El tiempo pasó. Durante las noches, Meng Hao observaba de cerca las proyecciones en el templo. Después de un examen más profundo, se hizo evidente que todas eran diferentes entre sí. Había hombres y mujeres, ancianos y jóvenes. Algunas de las figuras ni siquiera eran humanas, pero eran extrañas y con aspecto de bestias.
Luego de tantos días, Meng Hao hacía tiempo que había perdido la sensación de miedo hacia el lugar. También estaba acostumbrado a todas las escenas extrañas que se desarrollaban. Cada día al caer la noche, las hebras de cabello negro salían del pozo. Finalmente, notó que sentarse con las piernas cruzadas en ellas llenaba su cuerpo de una frialdad increíble que beneficiaba sus intentos de iluminación con las figuras que transmitían sus Daos.
En cuanto al llanto que salía del pozo, después de escucharlo durante algún tiempo, se dio cuenta de que había un poco de encanto entre los lamentos...
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