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Veintidós. Los planeadores.

—Por eso viajeros, la próxima vez que crean escuchar un extraño y extenso cotorreo miren bien puede que no sea un loro gigante si no un hombre volador de un grupo de hombres pájaro que se ríen de la gravedad y de aquellos que están amarrados a la tierra. —termino de relatar el hombre que estaba enfrente de nosotros.

—¿No es emocionante un cuento de maestro aire? —pregunto Aang.

—¿Fue una historia real? ¿Así era antes? —pregunto Katara.

—Claro, hubieras visto cuando retaba a los demás chicos unas carreras en planeador, era lo mejor. —dije recordando viejos tiempos.

—Yo siempre me rio de la gravedad. —Aang soltó una risa. —Ja ja…gravedad…—

—Monedas, monedas. —el hombre que estaba contando la historia paso con su sombrero en la mano y se paró delante de Sokka.

El reviso sus bolsillos, saco puras boronas de comida y unos cuantos bichos.

—Lo siento. —

—Eres un tacaño. —dijo el hombre mientras se iba.

—Vamos, Lin. —Aang me tomo de la mano y me jalo hasta estar a espaldas del hombre de las historias. —Oye, gracias por la historia. —

El hombre no nos miró, y estiro su sombrero hacia nosotros.

—Díselo al sombrero, niño. —

Aang y yo buscamos entre nuestros bolsillos alguna moneda.

Momo termino dándole una moneda que se le había caído del sombrero.

—Oh muy agradecido, murciélago. —el hombre lo acaricio.

—Es emocionante oír historias de maestros aire. —dijo Aang. —Y más emocionante si tu bisabuelo los conoció hace cien años. —

—¿Qué tonterías dices, niño? —dijo el hombre irritado y luego apunto al anciano detrás de él. —El vio a los hombres pájaro ayer. —

—¿Qué? ¿En dónde? —pregunte esperanzada.

—En el templo Aire del Norte. —dijo enojado. —Ahora fuera si no van a dejar propina, niños. —se fue con el anciano.

—Que grosero. —dije y fuimos con Sokka y Katara para contarles cual sería nuestra siguiente aventura.

Al día siguiente ya nos encontrábamos rumbo al templo Aire del Norte con la esperanza de encontrar más maestros aire.

—Ya casi llegamos al templo Aire del Norte. —dijo Aang. —Aquí eran los campeonatos de polo con bisontes voladores. —

—A mí no me dejaron participar cuando vine. —dije haciendo un puchero. —Según qué porque no tenía un bisonte propio. —

Ese año nos habíamos quedado mi maestro Wong y yo una semana en el pueblo.

—¿Qué año viniste que no te vi? —me pregunto Aang.

—Vine un año antes de ir al templo Aire del Sur. —

—Oh, a ese no pude ir. —dijo el desanimado.

—Chicos, miren eso. —nos llamó Katara al ver como gente volaba en sus planeadores.

Wow, era impresionante de ver pero algo estaba…mal. No se veía nada natural su forma de vuelo, les faltaba espíritu. Además el templo se miraba totalmente diferente, que yo recuerde nunca tuvieron chimeneas como para que saliera humo negro de ellas.

Mire a Aang, ya no se miraba nada feliz. Me miro y supe que pensaba lo mismo que yo.

—Son verdaderos maestros aire. —dijo Katara emocionada.

—No, no lo son. —dijo Aang cruzándose de brazos enojado.

—¿Qué? ¿Cómo de qué no? Ellos están volando. —dijo Sokka.

—Están planeando, algo muy diferente al aire control. A ellos les falta espíritu. —dije.

De repente un chico, paso volando y riendo muy cerca de nosotros.

—No lo sé Aang, Lin, pero ese chico parece tener espíritu. —dijo Katara mientras miraba asombrada al chico.

Aang sonrió retador y salto junto con su planeador para poder alcanzar al chico.

A los pocos segundos ya estábamos rodeados de muchos planeadores verdes.

—Hay que aterrizar. —dijo Sokka.

—Estoy en eso. —dije, tome las riendas de Appa, hice que aterrizara y nos pusimos a ver como Aang y el chico comenzaban a hacer trucos.

—¡Vamos, Teo, muéstrale como se hace a ese chico calvo! —grito un chico.

Después de ver varios trucos por parte de Aang y de que Teo dibujara la cara de Aang en el cielo con humo los dos decidieron aterrizar.

—Oye, eres un maestro aire de verdad. —dijo Teo asombrado. —Tu… tú debes ser el Avatar. —me miro a los ojos y el abrió más los suyos. —Y tú eres la Ānníng esto es increíble he oído hablar mucho sobre ustedes. —

—Muchas gracias. —dijimos al unísono un poco alagados.

—¡Wow, esa silla paleadora es asombrosa! —grito Sokka asombrado.

—¿Piensas que esto es bueno? Espera a ver las demás cosas que papá diseña. —Teo nos guío hacia el interior del templo.

Quedé horrorizada por lo que vi.

Todo estaba sucio, los murales estaban atravesados por tubos al igual que las estatuas, todo había sido profanado.

—Wow. —dijo Sokka, parecía un niño con juguete nuevo.

—Mi padre es el cerebro detrás de todo este lugar. —dijo Teo orgulloso de su padre. —Todo funciona con aire caliente, incluso bombea aire hacia afuera para subirnos mientras planeamos. —

—Este lugar es increíble. —dije pero no en el sentido bueno.

—Si, es genial, ¿Verdad? —pregunto Teo con una sonrisa.

—No. —Aang corto su felicidad. —Solo increíble. —

Aang y yo caminamos hacia una de las paredes que contaba la historia de los Nómadas Aire. Estaba toda llena de hoyos y tubos.

—Se supone que ahí cuenta la historia de mi pueblo. —Aang miro al piso triste.

Después fuimos hacia la fuente de bisonte.

—Esta era mi parte favorita del templo. —dije. —Siempre con agua fresca y clara, ahora mírala… toda contaminada. —

—Seguramente alguna partes del templo permanecen igual. —nos dijo Katara.

Teo nos guio hacia otra parte del pueblo. Según el, esa parte todavía permanecía intacta.

Eso me alegro.

—Es bueno ver que una parte del pueblo no está arruinada—dijo Aang.

—¡Cuidado! —gritaron de repente y una gigantesca bola rompió la estatua y la pared que estábamos viendo.

Cinco personas con herramientas atravesaron el enorme agujero que habían hecho.

—¿Qué es esto? ¿Qué no saben que tienen que estar fuera del área de trabajo? —nos preguntó uno de los hombre, él tenía poco pelo, cejas chamuscadas, un monóculo, barba y bigote. —debemos hacer espacio para el baño de la casa. —termino de decir como si nada.

Eso fue el colmo.

—¡¿Sabes lo que hiciste?! —pregunte enojada.

—¡Destruiste un lugar sagrado por un estúpido baño en la casa! —grito furioso Aang.

—La gente por aquí comienza a apestar. —dijo sin importarle el enojo de Aang.

—¡Todo este lugar apesta! —grito Aang y con aire control mando a volar la máquina que había destruido la pared. —Este es un templo sagrado no puedes tratarlo de esta forma. —

—Vimos cuando los monjes estaban aquí, conocemos el lugar. —dije con el ceño fruncido.

—¿Los monjes? —pregunto el hombre. —Pero no debes de tener más de catorce años, jovencita. —miro a Aang. —Y tu doce. —

—Papá. —lo llamo Teo. —Ellos son la Ānníng y el Avatar. Solían venir aquí hace cien años. —

—¡¿Qué haces en el templo?! —pregunto Aang.

—¿Qué hago aquí? Hace mucho tiempo atrás pero no cien años, mi pueblo quedo desamparado después de una horrible inundación mi hijo pequeño Teo quedo muy herido y perdió a su madre. —explico entre sollozos. —Necesitaba un lugar donde reconstruir y me encontré esto, no podía creerlo, por todas partes dibujos de gente volando pero estaba vacío, no había nadie. Pero luego me encontré con estos artefactos tipo abanico…—

—Los planeadores. —dije con el ceño fruncido.

—Si. —dijo emocionado. —Pequeñas y livianas maquinas voladoras. Eso me dio una idea, construir una nueva vida para mi hijo en el aire, así todos estarían en igual condición por así decirlo. —

Me calme un poco, después de todo solo quería una vida mejor para su hijo pero eso no le daba el derecho de destruir un lugar sagrado a su antojo.

—Solo estamos en proceso de perfeccionar lo que ya estaba aquí. —dijo. —Después de todo, ¿Eso no es lo que hace la naturaleza? —

—Ella sabe cuándo detenerse. —dijo Aang ya más calmado.

—Eso es verdad. —dijo el padre de Teo. —Desafortunadamente el progreso sabe cómo escaparse de nosotros. Miren la hora. —cambio de tema y señaló unas velas que estaban a lo lejos. —Hay que aceitar las poleas antes de que oscurezca. —

—Espera, ¿Cómo ves la hora con esa cosa? —pregunto Sokka.

Entonces el padre de Teo se acercó a Sokka y comenzó a explicarle, de un momento a otro Sokka se fue entusiasmado con el padre de Teo a ver más inventos.

—Aang, Lin, quiero mostrarles algo. —no dijo Teo.

Teo nos guio a Katara, a Aang y a mí por los pasillos del pueblo.

—No lo puedo aceptar… nada sigue igual. ¿Por qué? —pregunto triste Aang.

—No sé nada sobre eso, el templo esta diferente pero estas criaturas. —dijo Teo, tomando un cangrejo ermitaño y se lo paso a Katara, ella me lo paso a mí, le di unas cuantas caricias para luego pasárselo a Aang. —Son descendientes de los que vivieron aquí hace tiempo. —

—Son como los cuidadores del templo. —dijo Katara.

—Además hay una parte del templo que no ha cambiado para nada. —dijo Teo comenzando a guiarnos nuevamente.

Nos llevó a un pasillo enorme que tenía símbolos del aire en el suelo, enormes ventanales y justo al final de este había una puerta que solo se podía abrir con ayuda de aire control.

—Es como la que había en el otro templo. —dijo Katara.

—Solo un maestro aire puede abrirla. —dijo Teo. —Por eso adentro esta todo intacto, tal y como lo dejaron los monjes. Siempre quise saber cómo es ahí adentro. —

—¿Aang? ¿Lin? —nos preguntó Katara.

Aang y yo nos miramos, estábamos de acuerdo, no queríamos que un pedazo de historia, historia especialmente de Aang fuera perturbada, era mejor dejarlo así.

—Lo sentimos. —dije.

—Es la única parte del pueblo que se mantiene intacta y queremos que permanezca así. —dijo Aang.

—Entiendo de lo que hablas. —dijo Teo. —Solo quería que supieran que existía. —

—Gracias. —dijimos al unísono.

Aunque esta historia no era de mi pueblo, había llegado a querer tanto a los Nómadas Aire que ya me sentía uno de ellos. Estaba dividida entre dos excelentes cultura.

Después de que Teo nos enseñara la puerta, se ofreció a enseñarle a Katara a volar en planeador. Eso sería interesante.

Estábamos en una de las plazas del pueblo que daba directo hacia el precipicio, Katara tenía uno de los planeadores que Teo le había prestado, mientras que Aang y yo teníamos los nuestros.

—El viento te llevara. —le dijo Teo a Katara. —Sostiene algo dentro tuyo, algo incluso más ligero que el aire y eso se apodera de ti cuando vuelas. —

—{Espíritu.} —pensé.

—Cambie de idea. —dijo Katara con algo de miedo. —Creo que yo nací sin ese algo que mencionas. —

Teo soltó una risa.

—Imposible todo el mundo lo tiene. —

—Espíritu. —dije lo que pensaba.

—¿Qué? —pregunto Teo.

—Ese algo del que está hablando. —dijo esta vez Aang. —Se llama espíritu. —

—Supongo que tienes razón. —dijo Teo y luego volteo a ver a Katara nuevamente. —¿Lista? —

—No. —dijo insegura.

—No lo pienses, Katara. —le dije.

Y se aventó. Ella soltó un grito que rápidamente se convirtió en risa.

Teo la siguió y después de unos segundos Aang y yo.

—¡No puedo creerlo, estoy volando! —Katara no podía parar de sonreír.

Aang y yo nos pusimos a su lado.

—¡Cierra la boca para que no tragues ningún insecto! —le grito Aang ya que con el viento apenas podíamos escuchar.

—¡Y créeme no es nada agradable, te lo digo por experiencia! —grite recordando la primera vez que use el planeador y me trague un insecto…fue asqueroso.

—¡Teo tenía razón sobre esto, solo que tengo que hacer es confiar y dejar que me lleve! —dijo Katara.

—¡Aunque Teo no sea un maestro aire tiene el espíritu de uno! —Aang siguió de largo y aterrizo a un lado de Teo.

Yo por mi parte me quede haciéndole compañía a Katara.

—Lin, ¡¿Como aterrizo esta cosa?! —grito Katara.

—¡Solo tienes que…! —me callé cuando vi que enfrente de mi había un montón de insectos.

—¡¿Qué pasa si aterrizo…agh….—Katara comenzó a toser. —¡Un insecto…un insecto! —decía entre cada tosido. —¡Eso fue un insecto! —

Me quería reír, en verdad lo quería hacer pero no quería ser yo la que se tragara un insecto.

Katara y yo aterrizamos.

Una vez en tierra firme, Aang nos dijo que quería que Teo supiera lo que había detrás de la puerta que nos habíamos negado a abrir.

—No puedo creer que al fin sabre que es lo que hay detrás de esa puerta. —dijo Teo una vez estuvimos enfrente de esta.

—Lin. —me llamo Aang. —¿Me haces los honores? —

Asentí y me pare enfrente de la puerta, tome aire y de un movimiento rápido lance dos ráfagas de aire a las ranuras de esta.

La puerta se abrió.

No podía creer lo que había adentro.

Estaba lleno de armas y emblemas de la Nación del Fuego.

—Esto es una pesadilla. —dijo Aang.

—¿No se supone que estaba cerrada y que nadie podía entrar? —pregunte en un susurro mientras miraba a mi alrededor.

—¡¿No lo entiendes?! —grito de repente el padre de Teo a nuestras espaldas.

—¡Fabricas armas para la Nación del Fuego! —le grito Aang.

—¡¿Armas para la Nación del Fuego?! —pregunto Sokka enojado.

—¡Explícate! —le grito Teo. —¡Ahora! —

—Ocurrió un año después de que nos mudamos aquí, la Nación del Fuego encontró este lugar, eras muy pequeño como para recordarlo. —le explico su padre. —Iban a destruir todo y quemar cada cosa. Les rogué y supliqué para que nos dejaran, me preguntaron que podía ofrecer y ofrecí mis servicios. —miro el piso. —Debes entenderme. Lo hice por ti. —

Teo miro a otro lado y su padre se fue triste de ahí.

—Tenemos que hacer que deje de ayudar a la Nación del Fuego. —dije.

Todos asintieron de acuerdo conmigo.

—Hay que saber cuándo vendrán para estar preparados. —dijo Aang.

—Tenemos que hablar con mi papá. —dijo Teo.

Rápidamente fuimos por donde se había ido el padre de Teo y le preguntamos cuando llegaban los de la Nación del Fuego, él dijo que pronto.

Al final resulto que un representante de la Nación del Fuego había llegado cuando estábamos hablando con el padre de Teo así que nos tuvimos que esconder, el pido lo del trato y ahí fue cuando Aang y yo salimos y le negamos. Así que él se enojó, así de la nada, bueno, no es como que le hayamos mandado diferentes ráfagas de viento y lo hayamos humillado, así que dijo: "La destrucción de este lugar será tu responsabilidad" y se fue.

Y pues ahí nos tenían, esperando el ataque de la Nación del Fuego. Lo bueno es que Sokka y el padre de Teo había logrado controlar el globo de guerra y además Aang nos había dicho que teníamos el poder del aire con nosotros así que no podíamos perder.

—¡Ahí vienen! —

—¿Listos? —nos preguntó Teo.

—Si, ¿Pero dónde está Sokka con el globo de guerra? —pregunto Katara.

—Tendremos que empezar sin él. —dije y tomé mi planeador.

En un abrir y cerrar de ojos Teo, Aang, un grupo y yo ya estábamos en el aire en nuestros planeadores mientras les tirábamos a los soldados bolsas llenas de lodo y bombas de humo que el padre de Teo y Sokka habían hecho.

Aang había saltado de su planeador, había formado una esfera de aire y había mandado una avalancha a los soldados.

—¡Se están escapando, necesitamos más lodo! —grite.

Volamos hasta encontrarnos con Appa, Katara y Momo, con los últimos dos dándonos más bolsas con lodo.

Pero de un momento a otro las máquinas de la Nación del Fuego lanzaron cadenas que se quedaron incrustadas en la sima de la montaña y comenzaron a escalar. Logre quitar una de las cadenas pero la maquina solo había lanzado otra y siguió escalando como si no le hubiera hecho nada.

La Nación del Fuego ya estaba demasiado cerca así que comenzaron a lanzar bolas de fuego, solo pudimos esquivar sus ataques y seguir lanzando bombas de humo y de lodo.

Decidí ir por tierra o más bien nieve lo que se traduce a agua. Estaba en mi elemento principal. Comencé a lanzar chorros de agua a las cabinas de donde provenían las bolas de fuego y congelé las máquinas para que dejaran de funcionar. Por otro lado Aang lanzaba ráfagas de fuerte aire para que la Nación del Fuego no se acercara más al pueblo.

Katara y yo fuimos a ayudar a Aang ya que sus ataque no les hacían nada a sus máquinas, Aang las voleaba y estas seguían como si nada hubiera pasado así que Katara copio mis movimientos entre las dos logramos inmovilizar otras cinco maquinas más.

Pero no era suficiente, eran más que nosotros. Así que rápidamente nos subimos a Appa y salimos volando de ahí, viendo como los soldados se acercaban cada vez más al pueblo.

Aterrizamos donde estaban los demás.

—Ya no hay más bombas. —dijo Teo angustiado.

—Todo depende ahora de que el plan de Sokka y el padre de Teo funcione. —dije.

—Vamos Sokka. —comenzó a murmurar Katara. —¿Dónde está el globo de guerra? —

Y justo en ese momento Sokka y el padre de Teo salieron volando en el globo de guerra. Sobrevolaron sobre la armada de fuego y ellos no atacaron.

—¿Por qué no los atacan? —pregunte.

—¡La insignia! —dijo Teo. —Creen que ellos están de su lado. —

El globo siguió volando sobre las tropas y soltaron las cuatro bombas de lodo gigantes que llevaban pero aun así la Nación del Fuego no paro.

Aang, Teo, Katara y yo estábamos mirando como poco a poco las tropas iban subiendo hasta que una enorme explosión sonó a nuestros pies.

Una vez el humo de la explosión se disipo vimos como los soldados se iban corriendo.

—Miren, se retiran. —dijo Aang.

Todos comenzamos a celebrar hasta que vimos como el globo de guerra iba en picada, directo a estrellarse.

Aang voló en su planeador y salvo a Sokka y al padre de Teo.

—¿Saben? —dijo Aang a Teo y a su padre. —Me alegra que ustedes vivan aquí, es como... —tomo a un cangrejo en su mano. —…el cangrejo ermitaño, quizás no nacieron aquí pero encontraron esta concha vacía, la hicieron su hogar y ahora se protegen entre sí. —

—Qué bonito pensamiento amigo. —le dijo Teo.

—Aang. —Sokka llamo su atención. —Tenías razón con lo del aire, ¡Mientras exista el cielo la Nación del Fuego huira! —

Todos festejaron antes las palabras de Sokka.