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VERDAD A MEDIAS

Lunes por la mañana. Cómo si una hormiga observara una gran montaña, Takeuchi mira desde la entrada el edificio de su nuevo trabajo.

Ni los constantes pitidos de los carros atorados en el tráfico ni las sirenas de policías y ambulancias por igual lo distraen de su asombro.

Una vez adentro, la recepcionista lo recibe con una gran sonrisa.

—¡Ah! ¡Tú debes de ser el nuevo! ¡¿Qué te ofrezco?! ¡¿Una taza de café?! ¡¿Un agua?!—

—Ehm—

—¡Agua será!—

La incredulidad se apodera de Takeuchi al punto en que deja caer por error la caja que carga.

—¡Perdón!—

Takeuchi la recoge inmediatamente. Justo en eso, un hombre de traje sale del elevador y se dirige hacia él.

—Hideyuki Takeuchi. Mucho gusto, soy Yuto Fujiwara, el reclutador de la compañía. Acompáñame, por favor—

—De hecho, estoy…—

Yuto ignora el comentario de Takeuchi y llama al elevador. Con una ligera pero amigable sonrisa, Yuto lleva a Takeuchi hasta su cubículo. Con ayuda de Yuto, logra establecerse en su lugar.

—¡Muchas gracias!— dice Takeuchi haciendo una reverencia.

Takeuchi se percata de una mancha de color rosa debajo de su escritorio. Al revisarla, nota que ha sido limpiada con mucho esmero al punto de arrancar parte de la alfombra del suelo.

—¿Ocurre algo?— pregunta Yuto.

—No, todo bien. Pensé que había perdido algo—

—Bueno, si necesitas algo, llámame y estaré aquí en un instante—

Takeuchi recuerda su reunión con el doctor.

En la oficina, este le entrega un folleto de la empresa a la que iría a trabajar de encubierto.

—Se jactan de ser la única empresa en todo Japón sin un solo caso detectado de sangre especial, y eso es porque son muy estrictos a la hora de contratar a su personal—

—¿Y por qué sospechan de ella?—

—Ha habido rumores de que algunos de sus empleados en realidad portan la sangre especial, pero entraron usando pruebas falsas de sangre tan reales que ni un médico como yo podría notar la diferencia—

—¿Y quiere que los desenmascare?—

—Aprendes rápido, muchacho. Si logras encontrar aunque sea a uno, su reputación se irá por los suelos. No habrá forma de levantarse—

Takeuchi observa el folleto. Una familia conformada por los padres y una niña que conviven en armonía lo conmueve.

—¿Y que pasará con los que trabajan ahí?—

—Ese no es mi problema. Solo haz lo que te pido y la comisión será tuya. Tu abuelo se salvará y podrán volver juntos a casa. ¿No es eso lo que quieres?—

Takeuchi se sienta en su silla. Saca el celular que el doctor le ha entregado de su bolsillo y lo observa.

Takeuchi exhala con desgano. Pone su mano sobre su frente y se talla los ojos.

—¿Qué hago?— se pregunta.

Su momento de reflexión es interrumpido por alguien que empuja su silla, provocando que se golpee con el borde del escritorio en su abdomen.

—¡¿Quién te crees que eres, novato?!—

Takeuchi apoya sus manos sobre su abdomen intentando mitigar el dolor. Ve frente a él al responsable, un hombre vestido de traje con el cabello corto de color negro y relamido con el mentón alzado.

—¡En un lugar tan prestigioso como este no caben inútiles como tú! ¡Mejor regresa por donde viniste!—

Takeuchi logra ponerse en pie tras el golpe. Con un ojo cerrado, Takeuchi le responde.

—Solo estaba pensando en algo—

—¡¿No ves el letrero que está allá?!—

El hombre señala hacia un letrero que está colgado en la pared con el siguiente mensaje: "Durante las horas de trabajo, el uso del celular queda estrictamente prohibido. Favor de guardarlo en su casillero. Gracias".

El hombre lo toma del cuello y rompe uno de sus botones.

—Que te quede muy claro, niño. Aquí yo soy el mejor empleado. Tengo la confianza de los jefes y aquí todos me adoran. Alguien como tú solo estorba en este lugar—

Takeuchi toma las manos del hombre e intenta soltarse sin éxito. El hombre se ríe ante el intento frustrado de Takeuchi de soltarse.

—Idiota— contesta el hombre con soberbia.

Una mano toca el hombro de aquel hombre. Esto lo deja helado.

—¿Ocurre algo, Yoshida?—

Una voz suave y femenina intimida a Yoshida, quien suelta de inmediato a Takeuchi y rodea su hombro sobre su cuello.

—¡Kuki! ¡¿Cómo estás?! ¡Solo le daba la bienvenida al nuevo!—

Kuki acomoda su cabello de color azul fuerte y sonríe.

—¿En serio? Me pareció ver todo lo contrario—

Yoshida traga saliva y acomoda la camisa de Takeuchi deprisa.

—B-bienvenido, t-t-te deseo lo mejor—

Yoshida se marcha sin decir nada. Su piel pálida como la luz de una bombilla y su camisa transpirada provoca que se limpie el rostro con un pañuelo constantemente.

La mujer se acerca hacia Takeuchi y lo conforta.

—¿Estás bien?— pregunta la chica.

Takeuchi se queda callado. Ríe con nerviosismo.

—Mejor que él si— dice entre risas.

Ambos ríen como viejos amigos.

—Soy Takeuchi—

La mujer le estrecha la mano y se presenta con él.

—Kuki Asuhara, ejecutiva— contesta con una sonrisa.

Impresionado, Takeuchi bromea al respecto.

—¿Ejecutiva en molestar a ese tipo?—

Kuki se ríe y se acerca al oído de Takeuchi para susurrarle algo.

—Pasa que conozco su secreto—

Takeuchi abre sus ojos de par en par.

Kuki se aleja de él con una pequeña risa pícara.

—No te asustes, Takeuchi. No es como si tuvieras un secreto—

Kuki voltea hacia él y coloca su dedo índice sobre su barbilla, lanzando una mirada de duda hacia el muchacho que guarda silencio.

—¿O si?—

Takeuchi no se mueve en lo absoluto. Sus piernas tiemblan como si un terremoto pasara por el edificio. Cerrando los puños, observa de nuevo la mancha rosa en el suelo.

—Entonces, ¿Yoshida es el portador? ¿O quizás no? Debo investigar. Puede que haya más de lo que se ve aquí—

Takeuchi observa a Kuki acomodando unos documentos en su escritorio. Ella nota que lo observa y le devuelve una sonrisa.

—Puede parecer inofensiva, pero a estas alturas, si puede intimidar a alguien tan horrible como Yoshida, no me imagino lo que me espera si me descubre. Debo tener cuidado—