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PRÓLOGO

No quise involucrarme en esto, pero no tuve opción. Las cuentas seguían aumentando y ni con los turnos extra en mi trabajo alcanzaba a llegar a fin de mes. Todo sea por el bien de mi abuelo. Su situación no mejora y el hospital consume la mayor parte de mi sueldo. Aún así, no me quejo. Él hizo un gran esfuerzo por cuidarme después del accidente. Papá. Mamá. Desearía que estuvieran aquí. Tal vez me hubieran detenido. O quizás…

No. No creo que fueran capaces. ¡Argh, que rabia! ¡¿Por qué los marginan como si fueran de otro planeta?! Son personas como mi abuelo y como yo. Siempre han existido cuatro tipos de sangre, no es como que por ser diferentes los haga unos monstruos. Pero según mi abuelo, esto no siempre fue así.

Cuando era niño, me contó que hubo una época donde eran vistos como héroes por la sociedad y en especial por la comunidad científica. Los científicos más prestigiosos de todo el mundo no encontraron explicación alguna para su existencia, pues al estudiarla, se dieron cuenta de que tenía una cantidad abismal de glóbulos blancos, lo que en cualquier persona común sería algo delicado e incluso mortal, pero no así en ellos, quienes gozaban de excelente salud.

Ansiosos por satisfacer su curiosidad, ofrecieron grandes sumas de dinero a sus portadores para ver si era posible que se hicieran transfusiones pese al riesgo que esto suponía. Para su sorpresa, no solo funcionó, sino que curó varias enfermedades mortales como el cáncer o el VIH. Fue gracias a esto que los médicos la bautizaron como la sangre especial, pues creían que no había límites para su uso. El mundo aplaudía sus hazañas, otros daban gracias a Dios por este milagro, y los médicos veían con esperanza un futuro donde no existieran más enfermedades. Todo parecía ir bastante bien. Hasta que comenzaron los… rumores.

Con cada estudio que iban haciendo, se descubrían cosas nuevas. En uno de ellos, un tal Dr. Ito fue más allá y comenzó a inyectarse pequeñas cantidades para ver sus efectos en un individuo completamente sano. Él creía que podía usarse para detener el envejecimiento, y no estaba tan equivocado. Siendo un hombre mayor, casado y con tres hijos, gradualmente sus arrugas comenzaron a desaparecer y sus canas fueron tornándose rubias como en su juventud. Su teoría se comprobó como cierta y fue reconocido por todos como un adelantado a su época, aún hasta el día de hoy.

Pero no se detuvo ahí. Viendo que sus órganos también rejuvenecieron, comenzó a esparcirse el rumor de que la sangre especial podría ser la clave para la tan anhelada inmortalidad del ser humano. Con todo el apoyo de la comunidad científica y siendo ya una voz autorizada, ordenó que se consiguieran todavía más muestras de los donantes para su estudio, incluso llegando a extraerla toda. Lo que una vez fue la esperanza de la humanidad se había vuelto una obsesión enfermiza donde solo unos cuantos podrían acceder a ella.

La persecución contra ellos llegó a tal punto que se les empezó a ver como enemigos por no querer ayudar a la evolución del ser humano. Incontables vidas fueron arrebatadas, familias quedaron destruidas, y amistades aparentemente inquebrantables fueron separadas por la avaricia. Lo que antes era motivo de orgullo era ahora su mayor vergüenza.

Hoy se cree que en Osaka una de cada diez personas la posee, pero hay quienes piensan que podrían ser más. Cómo sea, no hay forma de volver atrás. Si tengo que arriesgarlo todo, lo haré. ¡El mundo tiene que saber la verdad!