Todavía era jueves cuando Kasumi llevo a Kain al palacio imperial donde el hermano de Kasumi, el daimio Yahiko, los iba a recibir. Ella iba vestida en el exótico kimono purpura ajustado a su silueta con un obi rojo en su cintura. Ellos avanzaban por los caminos adoquinados que atravesaban el jardín imperial. A lo lejos el cielo se veía naranja con unas cuantas nubes blancas.
El viento mecía el pasto y las hojas de los árboles cuidados para que tengan la apariencia de un bonsai gigante. Las islas de flores estaban cuidadosamente protegidas y el aire llevaba el aroma a humedad del pasto recién regado.
Al fondo del camino adoquinado se veía el palacio imperial. La mitad derecha se veía antigua, pero la mitad izquierda se veía nueva. El daimio actual lo mando a reconstruir después del incendio que provoco hace años el anterior daimio. Le dijeron que se vería feo, por decirlo de alguna manera, pero el daimio actual señalo que era igual a la cicatriz que dejo en su corazón el cambio de era.
Kasumi iba aferrada al brazo derecho de Kain, como si fueran pareja, cosa que no era así. Ella tenía una forma de ser individualista y Kain jamás se asociaría con alguien que no se preocupa por su familia. Ella era así, libre, coqueta, seguía interpretando los papeles que demandaban las situaciones sociales, pero jamás se tomaba en serio algo a menos que la afectara.
—Está bonito el cielo— dijo Kasumi con voz suave y seductora, agradable para el oído, pero sin caer en lo sexual. Había entrenado su voz en el sentido literal para que sonara en la frecuencia adecuada —te imaginas, tú y yo, en la playa. Hay tantas cosas que me gustaría probar—
—¿Alguna comida en particular?— preguntó Kain mirando hacia adelante. Le dio una breve mirada de soslayo a Kasumi y siguió mirando por donde avanzaba.
Kasumi sonrió y respondió —sí, claro, la comida también estaría bien—
—La costa de la nación del Fuego es helada. Si algún día quieres nadar en un clima cálido, te recomiendo la nación del viento. Puede que no tenga nada, pero sus costas en la región del extremo oeste son cálidas—
—¿Has ido alguna vez?— preguntó Kasumi con una sonrisa
—Sí, la semana pasada— respondió Kain —Tsubaki estaba un poco estresada por el salón de té y el embarazo, así que la lleve para que descansara en la playa un par de días—
—¿Tu esposa?— respondió Kasumi con un tono de voz apagado
—Así es, mi esposa— respondió Kain como si no le importaran los sentimientos de Kasumi. Ella trataba de hacerse un camino a su corazón haciéndolo pensar en un posible viaje juntos. Lo cual no era malo, si ella entendía los límites de eso, pero no era así.
—Eres aburrido, Kain Uchiha— dijo Kasumi y le soltó el brazo. Continuaron avanzando por el jardín imperial, pero separados a treinta centímetros de distancia —siempre has sido aburrido—
—Tú sabes lo que pienso—
—Yo no soy la madre de Nawaki ni de Tsunade— respondió Kasumi
—Nadie ha dicho eso, solo dije "tú sabes lo que pienso". En realidad, si te soy sincero, sé que tienes amantes entre tus amigos de la nobleza. No sé porque pierdes tu tiempo conmigo—
—Eso, creo que debería ser obvio— dijo Kasumi mirando hacia otro lado
—¿La conveniencia? ¿El dinero? ¿La posición?—
—¡No es así!— grito Kasumi de forma poco elegante, algo fuera de su carácter.
Kain se detuvo. Kasumi también se detuvo y lo miró a los ojos. Kain la quedó mirando a la cara, se enfocó en esos ojos con un iris rojo. Eran bastante bonitos, pero también eran la señal de que pertenecía a la nobleza.
—Creo que deberíamos continuar y dejar esta discusión hasta aquí— dijo Kain con tranquilidad
Kasumi lo quedó mirando rencor y le dijo —algún día me voy a aburrir de esperarte y ya no estaré para ti—
—Sería bueno que te aburrieras pronto. Yo ya estoy aburrido de ti— respondió Kain mirándola a los ojos, después comenzó a caminar sin esperarla y ella se quedó mirando la espalda de Kain durante un par de segundos. Después avanzó lo más rápido que pudo y alcanzó a Kain, pero ya no lo miró más hasta que entraron al palacio imperial. Una vez más Kasumi tomo a Kain del brazo, pero siguió sin mirarlo. Ella sonreía para los sirvientes del palacio y asesores de su hermano, el daimio, como si quisiera que todos vieran lo bien que ella se llevaba con Kain.
Kain hizo caso omiso de las pretensiones de Kasumi y siguió su camino a los aposentos del daimio. Una vez que llegó al segundo piso, se detuvo frente a un pasillo custodiado por guardias a cada lado. Entre ellos habían mezclado algunos anbus del hokage y otros anbus de raíz. Solo una pequeña fracción de los guardias eran realmente guardias, el resto eran espías de los shinobis. No es como si el daimio no supiera. De hecho, lo sabía, pero desde la época de Tobirama eso le había dejado de importar. Él sabía algo, mientras hiciera bien su papel como regente, los shinobis lo protegerían a toda costa. Por otro lado, si en algún momento lo dejaban de necesitar, lo matarían sin que él se diera cuenta. Diferente del anterior daimio, el actual daimio Yahiko, no se fiaba de la supuesta lealtad de los shinobis.
Kain se detuvo delante de los guardias, ellos lo quedaron mirando. Kasumi miró a Kain para ver lo que él hacía, pero de forma inesperada, los guardias asintieron a Kain y lo dejaron pasar sin registrarlo.
Kain y Kasumi avanzaron a la par. Kasumi soltó a Kain del brazo porque ya no era necesario aparentar. Ella miró el pasillo que se terminaba veinte metros por delante en una puerta de corredera —como siempre, me sorprende que los shinobis te dejen pasar sin hacer preguntas—
—¿Por qué?— preguntó Kain sin ni siquiera mirarla —si ya lo has visto, debería ser normal—
—Vino el príncipe de la nación del Rayo— respondió Kasumi —pero a pesar de su enfado y amenazas, no lo dejaron ver al daimio hasta que él se dejó registrar—
—Tengo mis métodos—
—Creo que te tienen miedo, demonio Uchiha—
—El demonio era mi padre— respondió Kain, se detuvo y miró a Kasumi mientras sonreía —pero creo que eso me hace el diablo—
Kasumi lo quedó mirando, no pudo ver un signo de molestia. Las antiguas formas de tratar con Kain Uchiha se habían perdido. Él estaba aquí, frente a ella, pero era imposible de alcanzar su mente y sus emociones. Él la miraba a los ojos, pero era como mirar un buda sonriente. Nada lo podía perturbar.
Kain avanzó por el pasillo, Kasumi lo siguió de cerca y se detuvo en la puerta corredera —señor, soy yo, Kain Uchiha— dijo
Al instante siguiente un hombre joven y alto abrió la puerta. Era moreno, alto, con el cabello rizado y una elegante apariencia. Tenía las vestimentas de asesor del daimio.
Kain sonrió con tranquilidad y le dijo —hola, Kain Uchiha, mucho gusto— y le tendió la mano.
El tipo moreno y alto lo quedó mirando a los ojos, después la mano y, por último, decidió estrechar la mano de Kain, pero su rostro se mantuvo tranquilo. En su lugar, él le dio una breve mirada de soslayo a Kasumi, pero ella miró en otra dirección. El tipo miró a Kain y le dijo —hola, Uchiha-sama. Soy Haruto, asesor del daimio—
—Mucho gusto, Haruto, tengo que hablar de algunos asuntos con el daimio—
—Lo sé, por aquí, por favor— dijo Haruto y señalo con la mano para que Kain avanzara. Kain asintió y camino con dirección a un juego de sillones de cuero. Kasumi también entro, Haruto hizo una breve reverencia, pero ella lo ignoro. Haruto cerró la puerta y siguió a Kain.
Al mismo tiempo, un hombre joven, de no más de veinte años, se levantó de su sillón individual. Solo llevaba sus ropas doradas de daimio, pero no llevaba su sombrero. Llevaba el cabello negro corto como en sus días de shinobi. Al igual que Kasumi, tenía el iris de sus ojos de color rojo. El daimio, Yahiko, sonrió al ver a Kain y saltándose los protocolos, fue él el que se acercó y con las manos extendidas, como si no pudiera esperar para estrecharle la mano.
—Tanto tiempo, Kain— dijo Yahiko, el daimio. Kain podía ser el único shinobi en el que podía creer. Después de todo, Kain lo salvo varias veces.
—A sido mucho tiempo, Yahiko— dijo Kain, en su mente no era tanto, solo medio año, pero por las formalidades le siguió la corriente. Kain le tendió su mano y Yahiko se la estrecho con las dos. Parecía feliz de poder verlo.
Kain miró por detrás del daimio Yahiko y vio a otro joven. Este tenía el cabello corto y liso, peinado hacia adelante y vestía como un asesor. Las ropas de Haruto eran blancas, pero las de este otro eran azul piedra. Kain miró a Yahiko y le dijo —veo que tus viejos asesores dejaron sus cargos—
—Sí— respondió Yahiko con una sonrisa en los labios, soltó la mano de Kain y se quedó frente a él —ya conociste a Haruto— miró al muchacho moreno y de cabello rizado que venía en su dirección. Kain miró hacia atrás y asintió. Haruto le devolvió el asentimiento. El daimio miró hacia atrás y el otro muchacho de cabello negro, cortó y liso, avanzó hasta detenerse a un lado del daimio —este es Sota, al igual que Haruto, es mi asesor—
—Entiendo— respondió Kain, miró a Sota. Diferente de Haruto que se veía tranquilo, pero respetuoso, Sota parecía tener una mirada aguda y fría. Kain le dio un leve asentimiento en señal de saludo y Sota le devolvió el gesto, pero nunca apartó la mirada de Kain.
El daimio Yahiko señalo a los sillones y le dijo —por aquí, Kain ¿Algo para beber?—
—No, gracias, recién acabo de comer— dijo Kain —pero muchas gracias—
Ambos caminaron a los sillones y se sentaron. Kain se sentó en un sillón individual, Kasumi en uno de tres cuerpos. El daimio Yahiko se sentó en un sillón individual con un amplio respaldo mientras Haruto y Sota se posicionaban a los lados.
—¿Cómo ha ido todo?— preguntó Yahiko
—Bien, muy bien, ya puse a Hiruzen en su lugar y, bueno, no fue necesario hacerme cargo de su socio. Su mismo clan lo espanto una vez que se dieron cuenta de que todo el dinero invertido fue en vano. Ahora, con respecto a la industria. Después de esta semana comenzaremos a construir las bases y de ahí en adelante, empezaremos a producir las maquinas. Esperamos que de aquí a un año este todo listo y en funcionamiento. Por ahora esperamos atraer algunos inversores— miró a Kasumi y continuo —Kasumi tiene los nombres, esto mejorara la economía como habíamos planificado. Le pido las disculpas del caso, al final, fue todo culpa nuestra— e hizo una leve reverencia.
—No, yo, muchas gracias a ti, la verdad es que me tenía un poco preocupada toda esta situación. Tenía entendido que las cosas entre tu y hokage-sama estaban bien—
—Lo están, pero ya ves, algunas veces los amigos tienen que discutir—
Yahiko hizo una mueca incomoda. Era una discusión de varios miles de millones de ryos que tenían Kain y Hiruzen. Yahiko tomo una profunda respiración y le dijo —bien, hecho eso, cuéntame que tengo que hacer mañana—
Kain lo miró a los ojos, después miró a los asesores y continuo —bueno, es simple, como usted es la máxima autoridad, usted iniciará la reunión—
—Daimio-sama no está para jugar juegos tontos— dijo Sota
Kain miró a la derecha del daimio, el muchacho que puede haber tenido la misma edad que el daimio. Tenía la tez clara, el cabello negro, corto y liso. Lo que más destacaba era su mirada fría y calculadora.
—Tranquilo— dijo Kain —mañana será un día especial y todo lo asociado a él, será recordado para la posteridad en el buen sentido de la palabra—