Cuando desperté al día siguiente, no sabía qué hora era, pero tuve una sensación similar a la que experimenté en casa de Joel tras culminar su fiesta, con la diferencia de que en esa ocasión recordé lo que había hecho.
Mi celular sonaba con el tono de llamada, por lo que fui rápido a contestar, pues sabía que era mamá como siempre, demostrándome su preocupación, aunque por suerte, solo tenía dos llamadas perdidas; eran las dos con veinte de la tarde.
—Hijo, ¿por qué no regresaste a casa? —preguntó, tan pronto atendí la llamada, ni siquiera me saludó.
—Hola, mamá. Lo siento, acabo de despertar… La fiesta terminó a las cuatro de la mañana y preferí quedarme a dormir en el hotel. Regresaré después de comer —respondí a duras penas, pues tenía un fuerte de cabeza y me ardía la garganta.
—Está bien, te esperamos para que cuides la casa… Tu papá y yo iremos por unos días al Distrito Capital. Cristian nos llamó ayer y nos sorprendió con una buena noticia —reveló.
—¿En serio? Qué bueno, entonces me alisto y salgo para allá.
El dolor de cabeza no me permitió siquiera curiosear, pero lo bueno es que mi hermano nos tenía una buena noticia y eso ya era motivo para estar feliz. Así que fui al baño para relajarme un poco, aprovechando que había una bañera donde, además de asearme, me di la oportunidad de reflexionar sobre lo que hice después de drogarme.
Minutos después, cuando terminé de arreglar la habitación, a pesar de que no era mi trabajo, salí del hotel con la esperanza de encontrarme con la señora Gómez, pues quería pedir una dirección de correo electrónico para enviar las fotografías y recomendarle a alguien que las revelase mejor que yo. Sin embargo, los pasillos y la recepción estaban solitarios, salvo por los pocos empleados con los que me encontré.
Tuve la suerte de encontrarme con un clima lluvioso al salir del hotel, eran apenas las tres con cincuenta de la tarde y temí por la luz del sol con la resaca que tenía. Ahí me percaté de que había ingerido una buena cantidad de alcohol.
De hecho, después de salir del hotel, empecé a sentir ganas de vomitar, razón por la cual tuve que correr hasta un callejón para expulsar todo lo que mi estómago rechazaba; fue desagradable.
Fueron varios segundos de tortura, pero me sentí un poco mejor cuando expulsé todo, así que opté por caminar cerca del hotel para ver si me topaba con una farmacia.
Por suerte, encontré una farmacia a solo tres cuadras del hotel, donde compré algunas medicinas para el dolor, una bebida energizante y dos litros de agua que bebí de inmediato.
En cuanto a la bebida energizante, la ingerí de regreso a casa cuando iba en el taxi, no me gustó del todo, pero me sentó de maravillas.
Le pedí al taxista que me dejase en la parada de la urbanización porque antes quería encontrarme con Valeska al pasar frente a su casa, aunque no tuve suerte. Ya para entonces, no me sentía tan mal, pero estaba agotado y el cuerpo me pesaba, por lo que consideré irme directo a la cama y pedirle a mamá que me contase después la buena noticia de Cristian. Sin embargo, me sorprendí cuando noté que la camioneta de papá iba saliendo del garaje.
—¡Papá... mamá! —exclamé—. ¿Ya se van?
—Sí, partiendo al Distrito Capital, hijo —respondió papá con entusiasmo.
—¿¡Qué!? Pero pensé que se iban después de contarme la buena noticia —repliqué.
—Sabrás cuando volvamos, o mejor dicho, te lo diré de una vez… Tu hermano va a inaugurar mañana su consultorio odontológico junto a Alana, y queremos ir a apoyarlos, ¡qué emoción! —reveló mamá con notable alegría.
—Entonces, ¿cuándo vienen? —pregunté.
—Probablemente pasado mañana… Pero no te preocupes, te dejamos suficiente comida y sé muy bien que puedes cocinar. Además, hablé con Carolina para que esté pendiente de ti, me dijo que le pidió a Valeska que te acompañase —respondió mamá.
—Pero nada de sexo, ¿ok? —intervino papá.
—¡Por amor a Dios! ¿Por quién me toman? —reclamé.
—Bueno, ya nos vamos, hijo, y felicidades por tu trabajo, ya nos dijo Valeska cuánto cobraste por ello. ¡Cuídate! —dijo mamá al despedirse.
Una parte de mí se alegró por saber que mi hermano estaba por inaugurar su propio consultorio odontológico, sobre todo porque lo había logrado con Alana, que también era profesional de la odontología, pero me sentí vació cuando entré a casa y noté la ausencia de mi familia.
Incluso tuve un ataque de pánico cuando comprendí que algún día, me vería en la situación de dejar a mis padres y establecerme en mi propia casa.
El pánico que sentía se disipó cuando recibí una llamada telefónica de la señora Gómez, quien me invitó a una cena en honor a los recién casados.
La cena se llevó a cabo al día siguiente y solo requirió de mi presencia para que le mostrase algunas fotografías y realizar el pago de mis servicios, el cual hizo en efectivo para mi asombro.
Esos mil dólares en efectivo los guardé en un escondite que había debajo de mi cama, el cual descubrí cuando tomé la decisión de limpiar mi habitación; hacerlo me tomó mediodía gracias a la ayuda de Valeska. Tenía en mente hacer varios trabajos para ahorrar y comprar mi primer carro, aunque también quería visitar a mis hermanos y a Uriel; me sentó bien pensar en las libertades que me garantizaba el dinero.
Al final, papá y mamá se quedaron durante dos semanas en el Distrito Capital, supongo que aprovechando el máximo tiempo junto a mi hermano.
Regresaron justo a tiempo a Ciudad del Valle, ya que Valeska tenía que viajar precisamente al Distrito Capital por el inicio de sus clases universitarias.
Durante esas dos semanas, compartí poco tiempo con Valeska, puesto que me la pasé buscando oportunidades laborales y priorizando las labores de limpieza en casa.
Además, ella también tenía sus propias responsabilidades, e incluso consideró buscar un empleo de medio tiempo, todo con tal de sentirse un poco independiente y no ser tan mimada por sus estrafalarios y derrochadores tíos millonarios.