Levi se aseguró de torturarme y esta tortura parecía no tener fin. Probablemente como venganza por todas las veces que le contesté en mi celda de prisión. El dolor parecía durar para siempre y creo que en un momento perdí la voz, pero por alguna razón todavía no estaba lista para renunciar a mis poderes.
Levi me preguntó repetidamente si estaba lista y cada vez yo negaba con la cabeza. Lo pagué caro, ¡las bandas de hierro en mi muñeca quemaban mi piel cada vez que me negaba! Solo seguí gritando y creo que una vez me desmayé pero me desperté con un cubo de agua fría.
—Entonces, ¿estás lista ahora? —preguntó Levi inclinándose frente a mí.
Aspiré aire mientras intentaba mirar a Levi a través de las gotas de agua en mis pestañas. —Vete... al infierno —logré decir.
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