El cuerpo de Atenea se tensó cuando sintió los labios de Vladimir acercándose cada vez más a los suyos.
Ella podía sentir su cálido aliento rozando sus mejillas. La distancia entre sus labios era de solo unos pocos centímetros. Atenea casi olvidó respirar.
Cerrando sus puños con fuerza, Atenea esperó a que sus labios se tocaran. Pero entonces…
¡Ding! ¡Dong!
El sonido del timbre la hizo sobresaltarse, empujando instintivamente a Vladimir lejos de ella.
Atenea abrió los ojos de golpe y se disculpó con Vladimir enseguida.
—Lo siento —dijo en voz baja. No sabía por qué se estaba disculpando con Vladimir.
Mientras tanto, la cara de Vladimir se volvió rígida, su expresión fría mientras miraba hacia la puerta.
Estaba a punto de besar a Atenea pero la persona afuera los interrumpió. El momento mágico se había roto por el sonido del timbre.
¡Ding! ¡Dong!
Atenea miró a Vladimir preocupada. Ella no esperaba visitas ese día.
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