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Una presa digna

Los siguientes dos días seguí diligentemente recolectando esa energía. A causa de ello, mi recuperación se aceleró muchísimo. Después de ese par de días ya no tenía ni una sola herida. Es más, siquiera me habían quedado cicatrices.

—Impresionante, miau. Nunca vi nada igual antes. ¿De qué está hecho tu cuerpo para curarse de esta manera? Nadie diría que hace apenas tres días estabas casi muerto.

Mirthia me observaba con sorpresa mientras me quitaba los vendajes restantes.

—¿No es cosa de la magia? —le pregunté al mismo tiempo que me terminaba de poner la ropa.

—Por supuesto que no, miau. La magia no tiene este poder. ¿No será cosa de tu raza?

—No… nunca vi a otro humano curar así.

—Como sea, miau. Ahora que ya estás recuperado es hora de que aprendas a pelear. Normalmente entrenaría con palos y cosas así, pero no es mi estilo. Pienso que es mejor aprender sobre la marcha, con experiencias reales. Por lo tanto, hoy te vendrás de caza conmigo, miau.

Hicimos los preparativos y salimos de nuevo hacia el bosque. Esta vez nos adentramos en lo más profundo. Árboles, arbustos, raíces sobresaliendo del suelo y todo tipo de hierbajos nos acompañaban por el camino. Se trataba de un laberinto natural que haría perderse fácilmente a cualquiera que se adentrara sin el conocimiento suficiente. Por suerte, Mirthia me enseñó bastante bien a orientarme y rápidamente me adapté a caminar por él.

—¿Qué vamos a cazar?

—Lo primero que encontremos, miajajaja. Eso dependerá de tu suerte —Mirthia me respondió con una risa burlona—. ¡Oh, por ahí hay algo perfecto para ti, miau!

Me cogió del cuello y me empujó hacia unos arbustos, tras los que nos escondimos para observar a nuestra presa. Caminando lentamente entre la vegetación del suelo se encontraba un animal de más de dos metros de largo con una piel verde oscura cubierta con grandes circulos amarillos por cada lado de su cuerpo. Su cabeza redondeada tenía un par de largas antenas negras que se movían al compás de sus movimientos. Después de cruzarse con una gran hoja de color verde claro que pareció gustarle levantó la mitad de su cuerpo, dejando ver dieciseís pequeñas patas. Ajeno a nuestra presencia, se puso a masticar la hoja con una boca que se abría en vertical.

—¡Pero qué es ese puto bicho tan enorme! —grité al ver esa maldita oruga gigantesca.

—¿Miau? Solo es una pequeña oruga. Ve y encárgate de ella. Será un buen calentamiento para ti. Creo que estarás a su altura... Más o menos, miau.

—Pequeña oruga... ¡¿A eso le llamas tú pequeña?! ¡Es más grande que yo!

—¡Cállate y ve de una vez, miau!

Mirthia me pateó el culo y me empujó fuera de los arbustos. Después de tambalearme un poco, me encontré justo detrás de la enorme oruga. El maldito bicho no tardó en notarme y girarse rápidamente hacia mí. Tragué saliva nervioso, pero conseguí calmarme. Era solo una orgua, no podía ser tan peligrosa… Saqué a Vurtalis junto a la pistola. Esta vez yo sería el atacante.

No me quedaban muchas balas y no las quería malgastar, así que por el momento había llenado el cargador de la pistola con simples piedras de un tamaño parecido a las balas. Necesitaba encontrar lo antes posible alguna forma de conseguir munición decente, pero para matar un bicho esas simples piedras tendrían que valer.

Antes de que el gusano pasara a la ofensiva corrí hacia un árbol y me escondí detrás. Desde ahí saqué medio cuerpo y empecé a dispararle… pero ni una sola piedra penetró en su piel…

—¡Es un maldito bicho! ¡¿Cómo tiene la piel tan dura?!

—Ya te dije que la mayoría de habitantes de Fandragoth tienen afinidad con la tierra, animales e insectos no son una excepción, miajajajaja. La magia de tierra se especializa en defensa y, como puedes ver, ellos también pueden usar cierta magia rudimentaria de manera innata. Incluso el insecto más inofensivo puede ser más resistente de lo que parece, miau.

—¡¿Y me lo dices ahora?!

De todos modos, a pesar de no haber sido herido, me pareció que había notado claramente el golpe y le había dolido un poco. Tomé un profundo respiro y me calmé del todo. Podía con él, después de todo, solo era un bicho grande. No le había hecho daño real por culpa de la mala munición que estaba usando. Por lo tanto, ¡simplemente necesitaba un arma mejor!

Me dispuse a salir de detrás del árbol y atacar directamente con Vurtalis. No obstante, antes de hacerlo decidí analizar un poco la situación. Se trataba de una oruga, un insecto lento y cuya única forma de atacar sería lanzándose encima mío o con algo parecido a hilos de seda. Si me movía velozmente y evitaba ser atrapado no tendría dificultad contra él.

Salí de detrás del árbol, corriendo directamente hacia la oruga mientras disparaba sin parar directamente a su cabeza. No tenía intención de dejarle contraatacar. El bicho pareció molestarse con mis ataques. Después de recibir unos cuantos disparos se puso en frente mío y levantó medio cuerpo. Reaccioné al momento y di una voltereta en el suelo para apartarme de delante suyo y rápidamente me puse detrás. Antes de que le diera tiempo a girarse le salté encima y le clavé a Vurtalis en medio de la espalda. Su piel era realmente dura. Me costó un poco clavar la espada, pero conseguí hundirla hasta más de la mitad.

Asaltada por el dolor, la oruga se sacudió con furia. Salté de encima justo antes de que me consiguiera tirar y volví a clavar la espada en su costado. Cogí a Vurtalis en un agarre inverso y corrí por su lado, dejando un corte de punta a punta de su cuerpo. El bicho volvió a levantarse mientras dejaba salir un casi imperceptible gruñido. Aproveché que había parado de sacudirse para volver a subirme encima.

—¡Muere de una maldita vez!

Sujeté a Vurtalis con ambas manos y, aprovechando que tenía su cabeza justo delante, la empujé con todas mis fuerzas. Una vez la espada se hundió hasta la empuñadura me ayudé de mi propio peso para empujarla hacia abajo, dejando un gran corte vertical encima del bicho. Fluidos verdes y pegajosos empezaron a salir sin parar de la larga herida. Cuando volví a bajar de su espalda, el bicho se precipitó contra el suelo con un fuerte golpe y, después de retorcerse un poco y hacerse un ovillo, no se movió más.

—Pues fue bastante fácil.

Me froté la frente para quitarme el sudor mientras mientras respiraba pesadamente por no haber parado de moverme ni un segundo. Estaba bastante contento de haber podido con esa oruga sin sufrir daño alguno, pero mientras festejaba mi victoria escuché una risa descontrolada que me quitó toda mi euforia de golpe.

—Pfffff miajajajajajaja. Ay, ay, qué patético miajajajajajaja. No sé si sentir vergüenza ajena o reirme miajajajajajaja. Bueno sí, mejor río miajajajajajaja. Felicidades, cazaste un bicho miajajaja.

Mirthia me aplaudió desde el suelo, intentando ponerse de pié sin poder controlar su risa.

—Estas cosas son muy duras pero completamente inofensivas miajajajajajaja. No son peligrosas ni para un niño recién nacido, pero me alegro de que te lo tomes tan en serio, miajajajajajaja.

Incluso después de levantarse siguió riéndose a todo volumen mientras golpeaba un árbol entre lágrimas.

—Te tendrías que haber visto dando saltos de aquí para allá. El mismo bicho parecía estar avergonzado de verte, miajajajajajaja.

Mi cara se puso más roja que nunca.

«Dicen que los gatos tienen siete vidas… Ojalá pudiera quitarle un par ahora mismo.»

Cerré mis ojos, intentando contener mi vergüenza con todas mis fuerzas, pero en ese momento noté que mi alrededor se había llenado con esa energía. Al intentar absorberla me di cuenta que podía hacerlo con mucha más facilidad que hasta el momento.

«¿Acaso todo esto estaba dentro de esa oruga?»

Me olvidé de las burlas de la gata mientras sonreía ligeramente. La cantidad que había conseguido en un momento no se podía ni comparar con toda la acumulada durante los dos días anteriores.

«Esto es bastante… interesante.»

Seguimos cazando durante un rato. Esta vez presas más serias, como conejos o pájaros… enormes. Confirmé lo que pensaba. Cada vez que un animal moría liberaba grandes cantidades de esa energía, y obviamente me era mucho más fácil recolectar esa energía concentrada en un mismo punto que la dispersada por el bosque.

—Con esto ya tenemos suficiente para unos días. Es hora de ir regresando.

Pero cuando empezaba a emocionarme Mirthia decidió terminar la cacería.

—Aún es pronto, ¿no? Sigamos cazando un poco más.

—¡Ni hablar, miau! Cazar más de la cuenta no es bueno. Además, he quedado con alguien y no quiero llegar tarde, miau.

Tocó resignarse y deshacer el camino hacia la aldea. No tengo ni idea de si era por falta de métodos de conservación o por si a estos gatos les gustaba la carne fresca, pero no hubo manera de convencer a la gata de cazar ni un solo animal más, con lo que no pude seguir recolectando energía. Me habría gustado conseguir un poco más, pero de todos modos estaba satisfecho con el resultado. En ese momento seguía sin ser capaz de usar magia, pero quizás si seguía acumulando esa energía, tarde o temprano conseguiría hacerlo.