Enseñar según las aptitudes de uno y variar de persona a persona era una verdad muy simple que casi todos entendían.
Sin embargo, era muy extraño. Cuando esta verdad se aplicaba sobre las artes marciales, algunas personas sentían que algo estaba mal.
Sentían que todos deberían seguir la misma rutina para practicar y aprender, y definitivamente no experimentar por su cuenta.
Si alguien tomaba un camino inusual y cambiaba arbitrariamente las cosas transmitidas por sus antepasados, inmediatamente sería considerado un desviado.
Incluso podrían cometer herejía y traicionar a sus maestros y antepasados.
Esa era la regla, y la dignidad de un maestro.
Luego, ocurrió una situación muy interesante.
Algunas sectas y artes marciales fueron una vez una sensación, pero después de ser transmitidas por unas pocas generaciones, declinaron rápidamente.
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