Tito observó cómo el cuerpo de Basil Jaak sufría cambios violentos. Incapaz de contenerse, se lamió los labios, sus ojos ardientes llenos del brillo del deleite triunfal, preguntó —¿Cómo te sientes ahora?
—¡Maldición, me estoy quemando, no lo ves? —Basil Jaak sentía una sensación de ardor en su corazón, pero estaba impotente para hacer algo, esperando sólo que este escoria lo matara más pronto que tarde.
Sin embargo, Basil Jaak estaba atado de pies y manos en ese momento. No es que pudiera asesinar a Tito, solo podía dejar que Tito lo masacrara como quisiera.
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