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Sombras Divididas

El destino es confuso. A veces pasa sin ser percibido, otras puede volver del revés la vida de alguien. Un chico normal, con problemas normales, viviendo una vida normal, justo como cualquier humano común... con la diferencia que el destino tenía otros planes para él. Un día, después de un extraño evento, se topó con dos chicas aladas y su vida se volvió mucho menos... normal. Fue arrastrado fuera de su planeta, probando la existencia de otros mundos y de extraños poderes como la magia misma. Desgraciadamente, el camino de regreso a su casa fue cerrado tras de si, dejando como única opción para regresar a su casa vagar a través de diversos mundos desconocidos . Al mismo tiempo, descubrió que no era capaz de usar magia, pero en su lugar obtuvo un extraño poder que le permitía tomar la energía del propio mundo, junto a otro extraño poder acompañado por una misteriosa y tenebrosa existencia despertando dentro suyo, sin la menor idea de si se trataba de un amigo o enemigo.

Gascart · Kỳ huyễn
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67 Chs

Es un pájaro, es un dragón

Esa noche me costó dormir. Al final terminé pasando horas haciendo pruebas con ese mundo de bolsillo. Primero que nada metí todo lo que me resultó útil dentro.

«Hay menos metal de lo que pensé…»

Junte toda la chatarra que habíamos juntado y por mala suerte apenas era suficiente para hacer un pequeño lingote un poco más grande que mi puño.

—Bueno, es mejor que nada —murmuré.

Salí del mundo de bolsillo y me puse a jugar lanzando la moneda al aire mientras pensaba si podía sacar alguna otra ventaja de ese lugar.

Dentro no había energía alguna, con lo que un escape de emergencia para recargar estaba fuera de cuestión, pero el tiempo realmente fluía a un ritmo exageradamente más lento que fuera.

«En momentos de peligro quizás podría retirarme adentro para curar las heridas… ¿Por qué lo primero en lo que pienso es algo relacionado con la batalla?»

Atrapé la moneda y suspiré mientras dirigía la mirada hacia Raidha, que estaba durmiendo cerca de mí.

«Una sensación similar a cuando viajamos entre mundos con vurtalis… Oh…»

En ese momento me di cuenta de algo bastante importante… Raidha no llevaba ningún arma con ella. Tenía su magia, pero si se quedaba sin maná estaría completamente desarmada.

—Supongo que ya sé cómo usaré lo que encontramos.

Rápidamente me levanté y saqué el trozo de metal… pero al final simplemente decidí que usar eso no valía la pena.

—No tengo ningún uso para esto —murmuré mientras sacaba la caja dónde encontramos el mundo de bolsillo.

Definitivamente ese metal era mil veces mejor que meros trozos de hierro. El único problema era la resistencia que tenía contra mi poder, pero no era inmune a él… Y así pasé unas cuantas horas peleando con ese metal.

***

Cuando abrí los ojos la luz de la mañana ya empezaba a colarse entre las ventanas de piedra.

—Ah… me dormí…

—Dormir en el suelo es horrible… ¿Uh? ¿Qué es eso?

Raidha también justo se levantaba y rápidamente se fijó en la espada a mi lado. Hacerla fue agotador, pero lo conseguí. No pude evitar sonreír ligeramente mientras la recogía.

—Esta espada… —murmuró mientras sus soñolientos ojos se abrían de par en par.

—Tu magia puede estar muy bien y todo eso… pero me pareció que te iría bien algún arma real por si acaso. Ya que yo estoy usando un arma tuya lo mínimo que puedo hacer es conseguirte otra.

No sabía muy bien cual forma debería darle así que al final terminé haciendo una espada idéntica a la de Vurtalis cuando nos conocimos. No estaba ni de cerca al nivel de Vurtalis, pero estaba bastante orgulloso del resultado. Estaba seguro que no tenía nada que envidiar a ninguna espada hecha por cualquier herrero profesional… aunque la forma con la que la hice pudiera considerarse hacer trampa.

—Toma, es toda tuya —le entregué el arma con decisión.

Por sorpresa para mí, la tomó con sumo cuidado y cariño. Sus ojos parecían brillar mientras la miraba de arriba a abajo. No, literalmente brillaban. No había duda, realmente le había gustado.

—¡Grácias, la cuidaré bien! —me respondió con una gran sonrisa.

Seguidamente la abrazó sin perder la sonrisa en su cara. No pude evitar reírme irónicamente.

«Nunca pensé que el primer regalo que le haría a una chica sería una espada…»

***

De todos modos, con el sol de nuevo a la vista era hora de seguir jungla a través. Estiré mi cuerpo y me saqué de encima el sueño.

Gracias a aligerar la carga de equipaje la velocidad a la que avanzamos por la maleza aumentó un poco, pero la dificultad también había aumentado. Sin duda habíamos llegado a lo más profundo de la selva.

Constantemente escuchábamos ruidos de animales e insectos arrastrándose por el suelo y los gritos de los pájaros que sobrevolaban los árboles. De tanto en tanto nos cruzamos con algún animal, pero por suerte rápidamente escapaban nada más vernos. Aún así…

—Cada vez hay más animales… Vigila tu espalda, no me sorprendería que otro tigre nos atacara.

No me sentía cómodo. Por el momento no habíamos recibido ataques, pero todo apuntaba a que solo era cuestión de tiempo. Es más, sentía constantemente que nos estaban observando.

—Creo que ya estamos rodeados.

Raidha también lo había notado. Bueno, no es como si lo que fuera que nos seguía fuera exageradamente sigiloso.

—Demasiado ruidoso como para ser un tigre. El problema es… ¡saber qué demonios es!

Saqué la pistola y disparé hacia dónde escuche el sonido de pisadas. El sonido de algo corriendo a toda velocidad se hizo más fuerte.

—Parece que falle…

Y por mala suerte el disparo no fue suficiente como para asustar a esas cosas. Al contrario, el sonido de pisadas y ramas rompiéndose aumentó a todo nuestro alrededor. Definitivamente estábamos rodeados.

Poco a poco unos extraños animales parecidos a monos empezaron a dejarse ver. Había al menos una decena de ellos a nuestro alrededor, bloqueando toda ruta de escape visible.

—Supongo que no tendremos más remedio que abrirnos paso.

No parecían ser muy fuertes independientemente, pero atacaban en manada. Si los dejábamos tomar la iniciativa sin duda estaríamos en problemas. Lo mejor sería sacárnoslos de encima lo antes posible.

Disparé directamente al primer mono que vi subido en un árbol. Un cortó grito de dolor fue escuchado al instante… pero no del mono, sino de un maldito Pyropú que estaba subido en el árbol detrás de él.

—¿Hiciste eso queriendo?

—Sin comentarios…

Ese maldito mono había saltado hacia nosotros en el mismo momento que había disparado la pistola, y otros más se sumaron al ataque.

Me saqué de encima a un par que se lanzaron encima de mí y seguí disparando mientras retrocedía. Eran realmente ágiles. De tanto en tanto alcanzaba a alguno, pero la mayoría se movían lo suficientemente rápido como para que no fuera capaz de acertar la mayoría de disparos… al menos contra ellos.

-También empiezo a creer que lo haces queriendo.

—Estos pájaros realmente tienen mala suerte…

Un par de balas perdidas habían alcanzado de lleno a otros dos Pyropus.

—¿O quizás es que de verdad buscan morir? Capaz se lanzan directamente hacia las balas…

—¡No te distraigas ahora! —gritó Raidha mientras cortaba a un mono a mi izquierda.

—¡No lo hago!

Desenfundé Vurtalis en un agarre inverso y corté el brazo de un mono que intentaba agarrarme por la derecha. A pesar de ser como monos tenían unas garras enormes.

—¡Mejor preocúpate por ti!

Disparé hacia un mono que se acercaba por la espalda de Raidha. El disparo le dio de lleno, matándolo al instante. Realmente no eran fuertes ni resistentes, pero no paraban de atacar incluso después de ser heridos. Apenas teníamos tiempo de defendernos.

-Mejor también vigila tu espalda.

—¡Ugh!

Un fuerte dolor me recorrió la espalda y apenas un momento después la cabeza de uno de esos monos apareció a mi izquierda y me mordió en el hombro con todas sus fuerzas.

—¡Quita de encima, maldita sea!

Di la vuelta al agarre de Vurtalis y se la clavé directamente en medio de la cabeza. El animal cayó como un peso muerto al instante.

—Esto ha dolido… Suerte que esta ropa es realmente resistente.

Sus colmillos apenas habían conseguido rasgar a través de mi ropa. Por lo visto Raidha no exageró al decir que sería mucho más resistente, pero esto prácticamente era como una armadura. Quizás no podría bloquear una espada, pero no parecía tener problema contra las garras y dientes de estos animales.

Miré de reojo a Raidha. A diferencia de mí ninguno de esos monos le había conseguido poner un solo dedo encima. Es más, aunque los números seguían abrumándola un poco, no parecía tener mucho problema deshaciéndose de los que se le acercaban. Suspiré medio aliviado y medio frustrado.

«Supongo que necesito esforzarme un poco más.»

Inspiré profundamente y dejé fluir la energía natural a través de mi cuerpo, dejando que llenara cada parte de mi cuerpo. Liberé la suficiente como para empezar a notar los cambios en mi cuerpo, pero no lo suficiente como para transformarme por completo. Al mismo tiempo, también transformé a Vurtalis.

«Bien, vamos a ello. Veamos cuán bien puedo controlar esto.»

Balanceé la espada en horizontal hacia otro grupo de monos que venía corriendo hacia mí. La hoja se extendió como un látigo directamente hacia los monos, que fueron cortados sin tiempo siquiera a reaccionar.

Por el otro lado otro saltó hacia mí antes de que me diera tiempo a hacer regresar la hoja. Canalicé la energía directamente hacia mis pies y levante un trozo de tierra justo entre el mono y yo. Apenas hice un pequeño muro, con lo que el mono fácilmente se subió a él y saltó de nuevo hacia mí, quien ya lo esperaba con la pistola apuntando a su cabeza. Simplemente tuve que apretar el gatillo.

Dejé salir el aire de mis pulmones y recuperé la hoja de Vurtalis. Raidha había conseguido deshacerse de la mayoría que la atacaban y por mi parte también había limpiado. Los pocos monos que quedaban parecían empezar a estar asustados y algunos incluso estaban retrocediendo.

Habíamos conseguido crear una brecha entre ellos. Con suerte los habríamos asustado lo suficiente como para que nos dejaran pasar. Si eran al menos un poco listos, nos dejarían pasar y correrían en dirección contraria.

—¡Raidha, aprovechemos para escapar!

Ambos empezamos a correr hacia la dirección donde menos monos había. Uno se paró delante nuestro y abrió su boca de par en par de forma amenazante, como diciendo: No pasareis de aquí.

Moví la espada hacia él sin siquiera pararme. El mono evitó el ataque, pero no importaba, mi única intención era hacerlo apartar y avanzar. Los demás monos no nos persiguieron y este también se apartó. Por fin pudimos salir de la zona donde nos habían rodeado y no parecían tener intención de seguirnos…

¡Gyaaaaaaa! ¡Graaaaaaaaaaaa! ¡Gyaaaayaya!

…sin embargo, tampoco parecía que quisieran dejarnos completamente en paz. Tanto Raidha como yo nos paramos y dimos la vuelta. Todos esos monos se habían puesto a gritar a todo pulmón. Gritaban tan fuerte que hasta me hacían doler los oídos.

—¿Qué demonios?

¡Gyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Gyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Gyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Gyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Gyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Desde el otro lado, otros gritos similares empezaron a sonar con mayor fuerza. El ruido de animales corriendo por la jungla a toda velocidad también acompañaba a esos gritos.

—Raidha… corre…

—¡¿Ehhhhhhhhhhhhh?!

—¡Solo corre!

Ambos nos pusimos a correr como si nos persiguiera el diablo. Por el ruido no eran solo unos pocos monos, ¡era un ejército!

—¡Por eso te dije que no quería ir a través de la jungla!

—¡Ni que tu supieras que sería territorio de la mafia simiesca!

—¡Sabía que sería peligroso!

Conforme avanzamos, empecé a levantar tierra a nuestro paso intentando bloquear a cualquiera que nos seguía. Algunos monos se interpusieron por nuestro camino. Era fácil deshacernos de unos pocos, el problema es que cada vez que uno nos encontraba se ponía a gritar, alertando a los demás de nuestra posición.

—Mierda… parece que no vamos a escapar…

—Son demasiados…

Nuevamente nos consiguieron rodear, pero esta vez no eran unos pocos, eran más de veinte, y esto solo los que nos habían rodeado. A lo lejos se podía escuchar a montones más acercándose.

¡Gyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Raidha y yo nos pusimos espalda contra espalda, preparados para aguantar el ataque de todos los monos lanzándose a la vez… pero antes de que el primero pudiera acercarse a más de diez metros una bola de fuego cayó entre nosotros.

—¡¿Qué es esto?!

Otra bola de fuego había caído entre Raidha y los monos.

—Fuego…

—¡Hasta ese punto llego!

—No te respondía a ti, simplemente…

Levanté la vista al cielo, una bola de fuego volaba a través de los árboles, lanzando llamaradas hacia todo mono a su alrededor. Poco a poco el fuego empezó a tomar forma mientras seguía lanzando llamaradas. Era un pájaro, un pájaro que escupía fuego como un dragón.