Los ojos del Verdadero Segundo Ser de Meng Hao resplandecieron con impulso asesino. Aunque el alma del Verdadero Segundo Ser no era de Meng Hao, gracias al poder oculto dentro del cuerpo de carne, así como a la voluntad divina de Meng Hao, podía controlarlo como si fuera su propio cuerpo.
—¡Vete a la mierda! —dijo el Verdadero Segundo Ser, con la voz fría.
Las palabras no vinieron con un rugido estruendoso, ni había ondulaciones ilimitadas. Sólo había una frialdad monstruosa que se extendía en todas direcciones, causando que todo se congelara durante cientos de kilómetros.
Dentro del cuadro en llamas, los ojos de la mujer se abrieron de par en par.
—¡No sabes lo que te conviene! —exclamó apretando los dientes. Levantó su mano derecha, haciendo aparecer una tempestad de llamas, que inmediatamente se extendió en todas direcciones para intentar luchar contra la región establecida por el Verdadero Segundo Ser.
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