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Dieciséis. La primera cacería.

—¿Nos iremos por la ventana? —pregunte mientras miraba hacia abajo desde el segundo piso.

No le tenía miedo a las alturas, pero ahora que ya miraba todo con más claridad, no se me hacía nada bonito saltar como si nada desde esa altura.

Edward sonrió.

—Es la mejor salida. Si tienes miedo, puedo cargarte. —dijo burlón.

—No te burles. —hice un puchero. —Todo esto es nuevo para mí. Además tenemos todo el tiempo del mundo para irnos, ¿Acaso te preocupa el tiempo que perdamos si salimos por la puerta de atrás? —

Frunció el ceño.

—Soo y Mi están en el piso de abajo junto con Jacob y Leah…—dijo.

—Oh. —

Ahora entendía, yo era el peligro en ese momento. Tenía que mantenerme alejada de cualquier aroma que me pusieran en modo salvaje.

—¿<Mis angelitos> están bien con Jacob y Leah ahí abajo? —pregunte.

Edward se tensó y puso una expresión que no comprendí.

—Confía en mí, ellos están completamente a salvo. Se perfectamente lo que Jacob y Leah están pensando. —

—Está bien. —suspire y mire hacia la ventana. —No sé cómo…—dije apuntando hacia afuera.

—Observa como lo hago. —dijo Edward, sin esfuerzos dio un paso hacia adelante y salto por la ventana.

Mire con cuidado como caía. No parecía tan difícil.

Copie los mismos movimientos de Edward y salte por la ventana. El suelo pareció moverse en mi dirección con lentitud así que no tuve problemas de ver como posicionar mis pies, ahí fue cuando me di cuenta de que Alice había escogido unos hermosos tacones de tacón de aguja que para nada iban con la actividad que íbamos a realizar. Al caer absorbí el impacto con mis talones para no romper los tacones y aterricé con gracia. Sonreí por mi logro.

—Eso fue muy fácil. —le dije a Edward y le sonreí.

Me devolvió la sonrisa.

—Lo has hecho con mucha gracilidad, incluso para un vampiro. —me dijo.

—¿Enserio? Gracias. —

Me quite las zapatillas negras y las lance a través de la ventana abierta.

Escuche como Alice sonto un gruñido.

Edward me tomo de la mano y corrimos por el patio trasero hacia la orilla del rio. No necesitaba esforzarme mucho para estar a la par de él.

—¿Nadaremos? —pregunte cuando nos estuvimos cerca del agua.

—¿Y estropear ese hermoso vestido? No. Saltaremos. —

Calcule la distancia hacia la otra orilla, eran más o menos como cuarenta metros de distancia. 

—Tu primero. —dije.

Me dio un beso en los labios y dio dos pasos hacia atrás, después corrió para tomar impulso y salto no sin antes presumir y hacer una pirueta y desaparecer entre los árboles que había del otro lado.

—Presumido. —dije y escuché como se reía.

Di dos pasos hacia atrás como lo había hecho el. Lo bueno es que el vestido que me había puesto Alice no era ajustado así que no tenía que romperlo ni nada. Tome impulso y salte como Edward lo había hecho. No calcule bien la distancia y llegue mucho más lejos de lo que había previsto.

Fue fabulosa la sensación electrizante y vigorosa que mi cuerpo experimentó.

Escuche como Edward corría hacia a mí.

Solté una carcajada.

—¿Cómo estuve? —dije sonriendo.

—Excelente. —sonrió por mi entusiasmo.

—Hay que hacerlo otra vez. —dije mientras saltaba como niña chiquita.

—Corazón, concéntrate, ahora estamos en una expedición de caza. —

—Ah, cierto. Caza, sí. —

—Sígueme…si puedes. —dijo mientras me daba una mirada provocadora y salía corriendo.

Él era más rápido que yo, pero como yo ahora era más fuete, eso hizo que tomara más impulso a cada paso que daba. Solté una carcajada cuando quedé delante de él. El rio conmigo. 

Ahora entendía por qué Edward nunca se había estrellado contra un árbol. Cuando corres sientes la velocidad, el piso, todo a tu alrededor se vuelve más nítido ante tus ojos.

Creía que, en cualquier momento, me quedaría sin aliento, pero éste salía y entraba como si nada. También pensé que sentiría cómo me ardían los músculos, pero mi fuerza parecía incrementarse mientras me acostumbraba a mis propios pasos. Mis pies descalzos tocaban el suelo ya de forma tan poco frecuente que me sentía más como si estuviera volando que corriendo. Volví a reír cuando me di cuenta de que Edward parecía esforzarse por mantenerme el paso.

—Elina. —me llamo.

Pare en seco cuando me di cuenta de que él ya se había detenido. Camine hacia él y lo mire expectante.

—¿Quieres quedarte en este país? —pregunto divertido. —¿O planeas correr hasta Canadá? —

—Está bien, está bien, ya me concentro. ¿Qué vamos a cazar? —

—Estaba pensando en empezar con algo fácil, así que cazaremos alces. —

—Bien, ¿Por dónde empezamos? —pregunte con decisión.

—Quédate quieta un minuto. —dijo mientras ponía sus manos en mis hombros. —Ahora cierra los ojos. —murmuro.

Obedecí a lo que me dijo.

Alzo las manos y comenzó a acariciar mi rostro.

—Escucha. —dijo. —¿Qué oyes? —

Quería decirle que podía escuchar todo. El movimiento de los pájaros al mover sus alas, la caída de las hojas de los árboles, el caminar de las hormigas siguiéndose unas a otras en una larga línea mientras subían por el árbol más cercano... Pero yo sabía que se refería a algo específico, así que dejé que mis oídos se extendieran más allá, buscando cualquier cosa distinta al pequeño sonido de los animalitos que me rodeaban. 

Había un espacio abierto cerca de nosotros, y podía percibirlo porque el viento sonaba de forma diferente al cruzar la hierba expuesta al aire, y un pequeño arroyo, allí cerca del ruido del agua, se oía el chasquido que producían unos animales bebiendo y el latir de sus corazones, impulsando corrientes de sangre...

Sentí como se me secaba la garganta.

—¿Al lado del arroyo, hacia el norte? —pregunte.

—Si. Ahora… espera a que te llegue otra vez la brisa y… ¿Qué hueles? —

Lo primero que olí era el… era un rico pero extraña combinación de miel, lilas y luz del sol. Luego pude captar el aroma de la tierra, del musgo, los árboles, el olor a nuez que las ardillas guardaban, el olor a agua limpia, que me resultaba sorprendente que no me pareciera apetecible a pesar de la sed que tenía. Me centré en el agua y encontré un olor cálido y penetrante, más fuerte que todo lo demás, y me atraía tanto como beber agua. Arrugue la nariz.

Edward rio entre dientes.

—Ya lo sé, cuesta acostumbrarse. —dijo. —Ahora dime, ¿Cuántos percibes? —

—Creo que… ¿Tres? —pregunte.

—Cinco. Hay dos más por los árboles de atrás. —

—¿Y ahora qué? —pregunte con los ojos aun cerrados.

—¿Qué te dice tu instinto? —

Pensé un momento en el asunto con los ojos aun cerrados. Escuchaba y olía lo que pasaba en ese arroyo. Un ataque de sed hizo que mi garganta volviera a arder. De repente ese cálido aroma no se me hizo más apetecible. Ya podía sentir aquel liquido caliente y húmedo que me ayudaría con mi boca seca. Se me abrieron los ojos de repente.

—No pienses, solo actúa conforme a tus instintos. —dijo mientras daba un paso hacia atrás.

Me dejé llevar por el olor, sin darme cuenta de que me movía cerca del prado. Mi cuerpo cambió su postura de forma automática hasta agacharse muy pegada al suelo, mientras estaba en el límite del bosque cubierto por los arbustos. Pude ver un gran ciervo macho con una gran y sorprendente cornamenta en su cabeza justo al borde del arroyo. 

Me centré en el olor del macho, en aquel punto caliente de su cuello donde el pulso cálido latía con más fuerza. Eran sólo unos treinta metros, dos o tres brincos que había de distancia entre nosotros. Me prepare para dar el primer salto. 

Pero el viento cambió cuando estaba a punto de saltar y soplo con más fuerza desde el sur. No pensé en nada en ese momento, Sali corriendo hacia una dirección diferente a la que debía ir, haciendo que el ciervo se asustara y saliera corriendo hacia el bosque, mientras yo iba hacia una nueva fragancia tan atractiva que no me dejaba ninguna otra elección. Me resultaba imposible de evitar. 

El olor me dominó por completo. Lo rastreé y fue decidida hacia él, consciente sólo de la sed y del aroma que me ayudaría a saciarla. La sed empeoró, tan dolorosamente que confundía todos mis pensamientos. 

Noté que me seguían y mis instintos se pusieron rápidamente en alerta. El aroma irresistible luchó contra el impulso de volverme y defender mi caza. Me surgió un gruñido desde lo más profundo del pecho y expuse mis dientes. Mis pasos fueron perdiendo velocidad. La necesidad de protegerme la espalda luchaba contra el deseo de saciar mi sed. 

Entonces pude escuchar cómo ganaba ventaja mi perseguidor y el instinto de defensa gano. Cuando giré, el sonido que se iba alzando se abrió camino a través de mi garganta y salió hacia fuera. El rugido salvaje que salió de mi propia boca fue tan inesperado que me dejó inmóvil. Eso me desconcentro y me aclaró la cabeza durante un segundo. El viento cambió, trayendo el aroma de tierra húmeda, liberándome del aroma de la deliciosa sangre humana. 

Edward camino lento hacia mí con los brazos arriba como si fuera a abrazarme o inmovilizarme. Su rostro estaba atento y cauteloso. Me quedé helada y horrorizada. Me di cuenta de que había estado a punto de atacarlo. Sacudí la cabeza y me enderecé abandonando mi postura defensiva. Contuve el aliento cuando volví a concentrarme, intentando no sentir el aroma que provenía del sur.

Él pudo comprobar cómo volvía a entrar en razón y dio un paso hacia mí, mientras bajando los brazos.

—Tengo que irme de aquí. —dije entre dientes y con dificultad.

Edward me miro con asombro.

—Pero ¿Está segura de que eres capaz de irte? —

Lo mire sin entender a su pregunta. Sabía que mi cabeza se mantendría en razonamiento el tiempo qu dure sin pensar en ello. Solté un bufido de irritación y salí corriendo de allí.

Me fui lo más rápido que pude hacia el norte, concentrándome solamente en contener la respiración que parecía ser la única respuesta. Mi objetivo era huir lo más lejos posible de aquel olor hasta que se perdiera por completo. 

Otra vez supe que alguien me seguía pero ahora estaba consciente de quien era. Corrí como nunca había corrido en toda mi vida. Edward me alcanzo haciéndome parar de repente. Estaba segura de que allí me hallaba a salvo, pero contuve el aliento sólo por si acaso

Edward pasó rápidamente a mi lado, sorprendido por mi repentina parada. Dio la vuelta y regresó a mi lado en un segundo. Puso las manos sobre mis hombros y me miró fijo a los ojos, impresionado ante la emoción que dominaba mi rostro.

—¿Cómo lo hiciste? —pregunto.

—¿Pensé que lo estaba haciendo bien? —dije.

—Corazón, ¿Cómo lo has hecho? —

—¿Qué cosa? ¿Correr? —pregunte confundida.

Negó con la cabeza.

—¿Por qué dejaste de cazar? —

—Es que te sentí detrás de mí y… cuanto lo siento amor. —dije apenada por casi haberlo atacado.

—¿Por qué te disculpas? Soy el único que ha sido terriblemente descuidado. Pensé que nadie estaría lo suficientemente cerca, pero debí haberlo comprobado primero, ¡Fue un error tan estúpido! No tienes nada por lo que pedir perdón. —

—¡Pero te gruñí! —

—Obvio que lo hiciste, es lo natural. Lo que aun no entiendo es ¿Por qué huiste?—

—¿Qué otra cosa podía hacer? —pregunte confundida. —¡¿Y si era alguien conocido o uno de mis amigos?! —

Se sorprendió y soltó una enorme carcajada.

—¿De qué te ríes? —pregunte ofendida y haciendo un puchero.

Poco a poco fue parando de reír.

—No me rio de ti, corazón. Me rio por el shock…estoy asombrado en realidad. —

—¿Qué? —

—No deberías de ser capaz de hacer eso. No deberías de ser tan racional. No deberías de estar discutiendo con calma conmigo. Y sobre todo no deberías de ser capaz de parar en medio de una sesión de cacería porque haz sentido el olor a la sangre humana. Incluso los vampiros maduros tienes dificultades para hacer eso. Elina, te estas comportando como si tuvieras décadas en vez de días. —

—Oh, es que sabía que sería así de duro, por eso he estado con la guardia en alto por si algo así ocurría. —explique.

Subió sus manos y sostuvo mi rostro mientras me miraba a los ojos con maravilla.

—Daria lo que fuera por poder dar un vistazo a tu mente en estos momentos. —

Sonreí y acaricié su rostro.

—No pensé que mi amor por ti pudiera hacerse más grande y fuerte, pero fue posible. Te amo tanto. —

Me miro asombrado.

—¿Cómo puedes concéntrate en estos momentos? ¿No tienes una insoportable sed? —

La sed volvió cuando me acorde de ella.

Intenté tragar y luego suspiré, cerrando los ojos como antes para concentrarme. Dejé que mis sentidos se extendieran a mi alrededor, tensa esta vez ante la posibilidad de un nuevo ataque de aquel delicioso aroma.

Edward dejó caer los brazos mientras yo escuchaba más y más lejos buscando a través de todos los olores para identificar algo que no fuera del todo repelente para mi sed. Había el ligero trazo de algo diferente, un tenue rastro que se dirigía hacia el este... 

Se me abrieron los ojos de golpe con mis instintos al tope, corre hacia el este. Subí una pequeña montaña y corrí agachada en postura de caza acercándome a los árboles donde eso resultaba más fácil. Sentí a Edward detrás de mí, dejándome a mí la guía. 

La vegetación fue dispersándose a medida que subíamos. Un olor cálido, más intenso que el del alce y mucho más atractivo que se volvió cada vez más fuerte. Unos cuantos segundos más tarde pude escuchar los pasos sutiles de unas patas inmensas. El sonido venia de arriba, en las ramas. De forma automática me lancé hacia las ramas, ganando una posición más estratégica. 

Los pasos de las patas continuó escuchándose pero ahora a mis pies. El apetitoso efluvio se percibía ya muy cerca. Mis ojos localizaron el movimiento que había provocado el sonido. Pude ver la piel de un gran felino deslizándose por la amplia rama justo debajo de mí y hacia la derecha de donde yo me encontraba. Era grande, fácilmente cuatro veces mi tamaño. Tenía los ojos clavados en algo que había en el suelo debajo de nosotros, estaba cazando, al igual que yo. Capté el aroma de algo más pequeño, débil comparado con el olor de mi objetivo. La cola del puma se movía de un lado a otro, preparándose para saltar. 

Con un pequeño impulso, salte por el aire y aterricé al lado del puma. Él sintió temblar la rama y se giró, gruñéndome y desafiándome. Se lanzo hacia mí con los ojos llenos de furia. Ignoré sus colmillos expuestos y las garras engarfiadas y salté sobre él derribándolo hasta caer al suelo del bosque. 

No fue una gran lucha. 

Sus garras afiladas no fueron más que una caricia sobre mi piel. Tampoco sus dientes tuvieron mucho que hacer contra mi hombro o mi garganta y su peso no era nada para mí. Mis dientes buscaron su garganta y su resistencia instintiva fue lamentablemente débil contra mi fuerza. Encontré con facilidad el punto preciso donde el flujo de calor se concentraba. 

No tuve que hacer ningún esfuerzo o aplicar ningún tipo de fuerza. Mis dientes eran como cuchillas de acero. Cortaron a través de la piel, la grasa y los tendones como si no estuvieran allí.

El sabor no era muy bueno, pero la sangre era caliente y húmeda, y suavizó la sed mientras bebía con rapidez. Los intentos del puma por luchar se hicieron cada vez más débiles y sus chillidos se ahogaron. La calidez de su sangre se extendió por todo mi cuerpo, calentándome hasta las puntas de los dedos de los pies y las manos. 

El puma murió antes de que yo terminara. La sed ardió de nuevo cuando se quedó seco, lo aleje de mi insatisfecha. ¿Cómo podía sentirme sedienta después de todo esto?

Me levante completamente derecha en un solo movimiento rápido. Una vez de pie, me di cuenta de que estaba hecha un desastre. Me limpié la cara con el dorso del brazo e intenté arreglarme la ropa. Las garras que no habían podido contra mi piel habían tenido bastante éxito con la tela de mi vestido.

—Mmm. —Edward ronroneo.

Mire en su dirección. Se encontraba recargado de lado contra un árbol de forma casual, mientras me miraba de arriba abajo.

—Pude haberlo hecho mejor. —dije.

Estaba totalmente sucia, me encontraba llena de polvo, con el pelo enredado, el vestido casi destruido.

—Lo has hecho muy bien. —aseguro Edward. —Es solo que… ha sido mucho más difícil para mí observar de lo que debería haber sido. —

Lo mire confundida.

—Va contra mis principios dejarte luchar con pumas. No sabes lo ansioso que estaba todo este rato. —dijo.

—Pero que tonto. —me burle.

—Ya sé, pero no es difícil dejar el pasado. De todos modos me gusta como esta tu vestido ahora. —obvio que le iba a gustar, está casi destruido.

Sonreí y le guiñé el ojo. 

—¿Por qué sigo teniendo sed? —pregunte.

—Porque aún eres muy joven. —

Solté un suspiro.

—Y me imagino que no hay ningún puma cerca, ¿Verdad? —

Negó.

—No, pero hay muchos ciervos alrededor. —

Hice un puchero.

—Ellos no hulen bien. —

—Son herbívoros. Los carnívoros huelen más parecido a los humanos. —explico.

—No creo que se le acerque el olor. —dije recordando.

—Podemos regresar. —dijo un poco divertido. —Fueran quienes fueran los que estaban allí, si son hombres lo más probable es que no les hubiera importado que los matasen si fueses tú quien lo hiciera. —miro de nuevo mi vestido destrozado. —Probablemente pensarían que habían hecho enojar a una diosa. —

Rodé los ojos.

—Vamos, galán, hay que ir a cazar a algunos de esos apestosos herbívoros. —

Encontramos un gran rebaño de ciervos mientras corríamos de regreso a casa. Esta vez Edward cazo conmigo, ya le había hallado el chiste. Fui contra un macho enorme, haciendo un desastre casi tan grande como el del puma. Él acabó con dos antes de que yo hubiera terminado con el primero, sin que se le moviera un pelo de su sitio y sin que le cayera ni una mancha en su camiseta blanca. Perseguimos a la manada aterrorizada, pero en vez de alimentarme de nuevo esta vez solo me dedique a mirarlo, para saber cómo lo hacía sin ensuciarse. 

Era una experiencia sorprendentemente sensual observar cazar a Edward. Su saltos eran suaves y precisos. Sus manos eran tan seguras, tan fuertes, tan inevitables... Sus labios lucían perfectos cuando se separaban para mostrar sus dientes. Era asombroso. Sentí un escalofrió de deseo y orgullo. 

—{Ese hombre es todo mío.} —pensé.

Fue muy rápido. Se volvió hacia mí y observó con curiosidad mi mirada de deseo.

—¿Ya no tienes sed? —me pregunto.

Me encogí de hombros.

—Me distrajiste. Eres mucho mejor en esto que yo. —

—Practica. —sonrió. —¿Has terminado o quieres un poco más. —

—Ya terminé. —

Me sentía completamente llena y la quemazón solo se había aplacado no terminado.

Me sentía ya en control. Sabía que si había sido capaz de resistirme a unos humanos en plena caza, podía ser capaz de permanecer cerca de mis hijos y un par de licántropos.

—Quiero ver a Soo y a Mi. —dije.

Edward tomo mi mano y me acerco a él para poder mirar mi rostro de cerca.

Esta vez sí procure tener más cuidado al momento de pararme de puntitas y pasar mis brazos detrás de su cuello. Pero él no midió ni sus movimientos ni su fuerza, me tomo de la cintura, me apretó con fuerza contra de él. Sus labios tomaron los míos con fuerza y con fiereza. Los míos siguieron sus mismos movimientos.

Podría hacer esto todo el día y toda mi vida.

Me acordaba de algunas cosas que había hecho cuando era humana, como poner mis manos en el pelo de su nuca o acariciar la línea de su mandíbula, así que me sorprendí un poco cuando mi cuerpo quiso más que un besito, así que tome las riendas y aumente la intensidad, haciendo que nos cayéramos al suelo.

—Ups. —dije soltando una risita. —¿Estas bien? No era mi intención que acabáramos de este modo, pero no me quejo. —

—Mejor que bien. —sonrió para después mirarme con duda. —¿Soo y Mi? —

Si es cierto ya era momento de ver a <Mis angelitos> , cada momento que pasaba lejos de ellos daba la oportunidad de que me perdiera algo importante.

<Mis angelitos> . —dije poniéndome de pie rápidamente mientras lo jalaba para que caminara rápido.