisa.

—En cuanto a la segunda pregunta…Bueno estaré atento para conocer la respuesta. —

Curvo una de las comisuras de la boca al esbozar una sonrisa pícara. Se dio la vuelta y se alejó.

—Chismoso. —murmure.

Escuche como se río.

—¡Te veré en el almuerzo! —grito por encima del hombro.

Las tres personas que cruzaban la puerta se detuvieron para mirarme.

Entre con tranquilidad a la clase y me senté en mi sitio de siempre.

—Buenos días, Elina. —me saludo Mike desde el asiento contiguo, por amabilidad le sonreí. —¿Cómo te fue en Port Angeles? —

—Grandioso, de hecho. Jessica consiguió un vestido estupendo. —le dije

—¿Dijo algo sobre la noche del lunes? —pregunto con ojos relucientes.

Sonreí y le dije:

—Dijo que la había pasado realmente bien. —

—¿Segura? —dijo con avidez.

—Segurísima. — le dije sincera.

Entonces, el profesor Mason entro al salón y llamo al orden a la clase y nos pidió que entregáramos nuestro trabajo. Las siguientes dos clases pararon de forma rápida.

La niebla se había disuelto hacia el final de la segunda hora, pero el día seguía igual de oscuro, con nubes bajas y opresivas.

Edward tuvo razón, Jessica ya me estaba esperando en los asientos de atrás cuando entre a la clase de trigonometría, casi saltando del asiento con impaciencia.

—¡Cuéntamelo todo! —Gritó.

—¿Qué quieres saber? —

—¿Qué ocurrió anoche? —

—Me llevo a cenar y luego me trajo a casa. —

—A qué hora llegaste. —

—Temprano, maneja como loco. —

—¿Fue una cita? ¿Le habías pedido que se vieran allí? —

—Nos encontramos de casualidad. Fue una sorpresa verlo en Port Angeles. — dije sin mentir.

—Pero él te recogió para traerte a la escuela… — me tanteo.

—Si, eso también fue una sorpresa, hubieras visto la cara de Eric, fue graciosa. —sonreí recordando su cara.

—Así que… ¿Saldrán otra vez? —

—Se ofreció a llevarme el domingo a Seattle porque no tengo licencia, ¿Eso cuenta? —

—Si. —asintió.

—Bueno, entonces sí. —

—V-a-y-a. —dijo en silabas. —Edward Cullen. —

—Lo sé. —dije fingiendo sorpresa

—¡Espera! —levanto las manos como si estuviera parando el tráfico. —¿Te beso? —

—No, no es de esos. —

—¿Sobre qué hablaron? — me susurro.

La clase ya había comenzado, pero el profesor Varner no estaba prestando atención y no éramos las únicas que seguíamos hablando.

—No sé. De muchas cosas que ya ni me acuerdo. —le dije en susurros. —Creo que sobre el trabajo de literatura. —

—Por favor, Elina. —imploro. —Dame algunos detalles. —

—De hecho hay uno que no le tome importancia. En el restaurante la mesera estaba coqueteando con él, pero él no le prestó atención, me dio pena por ella. —

—Eso es buena señal. —asintió. —¿Era guapa? —

—Creo que sí, no le di mucha importancia. —le dije con desinterés.

—Mejor aún. Debes gustarle. —

—Eso creo. Es difícil saberlo, no soy tan buena sabiendo ese tipo de cosas. —

—No sé cómo tuviste suficiente valor para estar a solas con él. —

—¿Por qué? —

—Intimida tanto… Yo no sabría que decirle. —

—De hecho ya que lo conoces bien te das cuenta de que es una persona agradable. —

—Oh, bueno. También es increíblemente guapo. —dijo encogiéndose de hombros, como si eso excusara cualquier falla.

—Él es mucho más que eso. —

—¿De verdad? ¿Cómo qué? —

El profesor ya había empezado a dar explicaciones, sobre lo que estaba escrito en el pizarrón. Intentaba concentrarme pero Jessica no dejaba de insistir.

—Va más allá de lo físico. —

—¿Eso es posible? — dijo entre risitas

—Pues claro, también están los sentimientos y el cómo es una persona por dentro. Es horrible cuando las personas solo se fijan en lo físico. —dije con seriedad.

—Si, eso es muy feo. —dijo mientras se ruborizaba. —Entonces, ¿Te gusta? —cambio de tema.

—Si, creo que me gusta. —dije dándole una sonrisa.

—¿Cuánto te gusta? —

—Jessica pon atención a la clase. —dije ignorando su pregunta. —Luego por eso no entiendes la tarea. —

Y solo eso basto que dijera para que guardara silencio el resto de la clase. La considero como una conocida casi amiga, pero no tan amiga como para decirle cada detalle de mi vida. Además yo sé que ella solo me hace las preguntas como cotilleo no porque le importe yo y mi vida amorosa de alguna forma.

Cuando el timbre del almuerzo sonó, me levante de un salto de la silla, era hora de comer y tenía mucha hambre, entonces recordé que Edward probablemente me estaría esperando.

—¿No vas a sentarte con nosotros, verdad? —pregunto Jessica.

—Creo que no, lo siento. —

Cuando salimos de la clase, Edward me esperaba apoyado contra la pared con una pose que le salía natural. Antes de irse Jessica nos dirigió una mirada, puso los ojos en blanco y se alejó.

—Te veo luego, Elina. —se despidió, con voz irritada.

Creo que no se tomó bien que fuera con él.

—Hola. —dijo Edward con voz divertida e irritado al mismo tiempo.

—Hola. —le dije sonriendo.

Nos encaminamos hacia la cafetería uno al lado del otro, él iba serio y no hablo en todo el camino. Cuando entramos era como mi primer día, todos nos miraban.

Edward encabezo el camino hacia la fila, sus ojos me miraban cada pocos segundos. Se dirigió al mostrador y lleno una charola con comida.

—¿Piensas que voy a comer todo eso? —si podía, pero había tenido un buen desayuno así que mi estomago ahorita no estaba para tanta comida.

El negó con una sonrisa y se adelantó para pagar la comida.

—La mitad es para mí, por supuesto. — dijo señalando la comida.

Lo mire con incredulidad y nos guio a la mesa en la que nos habíamos sentado la vez anterior. Una grupo de chicos del ultimo grado nos miraban anonadados cuando nos sentamos uno frente al otro. Edward parecía ajeno a este hecho y yo no le hice caso.

Empujo la charola para que tomara algo de ella, agarre uno de los dos pedazos de pizza que estaban ahí.

—Siento curiosidad. —le dije. Le di una mordida a mi pizza y proseguí. —¿Qué harías si alguien te desafiara a comer? —

—Tu siempre llena de preguntas. —dijo de manera burlona.

Me observo fijamente mientras tomaba el otro pedazo de pizza de la charola, se la metió a la boca, le dio un mordisco, lo mastico rápidamente y se la trago. Lo mire asombrada.

—Si alguien te desafía a tragar tierra, puedes, ¿Verdad? —dijo.

Me reí, recordando una vez que obligué a mi hermano a hacerlo.

—Una vez cuando era pequeña, obligue a mi hermano a comer tierra, fue por una apuesta, dijo que no era tan malo. —dije mientras me reía.

Se hecho a reír.

—Supongo que no me sorprende. —dijo.

Algo por encima de mi hombro llamo su atención.

—Jessica está analizando todo lo que hago. Luego lo reconstruirá para ti, e Isabella está molesta contigo, porque estás conmigo. —dijo.

Cuando termine el pedazo de pizza, tome el que él había dejado en la charola.

—¿Así que la camarera era guapa? Pregunto. —

—Creo, no le tome mucha atención, tú no te diste cuenta. —

—No. Yo tampoco le preste mucha atención. Tenía muchas cosas en la cabeza. —

Asentí mientras le daba un mordisco a la pizza.

Seguimos platicando un rato, hasta que salió la plática sobre el viaje que haría domingo, el día después del baile.

—¿Lo harás verdad? Me refiero al viaje, yo podría acompañarte. —

Él ya había dicho que me acompañaría antes, pero la verdad no creí que hablara enserio.

—¿De verdad lo harías? —

—¿Y por qué no? Estoy abierto a sugerencias. —

—También yo. — le dije. —¿A dónde iremos? —

—Hará buen tiempo, así que estaré fuera de la atención pública y podrás estar conmigo si así lo deseas. —

—¿Me enseñaras lo que te sucede con el sol? —pregunte con entusiasmo.

—Si, puedo. —

—¿Puedo hacerte otra pregunta? —le dije

—Claro. —

Me acerque un poco más a él, mirando a ambos lados para ver que nadie pudiera escucharnos. Note que Alice, la hermana de Edward tenía sus ojos en mí, mientras el resto lo miraban a él.

—¿Fuiste el fin de semana pasado a Goat Rocks? ¿Para cazar? Mi padre dijo que ese no es un buen lugar para acampar a acusa de los osos. —

Me miró fijamente, como si estuviera pasando por alto lo evidente.

—¿Osos? —pregunte. —No estamos en temporada de osos. —dije con sorpresa.

—Si lees con cuidado, veras que las leyes mencionan solo la caza con armas. —me informo.

—¿Ositos? —repetí, el solo soltó una risita.

—El favorito de Emmett es el oso pardo. —dijo a la ligera

Termine la porción de pizza y luego bebi un largo trago de jugo, para continuar con la plática.

—¿Cuál es tu favorito? —le pregunte.

—El puma. —

—Wow. —

—Si. Debemos tener mucho cuidado para no causar un impacto ambiental desfavorable con una cacería imprudente. Intentamos concentrarnos en zonas con sobrepoblación de depredadores…Y nos alejamos tanto como sea necesario. Aquí siempre hay ciervos y alces. Nos servirán, pero ¿Dónde quedaría la diversión? —dijo mientras sonreía.

—Si claro, diversión. —le dije con sarcasmo.

—El comienzo de la primavera es la estación favorita de Emmett para cazar osos. —sonrió como si recordara una broma. — Acaban de salir de la hibernación y están mucho más irritables. —

—No hay nada más divertido que un oso irritado. —le dije con diversión.

Se rio con disimulo y movió la cabeza.

—¿Qué estás pensando? —pregunto.

—Intento imaginar como lo hacen, pero no puedo. ¿Cómo cazan sin armas? —

—Si las tenemos. —exhibió sus dientes con una sonrisa breve y amenazadora. —Solo que no del tipo que contemplan las leyes de caza. Si has visto atacar un oso en la televisión, tendrías que visualizar como caza Emmett. —

Mire hacia la mesa donde estaban sus hermanos para poder ver a Emmett. De alguna manera los prominentes músculos que envolvían sus brazos ahora resultaban más amenazantes.

Edward siguió la dirección de mi mirada y soltó una suave risa. Lo mire.

—Y tú, ¿Cuál prefieres Oso o Puma? —pregunte.

—Puma. —admitió. —Quizás nuestras preferencias son significativas. —

—Tal vez. —le dije con emoción. —¿Es algo que podría ver alguna vez? —eso sería muy interesante de ver a mi parecer.

—¡Definitivamente no! —

Me sorprendí y asuste un poco aunque no lo admitiría. Inconscientemente me hice hacia atrás por su tono de voz, su rostro se tornó serio y tenía una mirada aterradora. Rápidamente en sus ojos se miró un deje de culpa, por haber causado esa reacción en mí.

—¿Demasiado aterrador para mí? — dije con un hilo de voz.

—Si así fuera, te sacaría en la noche. —dijo con voz indiferente. —Necesitas una dosis de miedo. Nada te caería mejor. —

Mire hacia los lados, la cafetería se está casi vacía. Tome mis cosas y me levante de la silla.

—Vamos a llegar tarde. —le dije seria.

Una vez que la sorpresa se fue, llego la indignación por haberme gritado. Solamente mis padres me habían hablado de ese modo y era en ocasiones raras, no dejaría que el hiciera lo mismo. De camino hacia la salida lo ignore por ser tan grosero.